domingo, 28 de agosto de 2016

Vestir al Desnudo

 MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO DE LA MISERICORDIA.

Resulta curioso comentar en el Mes de la Caridad Fraterna la obra de misericordia que implica vestir al desnudo cuando hay quienes propician la defensa de sacarse la ropa por cualquier motivo con el fin de captar la atención y buscar un momento instante de fama. Con ello lucran con su propia desnudez, dando lo mismo que se haga por dinero como es el caso de los innumerables medio de comunicación cómplices de los que promocionan la pornografía.

 MES DE LA CARIDAD FRATERNA EN CHILE

Socialmente no parece ser una virtud cubrir el cuerpo: en Francia no se impide exhibirse como carne de carnicería en las playas pero si se le hace a quienes –por causa religiosa- usan una indumentaria “muy decorosa”. En Chile no faltan los que prácticamente se apoderan de playas de uso público para presentarse en un acto reñido a la moral, de suyo estipulado en nuestra legislación.

El esfuerzo del creyente por vivir esta obra de misericordia, cuya esencia la encontramos en los santos evangelios, tiene vigencia y necesidad en vista a presentarnos de manera decorosa en toda circunstancia y en procurar que  quien carece del vestuario pueda tener el necesario, y en orden a cultivar en nuestros ambientes familiares y sociales un ambiente de respeto en el vestir.

En la décima estación del Santo Vía Crucis recordamos el momento cuando Jesús fue despojado de sus vestimentas., dando así cumplimiento a las Escrituras Santas: “Reparten entre sí mi ropa, y se echan a suerte mi túnica“(Salmo XXII, 19). A Jesús le colocaron una vestimenta púrpura para mofarse de Él, la cual sacan al momento previo de clavarle en la cruz, dejando al descubierto las heridas de nuestra salvación, en las cuales “somos sanados” (Isaías LIII, 5).

Sin duda, aquel momento nos recuerda el inicio de la inocencia de la vida del hombre inserto en el Paraíso, y por otra la concupiscencia vigente luego del pecado original. Ambas realidades se unen de manera misteriosa al momento de procurar dar cumplimiento a la obra de misericordia de vestir al desnudo.

Así lo recordaba Su Santidad Benedicto XVI: “En la inocencia original, la desnudez era la vestimenta de la gloria del hombre: su amistad trasparente y hermosa con Dios. Con la caída, la armonía de esa relación se rompe, la desnudez sufre vergüenza y lleva consigo el recuerdo dramático de aquella pérdida. La desnudez significa la verdad del ser. Jesús, despojado de sus vestiduras, tejió en la cruz el hábito nuevo de la dignidad filial del hombre. Esa túnica sin costuras queda allí, íntegra para nosotros; la vestidura de su filiación divina no se ha rasgado, sino que, desde lo alto de la cruz, se nos ha dado” (Vía Crucis, año 2011).

De lo anterior se desprende el imperativo de la caridad fraterna en orden a vestir al que lo requiere, llegando a ser su cumplimiento un camino de configuración con Jesús que pasó haciendo el bien, y que asumió el camino de la necesidad hasta decirnos: “Estuve desnudo y me vestisteis” (San Mateo XXV, 36). En efecto, Dios mismo vistió y protegió con ello a Adán y Eva, luego que cometieron el pecado original, por lo que “vistiendo al desnudo” imitamos a Dios, tal como lo ha hecho nuestra Madre la Iglesia en todo momento.

VESTIR A QUIEN LO NECESITA

Sabido es, por ejemplo, el episodio de San Martín de Tours, oficial del ejército romano, que ante la desnudez de un mendigo que se congelaba de frío, cortó su propia capa para abrigarlo. En la noche siguiente a ello, Jesús se le presento vestido con la misma capa para recordarle que lo que hacemos con quien lo necesita lo hacemos con Él y en Él,  en la vivencia de la verdadera caridad.

a). Revisar qué está de más entre nuestras pertenecías: Mas allá de revisar qué vestimenta no usamos, qué está pasado de moda, y cuál está con algún defecto, es necesario aprender a desprendernos precisamente de aquello que más apego tenemos, de lo que consideramos imprescindible, de lo que nos cuesta dejar. Por ese camino iremos purificándonos de infinitud de esclavitudes materiales que, particularmente en el plano del vestir suelen manifestarse.

b). Cuidar las vestimentas que se tienen: En ocasiones frecuentes verificamos que lo que nos cuesta es lo que cuidamos, y por el contrario, aquello que ha sido regalado y no ha costado esfuerzo solemos despreciarlo en el cuidar. Por ello, cuando niños y jóvenes es muy frecuente “perder la ropa”, cosa que no pasa con el paso de los años. Sin duda, hay que valorar el regalo de Dios de poder tener una vestimenta decorosa, la cual sin lujos innecesarios podamos utilizar  durante un buen tiempo.

c). Compartir lo propio: Desde temprana edad hemos de aprender, en la vida familiar y escolar, a ser generosos con los que necesitan, de modo particular, respecto de  aquello que tenemos como “propio”, tal como es el caso –en general- de nuestra ropa. Qué hermosa oportunidad nos presenta el Señor que, en vez que la polilla ultime nuestra ropa, o el paso del tiempo la ajee, tengamos la ocasión de regalarla a quien la necesita  o a quien le hará feliz poder usarla.

d) Educar en la buena presentación: Sin duda como creyentes debemos tener el debido respeto al momento de vestirnos convenientemente para participar de la Santa Misa e ir a los diversos actos de culto católico. Pero, también, en nuestros hogares debemos ser cuidadosos de educar a los niños y jóvenes a vestir decorosamente y en quienes es necesario vestir con dignidad por lo que su vestimenta se ha convertido en una urgencia, y no pueden esperar más. Allí debe estar la solicitud y desprendimiento de cada creyente católico que de modo oportuno pueda “vestir al desnudo”.

    


PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / DIÓCESIS  DE VALPRAÍSO CHILE

No hay comentarios:

Publicar un comentario