domingo, 29 de julio de 2018

TEMA   :    “SACERDOTE…SÓLO SACERDOTE”.
FECHA :    HOMILÍA POR LOS CURAS PÁRROCOS JULIO /  2018.

1.     “Los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer” (San Marcos VI, 31).

SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ
Queridos hermanos: El Santo Evangelio nos describe lo vertiginosa que era la vida de los doce apóstoles junto a Jesús en esos días. No muy distinto lo es en la actualidad, aunque es evidente que nosotros –unos más que otros- si tenemos tiempo para comer...Del mismo modo que el Señor los invitó “venid vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco” (v.31), cada día nos reunimos para estar con Jesús Sacramentado en la celebración de la Santa Misa, que hoy dedicamos –especialmente-  para rezar por los sacerdotes diocesanos.
Desde la realidad que se compare podemos hablar de “mucho” o “poco” tiempo, toda vez que hubo y hay sacerdotes que han permanecido por cuatro décadas como párrocos, lo cual nos coloca en un tiempo breve; en tanto que si miramos a quienes han servido en nuestra parroquia la gran mayoría lo ha hecho en tiempos muy acotados, lo que nos ubica en mucho tiempo.
Lo cierto es que para un sacerdote diocesano el hecho de ejercer como pastor propio implica el cumplimiento de su vocación en el sentido que la “pertenencia” o anclaje a una diócesis y a una comunidad determinada, constituye parte de su consagración y, por tanto,  de su identidad.  
Los criterios aplicados en la actualidad suelen valorar la capacidad de cambio frecuente. Los jóvenes egresados de una universidad hoy aspiran a estar sólo  unos pocos años en cada trabajo, cambiándose con mucha facilidad. Antes se compraba la casa definitiva, el reloj definitivo,  el vehículo para toda la vida y se aspiraba a estar en un mismo trabajo para toda la vida laboral. Mirada la vida del sacerdote diocesano, y habida consideración de la habitualidad con que se van asumiendo y dejando las responsabilidades pastorales, sin duda en tiempos de crisis como son los que navegamos,  resulta conveniente y hasta necesario una permanencia  en el tiempo del clero secular, pues permite a los fieles tener la seguridad de saber con quién están y al sacerdote poder conocer a quiénes está llamado a ser el pastor propius del cual habla el código de derecho canónico.


El tiempo transcurrido permite macerar las comidas y evaluar mejor las innovaciones implementadas, una de las cuales ha sido la aplicación en las últimas décadas de un tiempo de permanencia breve de los sacerdotes diocesanos en las parroquias, llegando al extremo  que algunos feligreses ni se enteraban que había estado tal sacerdote en sus comunidades.
PARROQUIA PUERTO CLARO CHILE
Transcurrido el tiempo más allá del gran número de recuerdos vislumbro que los desafíos son aún mayores, por lo que puedo repetir las palabras del Apóstol San Pablo  “el ánimo esta firme pero el cuerpo es débil” (San Mateo XXVI, 41)  y aunque no puedo bajar corriendo por el cerro a jugar un partido de fútbol en la Cancha La Campana, ni subir sigiloso hasta la de la Plaza Bilbao, sé que en modo alguno podemos bajar la guardia en esta particular hora del mundo y de nuestra Iglesia.
Es que “la Caridad de Cristo nos urge” (2 Corintios V, 14)  y los últimos tiempos no están lejanos, por lo cual debemos vivir pensando cada día como si fuere el primero,  el último,  y el único de nuestra vida.
La maravilla de la vida del creyente es que mirando el acontecimiento de la Encarnación del Verbo, se produce una realidad donde lo divino asume lo humano y lo humano se reviste de lo divino, permitiendo que lo que hacemos cotidianamente no sea monótono ni ordinario puesto que se engasta con la trascendencia de lo sublime. Entonces, descubrimos que en cada jornada se juega nuestra eternidad, adquiriendo una novedad que no se agota  con la moda y se cansa con el solo paso del tiempo. ¡El que ama en Dios siempre es joven!



Como sacerdotes estamos insertos en esta realidad que finalmente es la causa definitiva que sostiene nuestra vida, toda vez que somos puestos como un “puente” que conecta un extremo a otro, permitiendo que el Señor  venga a este mundo, que por este mismo medio busca, encuentra y vive con Dios y vive de Dios. Al avanzar por un puente no nos detenemos en él, pasamos por él, entonces,  el sacerdote no es referente de sí sino que es un instrumento puesto al servicio de los fieles y de quienes, por la gracia,  están llamados a serlo.
  SACERDOTE DE VALPARAÍSO CHILE

Por un puente pasan las familias numerosas, pasan los ancianos a paso cansino, pasan los jóvenes y niños con sus travesuras no exentas de espontaneidad y urgencias, pasan los solitarios, en ocasiones con el murmullo de muchedumbres en otras y en otras con el eco de la soledad. Y, transitan por el puente unos y otros, generaciones que ven en ese puente la certeza de cruzar cuando lo deseen.
De modo semejante, el sacerdote diocesano es un puente que es alzado para conectar,  por lo que debe estar enraizado firmemente a uno y otro extremo, es decir, a Dios por medio de la fidelidad a los votos hechos -(promesas sacerdotales) -  y a las almas con todas sus vicisitudes.
El cultivo de una pastoral con “olor a ovejas” requiere necesariamente de hacerlo desde la unión con Jesucristo, el Pastor Bueno, que cuida, acompaña, alimenta, guía. Nunca nos cansaremos de dar gracias a Dios por el don inmerecido del sacerdocio, que invita a “servir y no ser servido” (San Mateo XX, 28).
Por esto, personalmente en cerca ya de tres décadas como sacerdote, y más de dos como Párroco tengo la certeza de nunca haber rechazado una destinación ni tampoco de haber siquiera motivado destinación pastoral alguna…!Nada pedir…Nada rechazar! ¡Todo dar!
Esto implica que como sacerdote consagrados podemos servir de manera ilimitada, sin otra condición  ni limitación más que la de procurar imitar a Jesucristo Sumo Sacerdote, quien se hace presente por medio de nuestra voz, usando nuestra voluntad y libertad, para venir cada día a nuestros altares, misión que no tiene comparación con ninguna otra realidad en este mundo.
Sin duda, se trata de una sublime misión que exige de una inmensa responsabilidad, particularmente en estos días en los cuales cada sacerdote es fuertemente cuestionado fuera y dentro de nuestra Iglesia.
MISA DIÓCESIS DE VALPARAÍSO CHILE
Una vez más, pasados veintitrés años desde que asumí la cura de almas de esta parroquia reitero: Vale la pena dedicar y una y mil vidas por la conversión de una y mil vidas, pues más allá de las miserias de los hombres subyace incólume la santidad de nuestra Iglesia como anticipo de una realidad que imploramos día a día y que es el lema de toda mi vida sacerdotal: ¡Adveniat Regnum Tuum!
Que inmensa alegría constituye el hecho para un sacerdote y Cura Párroco  que sean los mismos niños de ayer, quienes hoy –ya como adultos- me acompañen en esta celebración de la Santa Misa, que ofrecemos por la vida y ministerio de tantos curas párrocos que en el pasado y futuro dedican sus mejores esfuerzos por hacer que nuestra sociedad, busque, encuentre y viva según los mandamientos de Dios y su Iglesia.

San Pablo nos recuerda que “nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra las dominaciones de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas”, (Efesios VI, 12-13)  en consecuencia  “a tales males tales remedios”  por eso la fuerza del sacerdote diocesano permanece anclada sobre nuestros altares, y en cualquier lugar donde encontremos,  la mirada de la fe se hunde en nuestros sagrarios, donde Jesús está en medio de nuestro templo, en medio de nuestras comunidades y en medio de nuestra vida sacerdotal.
Tengo la certeza que como sacerdote, no fui constituido como un gestor cultural, ni como un gerente de asistencia social, tampoco como director de un museo que conserva valiosas antigüedades, ni como vendedor de novedades, simplemente tengo la convicción que “un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina” (San Juan María Vianney), por lo que inmerecidamente consagrado, procuraré hasta el último instante en este mundo proclamar de palabra y acción que el sacerdocio católico es la dignidad más excelsa que existe sobre la tierra, el gran don de Dios que el Señor se digna conceder a pobres creaturas, saturadas de defectos y miserias. ¡Ya sabía Él que así éramos! Y,  a pesar de ello, nos ha hecho partícipes de poderes y gracias que ni a los mismos ángeles otorgó, llegando a la realidad que cada día pasa en nuestra parroquias, en orden a confiarnos poderes sobre la persona de su Divino Hijo, de tal manera que allí donde existe un sacerdote aparece Cristo Sacramentado, como alimento y vida de nuestras almas.

PUERTO CLARO VALPARAÍSO CHILE

Por esto, los invito a rezar por cada Cura Párroco de nuestra Diócesis,                       -especialmente-  por todo el clero diocesano,  colocando sus vidas bajo la luz y guía segura de la Virgen María, puesto que nadie como Ella conoce de sus necesidades y debilidades, para encaminarnos al puerto claro de la bienaventuranza eterna. ¡Que Viva Cristo Rey!

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