TEMA : “IR A MISA CADA DOMINGO Y FIESTAS DE
GUARDAR”
FECHA: MES DE MARÍA / TEMA DÉCIMO / AÑO 2019.
FECHA: MES DE MARÍA / TEMA DÉCIMO / AÑO 2019.
Iniciamos la tercera
semana del Bendito Mes de María. A lo largo de este tiempo estamos contemplando
cómo la Virgen María fue obediente en todo a los designios de Dios. Aun en los
momentos de mayor incertidumbre, y ante desafíos del todo imprevistos, no
exentos de una persecución vivida en primera persona, la Madre de Dios se mantuvo fiel a la
voluntad de Dios, y es la base de su enseñanza como Madre y Maestra de la
Iglesia, por esto el creyente no puede hacer una dicotomía entre lo que es
Jesús y su obra magna como es nuestra Iglesia.
Sin duda, en la actualidad
persiste una grave tentación, nacida del liberacionismo teológico, que consiste en pretender aceptar a Cristo sin
su Iglesia, pero ello implica mutilar el mensaje dado por el Señor, haciendo
una simple parodia de la fe que exige decir ¡Si a Cristo! y ¡Si a su Iglesia!
Plena validez conserva, particularmente en nuestro tiempo la necesidad de
reiterar que la Iglesia, como sacramento de salvación, es necesaria para alcanzar la bienaventuranza
eterna.
Los mandamientos de
nuestra Iglesia se fundamentan en el mandato dado por Jesús al apóstol Simón Pedro
y a cada uno de sus sucesores: “Tú eres
Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia. El poder del mal nunca prevalecerá
sobre ti. Lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates
en la tierra quedará desatado en el Cielo”.
MISA MES DE MARÍA COLEGIO MACKAY
Nuestra Iglesia, que es la
de Cristo, tiene dos finalidades esenciales: Alabar y glorificar a Dios, y
procurar obtener la salvación de cada bautizado. El primer mandamiento de la
Iglesia implica “ir a Santa Misa todos los domingos y fiestas de guardar”.
Sin duda es un eco
necesario del tercer mandamiento del decálogo, el cual exhorta a santificar el día
del Señor que es el domingo (Dies Domini),
porque este día resucitó Jesús, este día
envió el Espíritu santo en el día cincuenta de la Pascua, y en un día como este
subió a los cielos desde el Monte Tabor. El domingo se santifica en lo santo y
ante el santo, por esto hablamos de “mandamiento” o “precepto” porque no es
opcional, ni facultativo, y que está
mandado para todo bautizado mayor de siete años y menos de sesenta años.
De modo especial, es un mandamiento que se relaciona a una mejor vivencia
de la vida sacramental recordando que cada uno de ellos es un signo
visible que nos transmite una gracia
invisible, que en caso de la Eucaristía es el autor de la gracia a quien
recibimos.
Junto a lo anterior este
mandamiento está relacionado a una mejor organización de la vida en la
Iglesia. Este Precepto eclesiástico debe ser guardado por todos los
bautizados y han sido dados para mejor cumplir los divinos. Respecto a ello
diremos que quien puede lo más, puede lo menos.
La Virgen María ha sido
reconocida contemporáneamente como Madre y Maestra, con lo cual Ella es reflejo
de la misión de nuestra Iglesia que cuida y enseña, y esto lo hace por medio de
los mandamientos que nace no desde una razón antojadiza sino del deseo que
todos los hombres puedan alcanzar la salvación.
El tiempo que está a
nuestra disposición forma parte de la
oportunidad que el Señor nos ha dado para obtener meritoriamente la Vida Eterna
de tal manera que cada momento que tenemos ahora forma parte del trampolín que nos impulsa a llegar a la bienaventuranza.
Para esto, los mandamientos de nuestra
Iglesia lejos de constituir un obstáculo -como los suele presentar el
liberacionismo- constituyen una ayuda eficaz
y necesaria. ¡El que ama a Dios cumple los mandamientos!
Por tanto, el tiempo que
disponemos ha de ser empleado para dar culto a Dios y el medio más importante
es vivir y participar del sacrificio de la Santa Misa donde se renueva real y
substancialmente lo que Jesús hizo en la cruz. Como católicos, durante la Misa,
no recordamos lo hecho en el calvario
sino que vivimos de lo que allí sucede ahora, en el instante eterno de cada
altar. No queremos una “iglesia avivada” es decir que de manera impropia
sea aceptada por el mundo de hoy; no queremos una Iglesia que reniegue de sus verdades
fundamentales y de la sangre de sus mártires que dieron la vida por su
expansión en santidad.
Para esto necesita nutrirse
de la Santa Eucaristía permanentemente, por lo que no se puede tener un
sacerdocio que no esté anclado en la
presencia sacramental de Cristo. Seamos claros: se falsea el amor a Dios y el
amor a los más pobres cuando se pretende afirmar que la presencia de Cristo en
la misa es sólo simbólica. Es “real y
substancial” nos enseña el Concilio de Trento. ¡Que Viva Cristo Rey!
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