jueves, 12 de julio de 2018

MARÍA: LA MADRE DEL HIJO


MEDITACIÓN SEGUNDA NOVENA DEL CARMEN 2018.

  ¡MADRE DEL HIJO!
Uno de los nombres basilares que recibió la Virgen María de los primeros creyentes fue: “Madre de Jesús”. Durante la vida pública los vecinos de Nazaret y otros lugares se preguntaban: “¿No es este el hijo de María?”.  Lo que les parecía un escándalo, toda vez que no comprendían cómo tales milagros y enseñanzas proviniesen de quien “no llamaba la atención” porque era una persona “común y corriente”…No había participado en reconocidas escuelas de liderazgo rabínico  ni exhibía títulos ni condecoraciones por doquier. Era visto como un hijo más de una joven doncella, que dio a luz a Luz del mundo en un establo para animales en la localidad de Belén, mismo lugar en la cual siglos atrás había nacido el rey David. Pero, este Jesús sólo tenía a María como su Madre. En la pregunta hecha por los nazarenos ¿No es este el hijo de María? Subyace el germen de lo que será el fundamento de toda piedad hacia la Virgen hecha veneración y reconocimiento a Jesús, el Hijo Unigénito de Dios por medio de María Santísima…La Madre del Hijo.

La maternidad de la Virgen es reconocida por los Apóstoles que “oran junto a Ella” y  “la reciben en su hogar” pues Jesús fue engendrado en el vientre de María, y durante meses se gestó y desarrolló ininterrumpidamente  como cada uno de nosotros lo hizo en el cuerpo de nuestras madres durante nueve meses.

No se trata sólo de una maternidad biológica, sino que Nuestro Señor recibió de la Virgen, su Madre verdadera,  todas las lecciones propias de cada una de las etapas de crecimiento, y no por un tiempo limitado por una mayoría de edad que tanto se suele anhelar en la actualidad  a causa del espíritu autonomista, sino que durante tres décadas vivió sujeto, escuchando y siguiendo lo que sus padres le indicaban.

En efecto, leemos que luego se ser encontrado por sus padres -José y María-  en el templo de Jerusalén, rodeado de maestros que preguntaban y escuchaban con asombro,  el joven Jesús –de sólo doce años- regresó con ellos y vivió “obediente” a su padre y su madre. Esto confiere al amor filial un valor enorme a los ojos de Dios, toda vez que si queremos imitar a Jesús, si queremos seguir al pie de la letra sus enseñanzas sería fantasioso no hacerlo respecto del amor y servicio hacia nuestros padres.

Sin duda,  la Virgen Santísima con su piedad humana respondió a Dios a la medida de Dios, lo que la llevó a  “guardar todo en su corazón” y a responder con diligencia al programa de vida, que de manera inesperada le proponía  Dios Padre. Así vemos que, el día de Anunciación pregunta: ¿Cómo será si no conozco varón?...Ante la respuesta del Arcángel la Virgen señala: “Hágase en mi según tu palabra”. Luego,  ante la realidad de dar a luz en un pesebre la Virgen responde cobijando a Jesús entre sus brazos y cubriéndolo en pañales; a los pocos días debe partir a Egipto al exilio para proteger a su Hijo y Dios a quien la sociedad y sus autoridades querían eliminar por sus leyes y protocolos… ¿Qué hizo María?  ¡Defendió al Hijo!

Jesús, en virtud del misterio de la Encarnación asumió en todo la condición humana menos el pecado, por esto,  cumplió los Diez Mandamientos, el cuarto de los cuales nos dice: “Honrarás al padre y a la madre”. No se puede ser hermano en Cristo sino se reconoce primero la maternidad de María. Así como no se habla de ser madre sin referencia al hijo, del mismo modo no se entiende ser hijo sin referencia a la madre, la cual –en el caso de la Virgen- es única tal como su Hijo y Dios lo es.

MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA

Como la Virgen enseñó a Jesús,  de la misma manera las madres deben procurar ser fieles en transmitir la doctrina y el estilo de vida, que el Señor le encomienda de manera indelegable, particularmente en medio de la tempestad de apostasía en que estamos inmersos. Por cierto, María,  Madre del Hijo nos recuerda que no se puede cambiar una ley moral de origen divino, del mismo modo que no se puede cambiar las leyes de la física. Tales leyes inscritas por Dios en la naturaleza nos evidencian una gran verdad: que cuando el hombre juega a ser Dios lo termina pagando caro siempre.

Entonces, no es lícito “hacer el mal para que venga un bien” (Romanos III, 8). Y como toma madre la Virgen Santísima por cierto “aprendió de Jesús” –como los que escuchaban atentos en el templo cuando se extravió por tres días-, mas,  por particular designio divino,  fue Ella la que enseñó a Jesús a caminar, a ponerse de pie, a jugar, a visitar habitualmente a sus abuelos –Joaquín y Ana- a balbucear las primeras palabras, a fortalecer los vínculos familiares, como con Juan Bautista, y sus demás primos descritos en el Evangelio.

LA VIRGEN MARÍA: MADRE DE DIOS

La “normalidad” de Jesús que para algunos era sorprendente fue dada en parte por aquella que las generaciones y generaciones no han dejado de reconocer como “Madre del Hijo” ¡Que Viva Cristo Rey!

                

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