miércoles, 27 de noviembre de 2019


TEMA  :   “IR A MISA CADA DOMINGO Y FIESTAS DE GUARDAR”
FECHA:   MES  DE  MARÍA     /    TEMA   DÉCIMO     /     AÑO   2019.
Iniciamos la tercera semana del Bendito Mes de María. A lo largo de este tiempo estamos contemplando cómo la Virgen María fue obediente en todo a los designios de Dios. Aun en los momentos de mayor incertidumbre, y ante desafíos del todo imprevistos, no exentos de una persecución vivida en primera persona,  la Madre de Dios se mantuvo fiel a la voluntad de Dios, y es la base de su enseñanza como Madre y Maestra de la Iglesia, por esto el creyente no puede hacer una dicotomía entre lo que es Jesús y su obra magna como es nuestra Iglesia.
Sin duda, en la actualidad persiste una grave tentación, nacida del liberacionismo teológico,  que consiste en pretender aceptar a Cristo sin su Iglesia, pero ello implica mutilar el mensaje dado por el Señor, haciendo una simple parodia de la fe que exige decir ¡Si a Cristo! y ¡Si a su Iglesia! Plena validez conserva, particularmente en nuestro tiempo la necesidad de reiterar que la Iglesia, como sacramento de salvación,  es necesaria para alcanzar la bienaventuranza eterna.
Los mandamientos de nuestra Iglesia se fundamentan en el mandato dado por Jesús al apóstol Simón Pedro y a cada uno de sus sucesores: “Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia. El poder del mal nunca prevalecerá sobre ti. Lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”.

MISA MES DE MARÍA COLEGIO MACKAY

Nuestra Iglesia, que es la de Cristo, tiene dos finalidades esenciales: Alabar y glorificar a Dios, y procurar obtener la salvación de cada bautizado. El primer mandamiento de la Iglesia implica “ir a Santa Misa todos los domingos y fiestas de guardar”.
Sin duda es un eco necesario del tercer mandamiento del decálogo, el cual exhorta a santificar el día del Señor que es el domingo (Dies Domini),  porque este día resucitó Jesús, este día envió el Espíritu santo en el día cincuenta de la Pascua, y en un día como este subió a los cielos desde el Monte Tabor. El domingo se santifica en lo santo y ante el santo, por esto hablamos de “mandamiento” o “precepto” porque no es opcional,  ni facultativo, y que está mandado para todo bautizado mayor de siete años y menos de sesenta años.
De modo especial,  es un mandamiento que se relaciona a una mejor vivencia de la vida sacramental recordando que cada uno de ellos es un signo visible que nos transmite  una gracia invisible, que en caso de la Eucaristía es el autor de la gracia a quien recibimos.
Junto a lo anterior este mandamiento está relacionado a una mejor organización de la vida en la Iglesia. Este Precepto eclesiástico debe ser guardado por todos los bautizados y han sido dados para mejor cumplir los divinos. Respecto a ello diremos que quien puede lo más, puede lo menos.
La Virgen María ha sido reconocida contemporáneamente como Madre y Maestra, con lo cual Ella es reflejo de la misión de nuestra Iglesia que cuida y enseña, y esto lo hace por medio de los mandamientos que nace no desde una razón antojadiza sino del deseo que todos los hombres puedan alcanzar la salvación.  
El tiempo que está a nuestra disposición  forma parte de la oportunidad que el Señor nos ha dado para obtener meritoriamente la Vida Eterna de tal manera que cada momento que tenemos ahora forma parte del trampolín que nos impulsa a llegar a la bienaventuranza. Para esto,  los mandamientos de nuestra Iglesia lejos de constituir un obstáculo -como los suele presentar el liberacionismo-  constituyen una ayuda eficaz y necesaria. ¡El que ama a Dios cumple los mandamientos!
Por tanto, el tiempo que disponemos ha de ser empleado para dar culto a Dios y el medio más importante es vivir y participar del sacrificio de la Santa Misa donde se renueva real y substancialmente lo que Jesús hizo en la cruz. Como católicos, durante la Misa,  no recordamos lo hecho en el calvario sino que vivimos de lo que allí sucede ahora, en el instante eterno de cada altar. No queremos una “iglesia avivada” es decir que de manera impropia sea aceptada por el mundo de hoy; no queremos una Iglesia que reniegue de sus verdades fundamentales y de la sangre de sus mártires que dieron la vida por su expansión en santidad.
Para esto necesita nutrirse de la Santa Eucaristía permanentemente, por lo que no se puede tener un sacerdocio que no esté anclado en la presencia sacramental de Cristo. Seamos claros: se falsea el amor a Dios y el amor a los más pobres cuando se pretende afirmar que la presencia de Cristo en la misa es sólo simbólica. Es “real y substancial” nos enseña el Concilio de Trento. ¡Que Viva Cristo Rey!



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