TEMA
: “EL HÁBITO DE DECIR LA VERDAD
SIEMPRE”.
FECHA : MES
DE MARÍA /
DÍA OCTAVO /
AÑO 2019.
En
el libro del Génesis encontramos el relato del pecado original. Allí, el
Demonio cuyo nombre es “padre de la
mentira”, seduce a nuestros primeros padres –que eran la humanidad entera- bajo
mentiras presentadas como preguntas y afirmaciones. ¿Es verdad que Dios les
prohibió de comer de todos los frutos?...Dios les permitió comer de todos menos
de uno, vale decir, Satanás por medio de
una pregunta siembra una duda falsa. Luego que ha obtenido la atención de Adán
y Eva el padre de la mentira habla sin ambigüedad alguna cuando se refiere respecto que si comen del
fruto de aquel árbol no morirán, cosa que sabemos –efectivamente- terminó ocurriendo
pues, como dice el Evangelio “por la muerte de uno entró la muerte en
el mundo”.
Por
esto diremos que la mentira es el “adn”
del demonio, por lo que debemos evitar toda mentira, por trivial que nos
parezca porque siempre es algo nocivo para nuestra alma.
CAPELLÁN SAINT
PETER’S SCHOOL
Siempre
vamos a sentirnos satisfechos por haber dicho la verdad aunque ello haya traído
dificultades, pero nunca encontraremos la paz por haberla ocultado. Jesús es
claro al decirnos: “Que vuestro si, sea
si, y vuestro no sea no” (San Mateo V, 37).
En
la cultura nuestra estamos habituados a las medias verdades que son las peores
mentiras porque por la apariencia de la verdad termina reinando la mentira.
Sumado esto al espíritu relativista que licua toda certeza, termina cautivando
la conciencia hasta el extremo de aceptar una mentira como verdad.
Si
cuando se nos pregunta cómo estamos solemos responder con el característico “más o menos”, en relación a la verdad
nos cuesta ser directos y decir blanco a lo blanco y negro a lo negro, cayendo
en un gris que no mueve ni conmueve por su tibieza o falseada neutralidad. El
optar por decir la verdad es un imperativo si queremos imitar a Jesús, quien
dijo de sí mismo: “Yo soy la verdad”,
por lo que en nuestra identidad católica el decir la verdad es un mandamiento
fundamental.
La
Virgen María nos invita a ir con la verdad por delante, aunque el reconocerla
en algún momento entrañe tener que pasar por momentos difíciles. Toda acción
tiene una consecuencia y nada es mejor que decir la verdad de inmediato, sin
innecesarias dilaciones.
CURA PÁRROCO DE VALPARAÍSO
Vivir
según la verdad implica vivir en Cristo: En cada momento debemos reflejar en
nuestras palabras y acciones que Dios es nuestro Padre y que confesamos en Él. La
Biblia nos enseña que Dios es verdadero:
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos
sus caminos son rectitud: Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él”
(Deuteronomio XXXII, 4).
“Porque es Eterno es bueno, para siempre es su
misericordia, y su verdad por todas las generaciones”
(Salmo C, 5).
“Yo
soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí” (San
Juan XIV, 6).
“Tu
Palabra es verdad” (San Juan XVII, 17).
“Tú
dices que soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo
aquel que es de la verdad, oye mi voz” (San
Juan XVIII, 37).
La
verdad conduce a la piedad, y esta consiste en querer todo aquello que se
refiere a Dios y su obra, lo cual debe ser educado como un hábito, para ello
podemos mirar a nuestra Madre del Cielo y ver su ejemplo de amor a quien se
reveló como la verdad:
a). Acostumbrarse a pensar bien de los demás: El creyente –como la
Virgen- sabe sacar bien de todo aquello que está a su alrededor, evitando tener
prejuicios y hacer juicios temerarios. La caridad y la vedad van de la mano por
lo que nunca habrá oposición entre ambas, por el contrario se exigen
mutuamente.
b). Aprender a ser reservados de lo que confía:
San Lucas nos dice que la Virgen “guardaba
todo en su corazón”. Las mociones y revelaciones que tendría de Dios muchas
de ellas quedaban en su conciencia maternal. Muchas veces se puede pedir
discreción, sigilo y silencio a alguna confidencia que se nos dé, ante la cual
debemos crecer en fidelidad, por lo que el amor a la verdad implica proclamarla
cuando corresponde y reservarla cundo es necesario y así se nos solicita. Si
alguien nos confía un secreto debemos guardarlo. La confidencialidad es algo
virtuoso, pero la complicidad es algo vicioso.
Finalmente, recordemos que para Dios hay un imposible y
eso es el acto de mentir, por lo que si queremos vivir santamente nuestra
opción única es decir la verdad siempre evitando el pecado cuya raíz nace
siempre de una mentira, por pequeña que
esta nos parezca. ¡Que Viva Cristo Rey!
PADRE JAIME
HERRRERA GONZÁLEZ
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