MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO
DE LA MISERICORDIA.
PERDONAR LAS OFENSAS RECIBIDAS |
Sin duda el tema de la
cuarta obra de misericordia es un tema que podemos describir como “genuinamente cristiano y religioso”. Si
bien hemos de reconocer que el Antiguo Testamento habla en todo momento del perdón
y la misericordia, es necesario comprender que lo hace teniendo en el horizonte
la venida del Mesías esperado, quien es finalmente la Palabra definitiva del Padre
Dios, quien en Jesucristo habló de una
vez para siempre.
Por ello, es “propio” el mensaje de Jesús respecto
del perdón, un mensaje original que anuncia que la misericordia del perdón de
las ofensas es un don que se recibe gratuitamente y que se ha de dar con igual gratuidad. Quien
experimenta el perdón sufre en su corazón una transformación que puede denominarse
como una verdadera “resurrección”. Un
volver a vivir. Entonces, si esto se asume es realmente una vida nueva más que
una nueva página (etapa) de nuestra vida. El hecho de “resetear” nuestra alma con el bálsamo del perdón sacramental conlleva para el creyente una mayor capacidad
de amar: de hacer el bien, de vivir la vedad, de ser mas piadosos, de ser más
fraternos y por cierto, de expandir la caridad,
recordando que la medida del amor es amar
sin medida, perfectamente aplicable al perdón.
La gratuidad del perdón
lejos de restarle valor al acto, lo enaltece. La serie televisiva americana
rodada el año 2012 por de Kevin Costner, relata la honda enemistad entre dos familias:
los Hatfields y los Mc Coys, a las quienes la publicidad da a cada uno el nombre
de “nunca olvida” y “nunca perdona”. En jerga popular se
llevaban “como el perro y el gato”.
Al interior del
corazón, inmerso en las relaciones familiares, en lo hondo de las comunidades
vecinales y sociales, entre las naciones, suelen darse en mayor o menor grado
estas dos expresiones…”ni perdón ni olvido”, que –ciertamente- constituye una
verdadera blasfemia, ya que ultraja el Santo Nombre de Dios que se nos ha dado
a conocer como: “Dios es amor”, que perdona
y no lleva cuenta de nuestros muchos delitos…”¿Qué
Dios hay como Tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente
de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar” (Miqueas
VII, 18).
DIOS NO SE CANSA DE PERDONAR |
La cerrazón del corazón
que no es capaz de perdonar tiene como consecuencia una serie de males, que por
cierto, el mayor es el riesgo de condenarse para siempre, como también de privar
de una necesaria reconciliación que agrade al cielo, y de una vivencia de la
caridad que se ve mutilada por el rencor provocando dolencias de alma y de cuerpo. El rencor que nace de no perdonar siempre termina enfermando
el alma de una Patria y el alma de cada
creyente. ¿El remedio? …”Si mi pueblo,
que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta,
yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra” (2 Crónicas VII,
14).
Hemos de perdonar las
ofensas que nos hagan para ser perdonados de las que hacemos a Dios. Jesús lo
dijo con toda claridad cuando enseñó a
rezar a sus discípulos: ¡Invocar la misericordia desde la capacidad de perdonar!
Para ello consideremos hoy cuatro puntos respecto de la obra de misericordia
espiritual de perdonar a quienes nos ofenden:
a).
Estar seguros de lo que uno ha hecho: Parece evidente, pero
es necesario discernir con precisión respecto de lo que uno hizo habida
consideración de diversos factores que inciden en nuestra culpabilidad y por lo
tanto en el acto de contrición hecho,
como ofensa a Dios y a los demás. Echarse toda la culpa de lo que uno o ha
hecho puede ser tan negativo como desligarse naturalmente de lo que uno sí ha
hecho. Por eso, cuando se concede el perdón de una ofensa que se nos ha hecho,
hemos de meditar y orar ara discernir correctamente. Si la ofensa es
intencionada es la oportunidad de perdón y de imitar a Jesucristo, si la ofensa
no fue intencionada es la ocasión para crecer
en la virtud de la paciencia, en orar por quien hizo un mal “sin querer queriendo” y en enseñar a
quien no sabe.
b).
Es la mejor posibilidad: Ante una ofensa nos vemos en la
disyuntiva de tres caminos: la venganza
que es totalmente anticristiana, el olvidar
que implica barnizar una ofensa cuyo mal permanece vigente y puede sobresalir
en cualquier momento nuevamente, en cierto modo, podemos decir que el simple “pasar
por alto” una ofensa sin perdonar de verdad implica postergar el perdón y, a
fin de cuentas no conceder el perdón necesario. Entonces, decidir el camino del
perdón siempre nos liberará de las
heridas del alma pues, “el que perdona la
ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos” (Proverbios
XVII, 9).
c).
Comunicar el perdón: Es fundamental dar a conocer la opción
de perdonar que hemos tomado. Por cierto, a través de la oración, hablando con
Dios de nuestra opción, y luego darla a conocer por una palabra, un gesto, y un
estilo de vida que haga simple la reconciliación ante la ofensa recibida,
evitando los melodramas propios de una telenovela.
d).Recurrir
al sacramento de la confesión: No hay camino más
seguro para poder perdonar que haber recibido el sacramento de la confesión. Pues
en el somos protagonistas en primera persona del perdón infinitamente generoso
de Dios hacia cada uno. De mucho más nos perdona Dios de aquello que nosotros
eventualmente podemos perdonar a nuestros hermanos, una vez que experimentamos
el perdón y somos participes de sus gracias, los frutos ·vienen por añadidura”
y nos es más fácil perdonar, es más fácil olvidar, es más fácil dar vuelta la página.
Oración para perdonar
las ofensas: “Señor, yo decido perdonar, quítame lo que siento, borra de mi
corazón estas heridas, dame un corazón nuevo, te entrego el mío, ven a mi vida
Jesucristo a ti te lastimaron profundamente, a ti te dañaron y te atreviste a
decir a tu Padre; ¡Perdónalos porque no saben lo que hacen! Señor, yo te digo
hoy perdona a tal persona porque me lastimó profundamente, y llévate de mi corazón
este amargo (sentimiento de) rencor. Señor Jesús: yo hago mi parte con tu
auxilio, Tú haz la tuya” ¡Que Viva Cristo Rey!
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