sábado, 14 de julio de 2018

“MARIA, CONSAGRADA A DIOS”


 CUARTA MEDITACIÓN NOVENA DEL CARMEN 2018
LA VIRGEN MARÍA CONSAGRADA DESDE NIÑA

La consagración implica que de un todo se separa una parte en exclusiva. Esto aplicado a la fe implica que de todo lo que el creyente dispone elige voluntariamente, en pleno uso de sus facultades superiores como son el intelecto y la voluntad, optar por Dios ¡Vale la pena dedicarse a Dios por completo! Bien podemos preguntarnos: ¿Qué es una vida entera ante la eternidad prometida?

Consagrarse implica estar en las manos de Dios, estar a su servicio, estar disponible a lo que nos pida.

La Virgen estuvo consagrada a Dios desde sus primeros años en virtud de la misión que tenía desde el día de la anunciación. Allí fue reconocida como “la llena de gracia”, que participaba de la bendición de Dios desde su misma concepción, por lo que podemos decir: Después de Dios, la Virgen.

En la Virgen Santísima no hubo pausas,  ni recreos,  ni años sabáticos en su entrega, como una cadena unida por los eslabones su disponibilidad fue ascendente según iba recibiendo las gracias del Señor. No tuvo una vida estática, o plana por el contrario fue una verdadera aventura desde lo que Dios le rebelaba, aquellos momentos de incertidumbre resultaron como un trampolín para sumergirse en la profundidad del amor de Dios.

Esto hace que la vida consagrada a Dios este enriquecida permanentemente por la novedad, por los nuevos caminos que Dios invita a seguir. Lejos del consagrado la monotonía y el quietismo anquilosante que nace de no amar de verdad toda vez que quien lo hace nunca le faltan razones para hacer algo nuevo, para descubrir otros modos de servir, para ahondar en los misterios de la fe.

La consagración implica entrega: Libremente de lo que uno es o tiene, opta por dar a Dios lo que fue, es y será, en un acto sin reservas no como quien entrega algo en custodia. El desprendimiento de los gustos, opciones, deseos, son colocados en las manos del Señor para que sea Él quien dictamine finalmente. Esta entrega libre y perpetua hizo que la Virgen María sea ejemplo para cada creyente que no puede crecer espiritualmente si no acaba de asumir a lo largo de su vida esta dimensión de total disponibilidad. Por esto,  Ella es el modelo perfecto de consagración para quien quiere entregarse a Dios y a su Iglesia totalmente.

La consagración implica comunión: Sin duda,  la Virgen María tuvo una cercanía muy especial –única- con Jesús, verdadero Dios y hombre a la vez. Nadie mejor que Ella conoció los sentimientos del Corazón de Jesús, que luego, palpitaría en la cercanía que tendría la Virgen con la Iglesia naciente fundada por Jesús. A la Virgen la encontramos presidiendo la oración  de los apóstoles al momento de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, y sin duda ocuparía un lugar privilegiado en la vida de las primeras comunidades fundadas por los Apóstoles. De hecho fue en la ciudad de Éfeso donde  la Virgen Santísima fue asunta en cuerpo y alma a los cielos donde san Pablo vivió dos años.

¿Sería espectadora la Virgen de lo que otros hacían en nombre de su Hijo?.  Por cierto que no. Por el contrario, la vemos diligente, audaz, y propositiva al momento de hablar sobre su Hijo y Dios, ajena a los falsos complejos imperantes en nuestros días a causa del espíritu liberal de tantos que hablan  sobre Dios y su Iglesia colocando una escisión cancerígena a la fe como es la pretensión modernista de separar la fe de la vida.

Sin duda la Virgen consagrada a Dios nos invita a crecer en la vida como creyentes, sabiendo que a los que Dios une a si, quiere verlos unidos entre si, para lo cual ha dejado las gracias en manos de la Virgen, para repartirlas en abundancia. Al interior de la vida de la Iglesia, todo bautizado puede estar consagrado a Dios en cualquier estado de vida, incluidos quienes no se han casado ni están ministerialmente consagrados. Así lo enseña el Apóstol San Pablo: “También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada en cambio se preocupa de las cosas de este mundo buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para bien vuestro, no para ponerles un obstáculo sino para que vosotros hagáis lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor” (1 Corintios VII, 34-35).

LA VIRGEN MARÍA: PERTENENCIA DE DIOS



La ejemplaridad de la Virgen María para la consagrada y para todos aquellos que participan de la misión apostólica de la Iglesia adquiere una luz particular cuando se presenta en las actitudes espirituales que la han caracterizado. María, la Virgen en la escucha, María la Virgen en la oración, se ofrece como modelo excelente de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo, es decir, de aquella disposición interior con la cual la Iglesia, esposa amante, se halla estrechamente unida al Señor, lo invoca y, por mediación suya, rinde culto al Padre Dios. ¡Que Viva Cristo Rey!.

  

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