viernes, 22 de noviembre de 2019

TEMA   :    “EL HÁBITO DE DECIR LA VERDAD SIEMPRE”.
FECHA :    MES    DE  MARÍA    /     DÍA    OCTAVO    /      AÑO   2019.
En el libro del Génesis encontramos el relato del pecado original. Allí, el Demonio cuyo nombre es “padre de la mentira”, seduce a nuestros primeros padres –que eran la humanidad entera- bajo mentiras presentadas como preguntas y afirmaciones. ¿Es verdad que Dios les prohibió de comer de todos los frutos?...Dios les permitió comer de todos menos de uno, vale decir,  Satanás por medio de una pregunta siembra una duda falsa. Luego que ha obtenido la atención de Adán y Eva el padre de la mentira habla sin ambigüedad alguna  cuando se refiere respecto que si comen del fruto de aquel árbol no morirán, cosa que sabemos –efectivamente- terminó ocurriendo pues,  como dice el Evangelio “por la muerte de uno entró la  muerte en  el mundo”.
Por esto diremos que la mentira es el “adn” del demonio, por lo que debemos evitar toda mentira, por trivial que nos parezca porque siempre es algo nocivo para nuestra alma.
CAPELLÁN SAINT PETER’S SCHOOL

Siempre vamos a sentirnos satisfechos por haber dicho la verdad aunque ello haya traído dificultades, pero nunca encontraremos la paz por haberla ocultado. Jesús es claro al decirnos: “Que vuestro si, sea si, y vuestro no sea no” (San Mateo V, 37).
En la cultura nuestra estamos habituados a las medias verdades que son las peores mentiras porque por la apariencia de la verdad termina reinando la mentira. Sumado esto al espíritu relativista que licua toda certeza, termina cautivando la conciencia hasta el extremo de aceptar una mentira como verdad.
Si cuando se nos pregunta cómo estamos solemos responder con el característico “más o menos”, en relación a la verdad nos cuesta ser directos y decir blanco a lo blanco y negro a lo negro, cayendo en un gris que no mueve ni conmueve por su tibieza o falseada neutralidad. El optar por decir la verdad es un imperativo si queremos imitar a Jesús, quien dijo de sí mismo: “Yo soy la verdad”, por lo que en nuestra identidad católica el decir la verdad es un mandamiento fundamental.
La Virgen María nos invita a ir con la verdad por delante, aunque el reconocerla en algún momento entrañe tener que pasar por momentos difíciles. Toda acción tiene una consecuencia y nada es mejor que decir la verdad de inmediato, sin innecesarias dilaciones.

 CURA PÁRROCO DE VALPARAÍSO

Vivir según la verdad implica vivir en Cristo: En cada momento debemos reflejar en nuestras palabras y acciones que Dios es nuestro Padre y que confesamos en Él. La Biblia nos enseña que Dios es verdadero:
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él” (Deuteronomio XXXII, 4).
“Porque es Eterno es bueno, para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Salmo C, 5).
“Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (San Juan XIV, 6).
“Tu Palabra es verdad” (San Juan XVII, 17).
“Tú dices que soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al  mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (San Juan XVIII, 37).
La verdad conduce a la piedad, y esta consiste en querer todo aquello que se refiere a Dios y su obra, lo cual debe ser educado como un hábito, para ello podemos mirar a nuestra Madre del Cielo y ver su ejemplo de amor a quien se reveló como la verdad:
a). Acostumbrarse a pensar bien de los demás: El creyente –como la Virgen- sabe sacar bien de todo aquello que está a su alrededor, evitando tener prejuicios y hacer juicios temerarios. La caridad y la vedad van de la mano por lo que nunca habrá oposición entre ambas, por el contrario se exigen mutuamente.
b). Aprender a ser reservados de lo que confía: San Lucas nos dice que la Virgen “guardaba todo en su corazón”. Las mociones y revelaciones que tendría de Dios muchas de ellas quedaban en su conciencia maternal. Muchas veces se puede pedir discreción, sigilo y silencio a alguna confidencia que se nos dé, ante la cual debemos crecer en fidelidad, por lo que el amor a la verdad implica proclamarla cuando corresponde y reservarla cundo es necesario y así se nos solicita. Si alguien nos confía un secreto debemos guardarlo. La confidencialidad es algo virtuoso, pero la complicidad es algo vicioso.
Finalmente,  recordemos que para Dios hay un imposible y eso es el acto de mentir, por lo que si queremos vivir santamente nuestra opción única es decir la verdad siempre evitando el pecado cuya raíz nace siempre de una mentira,  por pequeña que esta nos  parezca. ¡Que Viva Cristo Rey!

PADRE JAIME HERRRERA GONZÁLEZ

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