MES DE LA CARIDAD FRATERNA / AÑO DE LA
MISERICORDIA.
Resulta curioso
comentar en el Mes de la Caridad Fraterna la obra de misericordia que implica
vestir al desnudo cuando hay quienes propician la defensa de sacarse la ropa
por cualquier motivo con el fin de captar la atención y buscar un momento instante
de fama. Con ello lucran con su propia desnudez, dando lo mismo que se haga por
dinero como es el caso de los innumerables medio de comunicación cómplices de
los que promocionan la pornografía.
MES DE LA CARIDAD FRATERNA EN CHILE |
Socialmente no parece
ser una virtud cubrir el cuerpo: en Francia no se impide exhibirse como carne
de carnicería en las playas pero si se le hace a quienes –por causa religiosa-
usan una indumentaria “muy decorosa”. En Chile no faltan los que prácticamente
se apoderan de playas de uso público para presentarse en un acto reñido a la
moral, de suyo estipulado en nuestra legislación.
El esfuerzo del
creyente por vivir esta obra de misericordia, cuya esencia la encontramos en
los santos evangelios, tiene vigencia y necesidad en vista a presentarnos de
manera decorosa en toda circunstancia y en procurar que quien carece del vestuario pueda tener el
necesario, y en orden a cultivar en nuestros ambientes familiares y sociales un
ambiente de respeto en el vestir.
En la décima estación
del Santo Vía Crucis recordamos el momento cuando Jesús fue despojado de sus
vestimentas., dando así cumplimiento a las Escrituras Santas: “Reparten entre sí mi ropa, y se echan a
suerte mi túnica“(Salmo XXII, 19). A
Jesús le colocaron una vestimenta púrpura para mofarse de Él, la cual sacan al
momento previo de clavarle en la cruz, dejando al descubierto las heridas de
nuestra salvación, en las cuales “somos
sanados” (Isaías LIII, 5).
Sin duda, aquel momento
nos recuerda el inicio de la inocencia de la vida del hombre inserto en el
Paraíso, y por otra la concupiscencia vigente luego del pecado original. Ambas
realidades se unen de manera misteriosa al momento de procurar dar cumplimiento
a la obra de misericordia de vestir al desnudo.
Así lo recordaba Su
Santidad Benedicto XVI: “En la inocencia
original, la desnudez era la vestimenta de la gloria del hombre: su amistad
trasparente y hermosa con Dios. Con la caída, la armonía de esa relación se rompe,
la desnudez sufre vergüenza y lleva consigo el recuerdo dramático de aquella
pérdida. La desnudez significa la verdad del ser. Jesús, despojado de sus
vestiduras, tejió en la cruz el hábito nuevo de la dignidad filial del hombre.
Esa túnica sin costuras queda allí, íntegra para nosotros; la vestidura de su
filiación divina no se ha rasgado, sino que, desde lo alto de la cruz, se nos
ha dado” (Vía Crucis, año 2011).
De lo anterior se
desprende el imperativo de la caridad fraterna en orden a vestir al que lo
requiere, llegando a ser su cumplimiento un camino de configuración con Jesús
que pasó haciendo el bien, y que asumió el camino de la necesidad hasta
decirnos: “Estuve desnudo y me
vestisteis” (San Mateo XXV, 36). En
efecto, Dios mismo vistió y protegió con ello a Adán y Eva, luego que
cometieron el pecado original, por lo que “vistiendo al desnudo” imitamos a
Dios, tal como lo ha hecho nuestra Madre la Iglesia en todo momento.
VESTIR A QUIEN LO NECESITA |
Sabido es, por ejemplo,
el episodio de San Martín de Tours, oficial del ejército romano, que ante la
desnudez de un mendigo que se congelaba de frío, cortó su propia capa para abrigarlo. En la noche siguiente a ello, Jesús se le presento vestido con la
misma capa para recordarle que lo que hacemos con quien lo necesita lo hacemos
con Él y en Él, en la vivencia de la
verdadera caridad.
a).
Revisar qué está de más entre nuestras pertenecías:
Mas allá de revisar qué vestimenta no usamos, qué está pasado de moda, y cuál
está con algún defecto, es necesario aprender a desprendernos precisamente de
aquello que más apego tenemos, de lo que consideramos imprescindible, de lo que
nos cuesta dejar. Por ese camino iremos purificándonos de infinitud de
esclavitudes materiales que, particularmente en el plano del vestir suelen
manifestarse.
b).
Cuidar las vestimentas que se tienen: En ocasiones
frecuentes verificamos que lo que nos cuesta es lo que cuidamos, y por el
contrario, aquello que ha sido regalado y no ha costado esfuerzo solemos
despreciarlo en el cuidar. Por ello, cuando niños y jóvenes es muy frecuente
“perder la ropa”, cosa que no pasa con el paso de los años. Sin duda, hay que
valorar el regalo de Dios de poder tener una vestimenta decorosa, la cual sin
lujos innecesarios podamos utilizar durante
un buen tiempo.
c).
Compartir lo propio: Desde temprana edad hemos de aprender,
en la vida familiar y escolar, a ser generosos con los que necesitan, de modo
particular, respecto de aquello que
tenemos como “propio”, tal como es el caso –en general- de nuestra ropa. Qué
hermosa oportunidad nos presenta el Señor que, en vez que la polilla ultime
nuestra ropa, o el paso del tiempo la ajee, tengamos la ocasión de regalarla a
quien la necesita o a quien le hará
feliz poder usarla.
d)
Educar en la buena presentación: Sin duda como
creyentes debemos tener el debido respeto al momento de vestirnos
convenientemente para participar de la Santa Misa e ir a los diversos actos de
culto católico. Pero, también, en nuestros hogares debemos ser cuidadosos de educar
a los niños y jóvenes a vestir decorosamente y en quienes es necesario vestir
con dignidad por lo que su vestimenta se ha convertido en una urgencia, y no
pueden esperar más. Allí debe estar la solicitud y desprendimiento de cada
creyente católico que de modo oportuno pueda “vestir al desnudo”.
PADRE
JAIME HERRERA GONZÁLEZ / DIÓCESIS DE
VALPRAÍSO CHILE
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