TEMA : “EL
VIRTUOSO CONTAGIO DE NUESTRA CONVICCIÓN”
FECHA: HOMILÍA ANIVERSARIO DEFUNCIÓN / DICIEMBRE 2019
El
inicio de esta semana lo hemos hecho contemplando el misterio de la Inmaculada
Concepción. De algún modo, todo el Adviento
tiene como elemento central la figura de la Virgen María que anhelosa espera el
nacimiento de su Hijo y Dios, marcando un hecho histórico que zanga la historia
de la humanidad entre un antes y un después, y que parece fluir
sorprendentemente –incluso- a sectores del mundo donde parecería insospechado
siquiera llegar a imaginarlo. Si en primera persona los creyentes estamos
llamados a esperar a Cristo, la sociedad
en general no desea restarse a ello, toda vez que tratándose de un misterio
insondable como es que Dios viene al mundo, por medio del cual se inicia la
salvación del mundo.
CAMINO A BELEN
La
Virgen Santísima durante estos días es venerada con el aurea que rodea a toda
embarazada, que recibe atenciones
especiales porque lleva una creatura en su vientre y porque está llamada a ser
el sagrario de la vida. Por esto el himno del Magníficat resuena con fuerza en
este adviento: “¡Proclama mi alma la
grandeza del Señor, y se alegra mi
espíritu en Dios mi Salvador!”.
Como
nuestra Madre del Cielo no podemos ocultar el don recibido, según el cual
estamos llamados a comunicar el esplendor de la verdad, la fuerza de la caridad
desde la certeza de una fe recibida y que tiene hambre de ser compartida. En efecto, lo propio de una persona que
se sabe participe de la bondad y misericordia de Dios, tal como lo experimentó
la Virgen ante el anuncio del arcángel Gabriel, es estar dispuesto a contagiar virtuosamente el deseo de
Dios tanto en las personas como en toda la sociedad.
Contemplando
el caminar de San José Custodio y la
Virgen hacia Belén, estos días se visten de esperanza en medio de una sociedad
que, como entonces “camina en tinieblas”. La esperanza que nace de la convicción que
Dios viene al mundo mueve las montañas del egoísmo, del individualismo y del
libertinaje que no tiene otra frontera que los propios intereses que terminan
en uno, olvidando que lo propio del amor verdadero es que se entrega y
sacrifica; se ofrece y dona con el interés puesto en el ser amado.
Al
igual que lo hemos hecho desde hace trece años, hoy rezamos por el descanso
eterno del alma de Presidente Augusto Pinochet, quien un día como hoy fue
llamado por Dios de este mundo a la Vida Eterna. Como creyentes sabemos del
poder con que Jesucristo revistió la oración: “donde dos o más se reúnan en mi nombre
allí estaré Yo en medio de ellos”,,, y “todo lo que pidan en oración con fe os será concedido”. Si Dios no
“regatea” sus gracias al momento de
dárnoslas, ¿Por qué seremos lentos al momento de implorarlas? Así, diremos que Dios nunca se cansa en
bendecirnos pero, muchas veces somos nosotros los que nos
cansamos de pedirlo.
Nuestra oración debe ser en primer lugar confiada.
Esto se ve fortalecido mientras mayor sean los obstáculos por remover. Cuando
el pueblo de Dios caminaba desde la esclavitud hacia la tierra prometida, hubo
momentos en los cuales la incertidumbre les sedujo a reclamar a Dios…la
inseguridad, las necesidades, las restricciones, llevaron a ese pueblo rescatado desde Egipto, al impensado momento que anhelan la
inhumanidad de una esclavitud colectiva al caminar hacia el lugar que Dios les
había indicado.
En
medio de ello, de una “efervescencia social”, Moisés habló con Dios el cual le pidió que
hiciera algo que a todas luces era humanamente imposible y ante la lógica lo
más absurdo, toda vez que desde una roca
–fría e inerte- saldría el agua abundante y fresca para dar de beber a un
pueblo que a esas horas parecía desfallecer de sed.
La
respuesta venida desde el Cielo no correspondía
a la hora de los hombres ni a los
criterios del mundo, todo ello porque el Señor nos pide que al momento
de orar lo hagamos desde una confianza a todo evento, es decir, donde nuestra
seguridad y proyectos pasen siempre, en todo, y desde el inicio por lo que Dios
quiera, lo cual es siempre lo mejor para nosotros y para la sociedad. ¡Estar en
las manos de Dios no es evasión, es
convicción!
El
mundo actual requiere de almas que realmente crean lo que profesan, es decir,
que aquello que se repite al proclamar el credo apostólico se despliegue en
cada una de las actitudes, en cada una de las palabras que pronunciamos. Que
cada persona con la que estamos note una manera de ver la vida desde la fe que
proclamamos.
La oración debe ser perseverante: La
clave para no declinar en la oración es la medida en que se hace con amor.
¿Cuál es la medida del amor? El amar sin medida. Los afectos y prioridades
hacia Dios no podemos manifestarlos con cuentagotas ni puede estar sujeto a un
cronógrafo espiritual, donde el tiempo dedicado a hablar con Dios sea
mezquinamente considerado.
Como
en otras realidades de nuestra vida, cuando declinan las fuerzas no siempre
suele ser producto de una causa inevitable sino las más de las veces es debido a
un ocaso en el eclipse de nuestra identidad y convicción. Si la fe se ve
debilitada todo parece diluirse y el primer síntoma es el mutismo hacia el ser
amado, que en el caso de la oración es Dios.
Si
nos cansamos de orar es porque previamente nos hemos cansado en amar, y ello
acontece cuando pensamos que hemos hecho ya lo suficiente, que ha sido
demasiado el esfuerzo, que lo que hacemos por otro es más que lo que el otro
hace por nosotros. Lo anterior, si lo aplicamos a Dios conlleva a una crisis de
fe, lo cual, está en el origen de todo
nuestro actuar según lo cual, nuestra opción es clara: obramos como creemos o
terminamos creyendo lo que obramos.
Ser
persistentes en el camino de la oración
encierra un valor específico que nos permite como arrancar del Cielo
gracias, bendiciones y dones, cuya ausencia nos haría avanzar con mayor
lentitud, nos haría llegar de modo rasante a la bienaventuranza eterna. Por
esto, el Señor ha puesto en nuestras
manos este instrumento que como una llave
permite acceder a un lugar previamente vedado, nos hace alcanzar lo que puede
parecer inimaginable. Tengamos claro que ¡nuestro Dios nunca se deja vencer en
generosidad, y ésta alcanza la oración perseverante.
La
oración debe ser humilde: Como acontece respecto de la fe sucede en la
oración…¿Quién es el que reza más fervientemente? Sin duda, quien se sabe
necesitado de Dios y que ha puesto en las manos del Señor sus seguridades. En
los momentos de mayor angustia el hombre
y la sociedad experimentan una forma de indigencia que les hace ver con mayor
claridad la necesidad de Dios.
PRESBITERO JAIME HERRERA
Cuántas
veces hemos escuchado aquel consabido versículo: “El hombre se acuerda de Dios y del soldado ante el peligro y no
antes. Cuando el peligro ha pasado Dios es olvidado y el soldado despreciado”. En
todas las épocas el hombre y la sociedad en la medida que parecen tenerlo todo
a su alcance, todo a su favor, y donde el vendaval del reconocimiento es positivo,
prontamente se olvida no solo de sus raíces sino de quien le ha permitido
subsistir, por esto, el Papa Juan Pablo II al visitar su natal Polonia les
recordó que era un enemigo feroz el progresismo ateizante, que amparado en el
orgullo de una soberanía respecto de su creador y redentor, pretende edificar un mundo sin Dios, lo que
parece lograr por un tiempo, más prontamente ese mundo secularizado se derrumba
sobre el hombre. ¿La cusa? Indudablemente una soberbia que reniega de la virtud
de la humildad.
Fue
esta humildad la que cautivó a Dios al
ver el corazón servicial y confiado de la Virgen de Nazaret. Pudo más
esa humildad que las grandes sabidurías y poderes humanos. Sólo cuando somos
capaces de doblar nuestras rodillas y doblegar el corazón ante la evidencia de
la misericordia de Dios, el Señor derrama
pródigamente sus bendiciones, entre las cuales la paz y la verdadera libertad
ocupan un lugar destacado.
Hoy
recordamos un año más de la partida a la Casa de Dios de quien ejerciera la
presidencia de nuestro país. Durante su mandato se dio cumplimiento al voto de
del Primer Padre de la Patria en orden la edificación del Templo Votivo en
Maipú; se celebró el Año Santo de la Redención en 1975; se celebró el Año Santo
Extraordinario de la Redención en 1983 se inició el proceso de Mediación Papal
que llegó a feliz puerto en 1984, recibió al Santo Padre en su visita de Abril
de 1987, destacando su aporte como creyente en temas tan importantes como el
derecho a nacer, a la libertad en la educación, a impulsar la formación
religiosa con clases de religión (1982), aportando al mantenimiento y
edificación de templos, seminarios y conventos.
En
este tiempo de Adviento, esperando el nacimiento de Jesús, oramos para que Dios
ilumine la mente de cada habitante de esta tierra e inspire a quienes tienen
cargos de responsabilidad pública y privada,
en orden a fortalecer la identidad de esta Patria cuya historia está
marcada indeleblemente por el don de la fe. ¡Que Viva Cristo Rey!
PADRE JAIME HERRERA CHILE
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