domingo, 15 de julio de 2018

ALIMENTO PARA NUESTRO CAMINAR EN MEDIO DEL MUNDO






TEMA  :  “ALIMENTO PARA NUESTRO CAMINAR EN MEDIO DEL MUNDO”.
FECHA:    DOMINGO  DÉCINO  NOVENO   /   TIEMPO  ORDINARIO   /   2018.


1.        “Si uno come de este pan, vivirá para siempre” (San Juan).

SACERDOTE JAIME HERRERA
El domingo pasado descubrimos la sorpresa que experimentaron los judíos respecto de las enseñanzas de Jesús…Si conocemos de dónde viene…hemos visto a sus padres…somos vecinos de sus parientes. ¿Cómo va a ser el Mesías alguien que es “un simple hijo de vecino”? Sorpresa, escándalo, molestia,  Jesús era cuestionado.

En la actualidad se duda de la divinidad de Jesús. Como dice el texto bíblico del Antiguo Testamento (Eclesiastés I, 10): “Nada nuevo bajo el sol” (nihil sub sole novum)  si consideramos que así ha sido la actitud permanente de algunos hasta nuestros días, quienes –incluso- luego del burlesco e ignominioso proceso de aquel viernes le pusieron en  una cruz por el solo hecho de declarar explícitamente su origen divino…cualquier otra cosa le habrían permitido pero en modo alguno la blasfemia de asemejarse a Dios e identificarse como el Hijo Unigénito.
El pan que da Jesús sirve para la Vida Eterna, es como un “anticipo del cielo”. En ocasiones se le denomina en algunas oraciones como “viatico” que permite subsistir mientras se está de camino, lo cual nos hace comprender  que la eucaristía dice relación con nuestra condición de peregrinos, hermosamente señalado en el episodio de los dos caminantes a Emaús el día triunfal de la resurrección. Ambos reconocieron a Cristo Eucaristía en la “Fracción del Pan” por lo que la Santa Misa debe ser vista como la presencia necesaria que tenemos en nuestro camino a la santidad. No hay perfección verdadera sin devoción eucarística. ¡No hay cielo sin Misa!
Los Santos han descubierto la grandeza que implica la celebración de la Santa Misa, lo cual no es una “opción”, pues fue directamente instituida por el Señor en la Última Cena con el fin de “estar junto a nosotros” y fortalecernos en la vivencia de la fe, de la esperanza y de la caridad.
Los milagros eucarísticos nos ayudan a renovar nuestra fe en la presencia real de Cristo en medio nuestro en cada Misa, asumiendo que no es un símbolo, un recuerdo, una apariencia, sino ¡Él mismo!
 Todo su ser presente en las especies eucarísticas, por esto debe ser celebrado con toda dignidad y recibirlo con una conciencia pura toda vez que “este sacramento contiene el misterio de nuestra salvación; por esto se celebra con mayor solemnidad que los demás” (Santo Tomás de Aquino, Suma Theologica 3, q.83,a.4).  
   PADRE JAIME HERRERA CHILE 
Uno de ellos se llevó a cabo en la ciudad de Lanciano, Italia hacia el año 700, en el monasterio de San Longino: En medio de una celebración, un monje tenía ciertas dudas respecto de la presencia real de Cristo en la Santa Misa, y al momento de pronunciar las palabras de la consagración –esto es mi cuerpo y esta es mi sangre- vio que sobre el altar el pan y vino se transformaban en carne y sangre “visibles”, “palpables”, las cuales se han mantenido hasta nuestros días, tal como lo reveló un examen hecho por la Universidad de Siena el 4 de marzo de 1971 lo corroboró para sorpresa de los mayores incrédulos: La carne es verdadera carne, la sangre es verdadera  sangre, la carne pertenece al tejido muscular del corazón (miocardio, endocardio y nervio vago), la carne y la sangre son del mismo tipo AB y pertenecen a la especie humana, igual al grupo sanguíneo  encontrado en la Sábana Santa de Turín; se trata de carne y sangre de una persona viva, ya que la sangre es la misma que se habría podido tomar ese día de un ser vivo;  en la sangre –cinco coágulos que pesan 15, 18 gramos- fueron encontrados, además de las proteínas normales, los siguientes minerales: cloratos, fósforos, magnesio, potasio, sodio y calcio; la conservación de la carne y la sangre, dejados en estado natural por ¡doce siglos! y expuestos a la acción de agentes atmosféricos y biológicos permanece un fenómeno extraordinario.  Por esto los científicos que hicieron el estudio sentenciaron: “Es el Verbo hecho Carne”.
En una oportunidad Jesús dijo: “Bienaventurados los que sin ver crean”, y entre esos sí estamos llamados nosotros, con la ayuda del Magisterio perenne y el testimonio de los santos a través de la tradición viva de nuestra Iglesia, somos parte de quienes participemos de la gracia de las gracias como es poder tener en medio nuestro a Jesús Sacramentado, el “pan del cielo que nos da vida eterna”, permitiéndonos tener -ya en este mundo- y en este tiempo la vivencia del misterio de la Iglesia que peregrina, de la Iglesia que se purifica y de la Iglesia de los santos triunfantes, en una misma realidad cual es ser partícipes de Jesús en medio de nuestros altares.

CURA DE VALPARAÍSO CHILE

¿Cómo podemos fortalecer nuestro amor a Jesús sacramentado?
Fortaleciendo las visitas a los sagrarios solitarios: ¡Qué cuesta dedicar unos minutos al pasar frente a una Iglesia? Son inmensas las gracias que de este acto podemos recibir… ¡Tanto por tan poco! Hay vidas que han tenido un punto de inflexión, un antes y un después por el sólo hecho de entrar a un templo, de estar unos minutos ante el Santísimo, de rezar arrodillados a imagen del publicano que dice Jesús “no se atrevía ni siquiera alzar su mirada”.
Participando en la adoración al Santísimo: Al inicio de cada mes, los Primeros Viernes votivos del Sagrado Corazón de Jesús, podemos dedicar una Hora Santa para acompañar a Jesús que nos guarda un tesoro en cada entrevista que tendremos con Él cuando se encuentre expuesto de manera solemne sobre nuestros altares, recordando la quemante pregunta que hizo a sus propios discípulos en el Huerto de los Olivos: ¿No pueden velar junto a mí por una hora? Ellos se quedaron dormidos…nosotros, ¿también?
Compañía a Jesús sacramentado de nuestros enfermos: En este Año Eucarístico Nacional es una oportunidad para revitalizar nuestros deseos de estar nuevamente con Jesús sacramentado, tal como fue el día de nuestra Primera Comunión…Aquel día con gozo, pureza, piedad, nos acercamos a recibirle por primera vez, de lo cual han pasado a lo mejor ya tantos años. Puede haber envejecido nuestro cuerpo, pueden haber pasado los años, pero imploremos la gracia de procurar recibirle en cada comunión como si fuese realmente la primera, la única y la última vez de nuestra vida. Si estamos impedidos por salud de ir al templo, si las distancias a los lugares de adoración nos resultan prácticamente insalvables, si estamos postrados,  no olvidemos que si podemos ir espiritualmente a nuestros templos, incluso recordando la ayuda de los medios de comunicación e internet en orden a mirar en vivo (on line) los lugares donde se adora a Jesús.
Promover en los niños y jóvenes el amor a Jesús Sacramentado: Al interior de nuestras familias y en el ámbito de las amistades podemos con creatividad motivar que cuantos no han hecho su Primera Comunión puedan acercarse a comulgar luego de recibir una preparación necesaria y oportuna, sin prisas ni pausas excesivas. Ir por la vida junto a Jesús en el alma nos hace inmunes a muchas de las asechanzas del demonio cuyo gran objetivo es alejar al creyente de su fe, especialmente del objeto mismo de ella, que está presente en los sagrarios y en nuestros corazones.
2.        “El pan que yo les voy a dar es mi carne para la vida del mundo” (San Juan VI, 51).
La “carne para el mundo” es la persona de Cristo, hombre y Dios a la vez que puede hacer divinamente las realidades más simples como hacer misteriosamente que lo más misterioso, sublime y trascendente sea asumido “con diligencia y naturalidad”. Cristo es más íntimo a nosotros que nosotros mismos por tanto no es un añadido a la vida humana, o un complemento, sino que forma parte vital de nuestra misma existencia.
Jesús es la respuesta definitiva que entregó el Padre eterno para el mundo. En Jesús hablo de una vez para siempre, por lo que la revelación escrita se acabó con la venida de Cristo al mundo según lo cual no debemos buscar novedades al margen de la Biblia a la vez de rechazar resueltamente todo aquello que se abrogue la competencia complementaria de “perfeccionar” el Nuevo Testamento.
En medio del mes de Caridad Fraterna al que la Iglesia en Chile nos pide celebrar con el testimonio de San Alberto Hurtado, vemos como hermosamente tipificada en su vida la síntesis de amar a Dios sobre todas las cosas, en medio del culto sagrado fiel a la común tradición y ajeno a la personal inventiva que suele falsear la Sagrada Liturgia en detrimento de la santidad de nuestro Señor y del respeto a la vida espiritual del verdadero pueblo de Dios que es nuestra Iglesia Católica.
En el Nuevo Testamento en las dos ocasiones donde se vincula el amor a Dios y el amor al prójimo, se nos dice primero que el marco de la caridad debe ser “uno mismo”, es decir: lo que nos agrada o molesta. Mas, en la Última Cena el Señor cambió la perspectiva diciendo que procuremos amar al prójimo “como yo os he amado”, con lo cual surge de inmediato la pregunta que hacía a los creyentes hace casi siete décadas atrás San Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”.
Sin duda las obras de misericordia enseñadas por el Catecismo de la Iglesia tienen plena vigencia en la actualidad, y no son un tema del pasado porque el amor que Cristo muestra hoy, lo hace a través de su Iglesia que procura descubrir su rostro en cada persona que sufre en su cuerpo y en su alma.

Tengamos presente que al fin de nuestro paso por este mundo seremos juzgamos por las obras que precederán nuestras palabras: ¿Qué hicimos por quien lo necesitaba con urgencia? ¿Qué hicimos por la salvación del alma de nuestros amigos y familiares?
Procurando ser breves…Visitar a los enfermos y a los que están detenidos: Por causas diversas sufren la limitación de no poder moverse con plena libertad. No pueden ir donde quieren, y con el paso del tiempo ambos suelen sufrir el olvido de sus cercanos. Jesús viene en su  busca, dar a conocer un mensaje de esperanza y renovar los corazones enfermos del desprecio y la soledad.
Dar de comer al hambriento y beber al sediento: Es sabido que el alimento producido por el mundo es suficiente para alimentar la población entera, el problema es que se desecha mucha comida y no se comparte lo suficiente para que todos accedan a lo indispensable. Con los índices económicos que tiene actualmente nuestra Patria ninguna persona debería padecer hambre, y si ello ocurre es una realidad que “clama al cielo” y es necesario reparar con urgencia.
Dar consejo al necesitado y corregir al equivocado: Mediante la palabra talismán de tolerancia y las expresiones anglosajonas “no prolem”  se esconden muchas faltas por omisión en la cotidiana vivencia de la caridad fraterna, porque se calla lo debido, se silencia la verdad con el fin de evitar desencuentros con quienes vivimos y compartimos. La verdad tiene su hora pero siempre es necesaria, por esto al momento de ir a enseñar y corregir a otros previamente debemos haber procurado rezar para encontrar las palabras más adecuadas y el momento más oportuno que nunca puede ocultarse en el silencio…!No somos perros mudos¡
Perdonar los defectos y ofensas del prójimo: Hay quienes creen tener un carácter de oro, que por su naturaleza siempre es bien recibido y todos lo  desean como un bien valioso. Pero nuestra personalidad no es así, hay mucho de miseria, mucho de pecado, mucho de debilidades, mucho de superficialidades y torpezas que nos hacen ser no la moneda de oro que creemos sino una moneda de lata que suena pero no tiene gran valor. Por ello, muchos de mucho deben perdonarnos día a día y es lo que en el rezo del Padre Nuestro imploramos colocando como divina hipoteca el perdón dado a otros por la misericordia del Señor que no tiene ocaso. Miremos al rostro de la Virgen Santísima en cuya alma todo ocupamos un lugar especial, para cobijar en el nuestro a quienes más sufren en este tiempo ¡Que Viva Cristo Rey!

No hay comentarios:

Publicar un comentario