jueves, 25 de agosto de 2016

Visitar a los enfermos

 MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO DE LA MISERICORDIA.

La primera de las obras de misericordia corporales que consideraremos en este Año Jubilar y en este Mes de la Caridad Fraterna, es visitar a los enfermos. Nuestro Señor lo hizo frecuentemente, al punto de ser una nota característica de su vida pública, en la cual no hay ciudad prácticamente que haya visitado que no hubiese sanado en ella a un enfermo. De igual manera, entre los 39 relatos de sus milagros encontramos 29 en directa relación a los enfermos descritos por los cuatro evangelistas.

 PRIMERA OBRA DE MISERICORDIA CORPORAL 
Nuestro Señor al asumir en todo la condición humana lo hizo también en nuestras debilidades y dolencias, provocando con ello un cambio radical en la tradicional visión semita que se tenía del enfermo como un hombre marcado por el sufrimiento porque no contaba con la bendición de Dios. Esto hizo que los enfermos quedasen excluidos de la vida habitual, incluida la dimensión religiosa, toda vez que  el hecho de estar enfermo era tenido como producto de un castigo divino, tal como la pobreza entre otros males.

El hecho milagroso de la concepción y del parto indoloro de la Virgen María, sumado al primer llamado de la vida bienaventurada a los que sufren y son pacientes sin duda causa gran desconcierto y molestia en los ambientes de la ortodoxia semita contemporánea a Jesús que no verían con buenos ojos que los enfermos fuesen sanados e invitados a la bienaventuranza…pues eran pecadores.

Anticipadamente nuestro Señor verificaría que sus palabras como el misterio de la Cruz serían para unos un escándalo y para otros una necedad, lo cual en no pocos ambientes –también- de bautizados- el tema de la enfermedad es tenido como un añadido incomprensible que suele dejarse entre el desprecio y el olvido. Una poetisa clamaba décadas atrás ¡Que solos están los muertos! Refiriéndose al silencio solitario de los cementerios; podríamos añadir igualmente en nuestros días: ¡Qué solos están los enfermos! Conviene tener presente algunas consideraciones al momento de ir a visitar a los enfermos:

a). Buscar a quien visitar: Es posible que los enfermos conocidos sean varios, algunos con dolencias pasajeras, otros con enfermedades terminales, o alguno en recuperación de un accidente o una operación. Procuremos escoger a quien consideremos tiene menos compañía, o que nos resulta más complicado visitar por su lejanía. Dios premiará doblemente el esfuerzo hecho, recordando que Él es siempre el mejor pagador.

b). Dar tiempo suficiente: Para ello conviene programar con los encargados del paciente el horario más adecuado, pues hemos de evitar incomodar en lo más mínimo al enfermo y a quienes lo cuidan. Lo anterior permitirá dedicar el tiempo necesario, sin la prisa que evidencia  impaciencia de nuestra parte, y que podría inducir a pensar al enfermo que lo hemos visitado por mera cortesía u obligación. Por el contrario, la visita del creyente debe contagiar de esperanza y hacer partícipe de la verdadera caridad imperante en nuestros corazones, la cual nace, se encamina y dirige en el amor a Dios. No menor es el hecho de tener la delicadeza de apagar el celular mientras se visita al enfermo.

c). Arriba los corazones: Este expresión que repetimos en cada Santa Misa en el dialogo del  sacerdote con los fieles, nos recuerda que el fin de la visita al enfermo debe ser ocasión del mutuo crecimiento espiritual. Es posible que la visita en ocasiones tenga mayores frutos en quien visita que en quien es visitado, pues permite descubrir la necesidad de compañía del enfermo que además de una enfermedad que le obliga a permanecer postrado o en su hogar, muchas veces está inmerso en la soledad, y sumergido en el olvido. Hay muchos enfermos que con el tiempo se han transformado en invisibles: ni son visitados ni son auxiliados.

Por esto, nuestra visita debe revestirse del verdadero Amor de Dios, sabiendo que estamos llamados a ser pregoneros de una fe que permita al enfermo ver el horizonte que está más allá de su enfermedad. En efecto, hablando de Dios y hablando con Dios junto al enfermo le llenaremos de una nueva esperanza que le permitirá ver la enfermedad como la visita de Dios y, en un paso posterior, descubrir el significado de la enseñanza del Apóstol San Pablo al respecto: “Completo en mi carne los sufrimientos (padecimientos) de Cristo en la Cruz para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses I, 24-28).

Mes de la caridad fraterna en Chile
d) No hablar de enfermedades: Evitaremos en nuestra visita al enfermo hablar de su enfermedad y de las de otros, incluidas las dolencias personales, porque de lo que se trata es de acompañar con la Palabra de Dios, con el testimonio personal, y con la vivencia de la fe de cada uno, a quien está sumergido en el sufrimiento, el cual no necesariamente responde a la gravedad física de una enfermedad, sino a una carencia de una mayor vida interior en Jesucristo y en su Iglesia única.

e). Certeza de visitar a Cristo: En medio del Año de la Misericordia, vamos tomando mayor conciencia que todo bautizado, como hijo de Dios y de la Iglesia Santa, debe procurar vivir diariamente las obras de misericordia teniendo no sólo como ejemplo lo que hizo nuestro Señor, sino llevando a cabo cada obra de caridad en su espíritu mismo, de tal manera que podamos saber con certeza que el enfermo que visitamos es imagen de Jesucristo, tal como lo dijese un día San Alberto Hurtado: “El pobre es Cristo…el enfermo es Cristo”. ¡Que Viva Cristo Rey!
        
      

PADRE JAIME HERRERA / CURA PÁRROCO DE PUERTO CCLARO / DIÓCESIS DE VALPARAISO CHILE

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