MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO DE LA MISERICORDIA.
1).
El encuentro con la mujer, viuda y pobre de Naím.
Todos tenemos
problemas, como dice un buen hijo de la Guadalupana, “la vida no es fácil”, aún más es dura, y el Señor nos ha pedido
que ayudemos en todo momento a quien lo requiere. Las necesidades materiales
son importantes, pero sin duda, aquella que es capaz de hacer llorar de
tristeza adquiere una urgencia impostergable, toda vez que el mismo Cristo, en
el episodio de la resurrección del hijo de la viuda de Naim le dijo a la
desconsolada mujer y madre: “No llores”.
5º OBRA DE CARIDAD: CONSOLAR AL TRISTE |
¿Qué ocasiona el
sufrimiento? Muchas veces lo puede provocar la falta de una fe arraigada, en
otras, será una esperanza que no encuentra dónde apoyarse, y en otras, no
saberse querido, amado, estimado, o considerado de manera suficiente. Todo ello
puede ser causa que el corazón esté triste, y sabido es que la tristeza del
alma es la puerta entreabierta de la tentación y del maligno. Sin duda la
alegría del maligno parte de un corazón triste, por ello, hay que mirar la
invitación del Señor a “no llorar”
como consecuencia de un encuentro “cara a
cara” con Él por medio de: la oración, de la Santa Eucaristía, de la
devoción a la Virgen María, de la lectura atenta de la Santa Biblia y la
vivencia efectiva de las obras de misericordia, espirituales y corporales.
Después de procurar cumplir todo esto ¿habrá tiempo para estar triste? o
¿Tendrá razón el corazón humano de lamentarse hasta llorar?
En el Catecismo solemos
enseñar a nuestros niños un pequeño canto, muy elocuente a este respecto y que
ellos lo suelen cantar con gran entusiasmo: “Si la tristeza llega a tu corazón
y te pide déjame entrar, dile no, no, no, Cristo vive en mí y no hay lugar para
ti”. Es verdad: no puede encontrar asidero alguno el sufrimiento, la
incertidumbre y el egoísmo en un alma donde está primero el amor a Dios. ¡Allí
donde primerea Jesucristo, el maligno
siempre será segundón!
2).
Jesús es asistido por un ángel en el Huerto de los Olivos.
“Mi
alma siente una tristeza de muerte”: En momentos donde el
Verbo Encarnado sentía el peso de los episodios cruentos de Viernes Santo de la
Pasión, habiendo ya celebrado la Ultima Cena, inmerso en la oración en el
Huerto de los Olivos, no desdeñó la compañía y el consuelo ofrecido por un
ángel enviado por el Padre Eterno. Si el mismo Cristo optó por sufrir asistido
por la ayuda enviada desde el Cielo, ¿Por qué el creyente despreciará el
consuelo que nace del amor a Dios? No nos cansemos de recordar que Cristo:
Eterno, Todopoderoso, y Omnicomprensivo, fue un día “ayudado” por una creatura de naturaleza espiritual que lo
confortó, animó y acompañó en las horas cruciales previas al Calvario. Por
ello, el verdadero amor al prójimo es aquel que es reflejo del Amor de Dios,
como un eco nítido de los sentimientos del Corazón de Jesús que “todo lo hizo
bien”.
La muerte y
resurrección de Jesús constituyen la verdadera Pascua para el creyente, en la
cual nos obtiene la verdadera libertad y se constituye (el Señor) de una vez
para siempre como causa de nuestra alegría. Según esto, el consolar a los tristes es parte del anuncio
de resurrección, que tiene su fundamento en lo que el mismo Jesús aquella
mañana del sepulcro vacío señaló a María: “¿Por
qué lloras?” (San Juan XX, 13).
JESUCRISTO CONSOLADO POR UN ÁNGEL |
Para seguir a Jesús y
practicar durante este tiempo la quinta obra de misericordia espiritual, en orden a consolar al que está triste, hemos
procurar revestir esta obra con un envoltorio que incluya:
a).
Empatizar con la tristeza: Es muy importante aprender a
terminar de escuchar a quien viene a
desahogarse a nosotros, dando el tiempo suficiente y mostrando una
actitud que facilite que cuente toda lo que hay en su corazón apesadumbrado. Sin duda hay que dar tiempo a quien está
sufriendo, manifestando una actitud de verdadero interés donde el afligido
perciba implícitamente que nos importa lo que ahora estás diciendo.
b).
Alegrar al que está triste: La alegría es contagiosa. Y es
necesaria para llegar al que está sumergido en la desesperanza y la tristeza.
El Evangelio es un constante llamado a estar alegres porque el Señor ya está en
medio nuestro (San Juan XX, 20 y San Lucas II, 10).
En este sentido la mejor terapia que una persona con depresión puede tener es
sin duda recibir en su corazón la gracia que es Jesucristo. Abrir de par en par
las puertas del alma a Cristo. Así lo recuerda san Pablo: “! Bendito sea Dios, Padre de la misericordia y Dios de todo consuelo,
que nos consuela en cualquier tribulación, hasta el punto de poder consolar
nosotros a los demás, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos
consolados por Dios” (2 Corintios I, 3-5).
c),
Dar razón de esperanza: El mundo actual es muy diferente
al que vivió nuestro Señor. Muchas personas se sienten desdichados, están
sumergidos en la tristeza, y presumen de una felicidad que en verdad no sienten
ni les satisface. Los sucedáneos de dicha y migajas de consuelo les hacen
padecer melancólicamente cayendo en ocasiones en abiertas depresiones que es la
enfermedad de nuestro tiempo porque es el tiempo de mayo negación de Dios.
Jesús se presenta como el anuncio realizado, el “Consuelo de Israel” que sabía
ofrecer alivio y consuelo a todo el que se le acercaba, de manera especial a
los cansados y agobiados (San Mateo XI, 28-30).
En este mundo no se nos
ha prometido el fin de toda tristeza. Vamos caminando como en medio de “un valle da lágrimas”. Más, sí con el
advenimiento de Jesús tendremos un “cielo nuevo y una tierra nueva”, donde el
mismo Dios “secará toda lágrima” (Apocalipsis
VII, 17) y donde “ya no
habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha desaparecido”
(Apocalipsis
XXI, 4).
El camino de la esperanza cristiana hace inmune al alma de toda tristeza” ¡Que
viva Cristo Rey!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario