MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO DE LA MISERICORDIA.
La
primera de las obras de misericordia corporales que consideraremos en este Año
Jubilar y en este Mes de la Caridad Fraterna, es visitar a los enfermos. Nuestro
Señor lo hizo frecuentemente, al punto de ser una nota característica de su
vida pública, en la cual no hay ciudad prácticamente que haya visitado que no
hubiese sanado en ella a un enfermo. De igual manera, entre los 39 relatos de
sus milagros encontramos 29 en directa relación a los enfermos descritos por los
cuatro evangelistas.
PRIMERA OBRA DE MISERICORDIA CORPORAL |
Nuestro
Señor al asumir en todo la condición humana lo hizo también en nuestras
debilidades y dolencias, provocando con ello un cambio radical en la tradicional
visión semita que se tenía del enfermo como un hombre marcado por el
sufrimiento porque no contaba con la bendición de Dios. Esto hizo que los
enfermos quedasen excluidos de la vida habitual, incluida la dimensión
religiosa, toda vez que el hecho de estar
enfermo era tenido como producto de un castigo divino, tal como la pobreza
entre otros males.
El
hecho milagroso de la concepción y del parto indoloro de la Virgen María,
sumado al primer llamado de la vida bienaventurada a los que sufren y son pacientes
sin duda causa gran desconcierto y molestia en los ambientes de la ortodoxia
semita contemporánea a Jesús que no verían con buenos ojos que los enfermos
fuesen sanados e invitados a la bienaventuranza…pues eran pecadores.
Anticipadamente
nuestro Señor verificaría que sus palabras como el misterio de la Cruz serían
para unos un escándalo y para otros una necedad, lo cual en no pocos ambientes
–también- de bautizados- el tema de la enfermedad es tenido como un añadido
incomprensible que suele dejarse entre el desprecio y el olvido. Una poetisa
clamaba décadas atrás ¡Que solos están
los muertos! Refiriéndose al silencio solitario de los cementerios;
podríamos añadir igualmente en nuestros días: ¡Qué solos están los enfermos! Conviene tener presente algunas
consideraciones al momento de ir a visitar a los enfermos:
a). Buscar a quien
visitar: Es
posible que los enfermos conocidos sean varios, algunos con dolencias
pasajeras, otros con enfermedades terminales, o alguno en recuperación de un
accidente o una operación. Procuremos escoger a quien consideremos tiene menos
compañía, o que nos resulta más complicado visitar por su lejanía. Dios
premiará doblemente el esfuerzo hecho, recordando que Él es siempre el mejor
pagador.
b). Dar tiempo
suficiente: Para
ello conviene programar con los encargados del paciente el horario más
adecuado, pues hemos de evitar incomodar en lo más mínimo al enfermo y a
quienes lo cuidan. Lo anterior permitirá dedicar el tiempo necesario, sin la
prisa que evidencia impaciencia de nuestra
parte, y que podría inducir a pensar al enfermo que lo hemos visitado por mera cortesía
u obligación. Por el contrario, la visita del creyente debe contagiar de
esperanza y hacer partícipe de la verdadera caridad imperante en nuestros
corazones, la cual nace, se encamina y dirige en el amor a Dios. No menor es el
hecho de tener la delicadeza de apagar el celular mientras se visita al
enfermo.
c). Arriba los
corazones: Este
expresión que repetimos en cada Santa Misa en el dialogo del sacerdote con los fieles, nos recuerda que el
fin de la visita al enfermo debe ser ocasión del mutuo crecimiento espiritual.
Es posible que la visita en ocasiones tenga mayores frutos en quien visita que
en quien es visitado, pues permite descubrir la necesidad de compañía del
enfermo que además de una enfermedad que le obliga a permanecer postrado o en
su hogar, muchas veces está inmerso en la soledad, y sumergido en el olvido.
Hay muchos enfermos que con el tiempo se han transformado en invisibles: ni son
visitados ni son auxiliados.
Por
esto, nuestra visita debe revestirse del verdadero Amor de Dios, sabiendo que
estamos llamados a ser pregoneros de una fe que permita al enfermo ver el horizonte
que está más allá de su enfermedad. En efecto, hablando de Dios y hablando con
Dios junto al enfermo le llenaremos de una nueva esperanza que le permitirá ver
la enfermedad como la visita de Dios y, en un paso posterior, descubrir el
significado de la enseñanza del Apóstol San Pablo al respecto: “Completo en mi carne los sufrimientos (padecimientos)
de Cristo en la Cruz para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses
I, 24-28).
Mes de la caridad fraterna en Chile |
d) No hablar de
enfermedades: Evitaremos
en nuestra visita al enfermo hablar de su enfermedad y de las de otros,
incluidas las dolencias personales, porque de lo que se trata es de acompañar
con la Palabra de Dios, con el testimonio personal, y con la vivencia de la fe
de cada uno, a quien está sumergido en el sufrimiento, el cual no
necesariamente responde a la gravedad física de una enfermedad, sino a una
carencia de una mayor vida interior en Jesucristo y en su Iglesia única.
e). Certeza de
visitar a Cristo:
En medio del Año de la Misericordia, vamos tomando mayor conciencia que todo
bautizado, como hijo de Dios y de la Iglesia Santa, debe procurar vivir
diariamente las obras de misericordia teniendo no sólo como ejemplo lo que hizo
nuestro Señor, sino llevando a cabo cada obra de caridad en su espíritu mismo,
de tal manera que podamos saber con certeza que el enfermo que visitamos es imagen
de Jesucristo, tal como lo dijese un día San Alberto Hurtado: “El pobre es Cristo…el enfermo es Cristo”. ¡Que
Viva Cristo Rey!
PADRE
JAIME HERRERA / CURA PÁRROCO DE PUERTO CCLARO / DIÓCESIS DE VALPARAISO CHILE
No hay comentarios:
Publicar un comentario