TEMA : “JESÚS EUCARISTÍA RAÏZ DE NUESTRA
ESPERANZA”.
FECHA:
HOMILÍA PRIMERA COMUNIÓN SAINT PETER’S SCHOOL /
2018.
Con
inmensa alegría nos reunimos para celebrar la Santa Misa de Primera Comunión de
un grupo de alumnos del Saint Peter’s School. Lo hacemos en un triple contexto
que nos abre el abanico de la gracia de Dios: La celebración del Año Eucarístico
Nacional. Los mayores recordamos los grandes encuentros que hubo en Chile en
torno a la presencia de Jesús sacramentado, particularmente el realizado en 1980, el cual colmó de fieles
el magno Estadio Sausalito. Este Año se inició con la visita del Romano Pontífice
y culminará, Dios mediante, en la
Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
En
segundo lugar, resulta imposible obviar
lo que está siendo la celebración del Primer Centenario de la fundación de nuestro
Colegio. Un siglo de bendiciones y
fidelidades en torno a procurar la mejor educación de los alumnos que no puede
obtenerse eficazmente sin una oportuna y seria formación espiritual, para lo
cual, resulta necesaria la asignatura de
religión católica en todo el crecimiento de nuestros alumnos desde la pre-básica
hasta cuarto año medio.
PASTORAL SAINT PETER’S SCHOOL CHILE
En tercer lugar, no menor resulta hacerlo al estar en un templo dedicado a la Virgen María, tan profundamente enraizado en la cultura inglesa, la cual, durante siglos ha bebido la sabia de la fe regada con la fidelidad de los primeros misioneros llegados a la isla de los santos en el siglo IV, y que no ha dejado de entregar los frutos de santidad y martirio como germen de nuevos hijos de la Iglesia por medio de la persecución. La entrega del Santo Escapulario que constituye un verdadero seguro de vida eterna, está unido al mundo anglosajón en la persona del religioso carmelita inglés San Simón Stock quien lo propagó por el mundo entero.
Celebración
que se hace en día sábado que la Iglesia dedica a honrar a la Virgen madre,
dada por Jesús en lo alto de la Cruz: “Mujer
ahí está tu hijo” (San Juan XIX, 27)
SANTA MISA PRIMERA COMUNIÓN VIÑA |
Hoy
queremos detenernos en la figura
maternal de la Virgen María, de la cual
se refleja nuestra Iglesia instituida por Jesús. Ella, como la Virgen Santísima, es Madre, ella como
nuestras mamás, es Madre de verdad.
a). La madre es maestra:
Enseña en todo momento. No se cansa de buscar una nueva oportunidad para impartir
una lección. No decae su esfuerzo hasta que logra encaminar a quien es sangre de su sangre y vida de su vida. Porque es su hijo le enseña
con viento a favor o viento en contra, aunque deba soportar las tempestades de la
incomprensión y hasta el menosprecio de quien es el fruto de sus entrañas. No duda en exigir, no
duda en proponer sacrificios porque ella los ha enfrentado primero.
b). La madre es virtuosa:
Porque “un ciego no puede guiar a otro ciego”
(San Lucas VI, 39),
la madre es fuente de virtudes divinas y humanas, que no se avergüenza de
postergarse y hacerse casi invisible con el fin que cada uno de sus hijos crezcan
en lo fundamental como es la virtud. ¿De qué le sirve a un hijo ser letrado si
acaso no es buena persona? Uno vale lo que vale para Dios, en tanto que valemos lo que amamos, toda vez que “donde está nuestro tesoro allí estará
nuestro corazón”. Una madre –como nadie- sabe qué requiere el hijo para ser
mejor, y no dudará en exigir lo que sea necesario para que vaya por el buen
camino que no puede ser otro que el de crecer en las virtudes.
c). La madre es paciente:
El hecho de estar nueve meses en el vientre materno, con todo lo que ello
implica, hace que las madres vivan esperando, son especialistas en descubrir
que para que exista un nacimiento feliz debe haber un cuidado permanentemente
en los meses de embarazo. De igual manera, es la madre la que no se cansa de esperar las
primeras palabras y los primeros pasos
de sus hijos, también en plano de la fe y de la vocación.
d). La madre es intercesora:
Allí donde está un hijo en problema está la madre dando la cara. Su cercanía no
defrauda a pesar de la debilidad y maltrato de los hijos. Es conocido el refrán
que “una madre puede cuidar diez hijos
pero no siempre diez hijos pueden cuidar de una madre”. ¿Por qué tan honda ingratitud? Misterio que
asume aquella que por ser gestora y portadora de la vida sabe que es la segura
medianera de las bendiciones de Dios.
De
nodo semejante hoy queremos que esta Primera Comunión les lleve a amar
vivamente a nuestra Madre la Iglesia. Como lo hicieron los primeros discípulos los cuales se tuvieron como sujetos de apostolado
cumpliendo el mandato dado por el Señor Jesús
en lo alto del Monte Tabor: “Vayan al mundo entero enseñando lo que yo les he
dicho y bautizando” (San Mateo XXVIII,
19-20).
Ellos
no disponían de tantos medios técnicos…no poseían mayores conocimientos…no eran
poliglotas cosa importante para poder
comunicarse…no tenían organigramas ni planes de pastoral prestablecidos,
entonces, resulta evidente preguntarse
respecto de cómo fueron ellos capaces de ir por el mundo entero, de hacer que
un mensaje dado en un territorio muy reducido, por una sola persona que era
Jesús, se haya podido expandir a todos los confines del mundo conocido hasta
entonces y, permanezca vigente en gran parte del mundo conocido en la
actualidad.
La
respuesta no está en la técnica ni en los medios, tampoco en las humanas
capacidades y conocimientos, la respuesta permanece anclada en la gracia dada por el Señor Jesús que los llamó y los constituyó
como continuadores de su misión. Por eso,
responden: “En tus manos echaremos
nuevamente las redes”…”Señor, ¿Dónde
podemos ir? ¡Sólo tu tienes palabras de Vida Eterna!” (San
Juan VI, 68).
Teniendo
a Jesús en sus vidas, procurando crecer en las virtudes de la fe esperanza y
caridad, por medio de la oración confiada y la frecuente recepción de los
sacramentos podemos tener la certeza que
nada –absolutamente- nada nos desviará del buen camino de buscar en todo
y siempre la santidad.
El
gran Apóstol San Pablo así lo explicita: “¿Quién
nos arrebatará el amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución,
el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Más, en todas estas cosas
vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la
vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo venidero, ni
las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá
arrancarnos al amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos
VIII, 35-39).
SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ |
Hoy
viene Jesús sacramentado por primera vez a vuestra alma. Todos hemos tenido la
experiencia de la pureza que encierra lo nuevo: un amanecer (con el roció
matinal de nuestros campos), una página en blanco (al inicio del año escolar) ,
el verdor de un campo primaveral, en cada uno de ellos todo anuncia la
esperanza, todo invita a la creatividad, todo exhorta al despertar.
De
modo similar, el acto de la primera vez que se recibe a Jesucristo nos
despierta la fe para evitar la somnolencia
de la mediocridad espiritual, nos hace buscar insospechados caminos para la
vivencia de la caridad fraterna nacida y sostenida desde el amor a Dios.
De
modo misterioso, porque vuestros padres se han preparado en la Catequesis
Familiar, porque ustedes se han confesado y se han dejado perdonar con las
palabras de la absolución: “yo te absuelvo
de todos tu pecados”, porque de rodillas inclinarán el corazón para recibir
a Jesús Sacramentado, todo ello es motivo fundado de la verdadera esperanza propia
del creyente que coloca en Cristo su seguridad. Junto a Él solo puede haber
belleza, bondad y verdad, lejos de Él no deja de surgir lo grotesco, el egoísmo
y la mentira.
CAPELLÁN SAINT PETER’S SCHOOL CHILE
Como
ayer, hoy con San Alberto Hurtado les
digo: “Busquen a Cristo, encuentren a
Cristo y vivan con Cristo”. Este itinerario de vida espiritual no tiene
fecha de vencimiento ni está sujeto a la caducidad de las modas pasajeras que
suelen encandilar la mente y adormecer la voluntad.
Además,
es un programa de vida que les garantiza vivir de manera autentica y plena, con
la frente en alto al momento de proponer con vuestro apostolado que vale la
pena vivir con el amor de Cristo cada uno de los mandamientos, cada una de las
enseñanzas que nuestra Iglesia como madre
y maestra no deja de darnos.
El
camino de la fidelidad es el camino de la felicidad: No hay atajos en este
camino, no hay sendas expeditas, sólo Cristo que viene en cada Eucaristía a
nuestra vida puede darnos una existencia verdaderamente armónica en la cual, se integre todo lo que es bueno, bello y verdadero. Nuestras palabras y
acciones, lo que pensemos, digamos y hagamos debe restar revestido de este
primer encuentro con Jesús Sacramentado. Sólo Él es capaz de ampliar el corazón
para experimentar en primera persona que “Dios
nunca es rival de nuestra libertad sino su principal garante” (Benedicto
XVI).
Hoy
nuestra Santa Misa está marcada por la virtud teologal de la esperanza. Porque
como niños que son, encierran la
posibilidad de un mundo más cercano a Jesucristo, quien no dudó en colocarlos
como ejemplo de su seguimiento diciéndonos: “Si
no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos” (San
Mateo XVIII,3).
Hace
más de un año hubo (2017) un
feroz megaincendio en la zona central de
nuestra Patria, entre las regiones de O’Higgins y El Maule. Más de medio millón
de hectáreas quemadas lo erigen como el incendio más grande de toda nuestra
historia. Allí donde todo fue arrasado, ha surgido una especie de flor que
había sido dada por extinguida hace casi un siglo. Esta noticia publicada hace
unas semanas en un diario capitalino (El
Mercurio), nos hace pensar cómo Dios es capaz de
mostrar hasta en la misma naturaleza que a pesar de humanamente ver todo
arrasado por el fuego no dejan de
manifestarse –ahora- con su aroma y
delicadeza las flores que son vestidas por el mismo Cielo, tal como nos lo recuerda
el señor Jesús en el Santo Evangelio: “Observad
los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que
ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba
del campo, que hoy es y mañana se hecha al horno, Dios la viste, ¿no lo hará
mucho más con vosotros?” (San Mateo VI, 24-34).
Entonces,
bien podemos mirar cómo el Señor no
dejará de bendecir a nuestra Iglesia local en medio de la mayor crisis pastoral
de su historia, con el reverdecer de
nuevos santos, de nuevas vocaciones, de nuevos movimientos que entreguen la
debida lozanía al campo del Señor que es la Iglesia.
No
es un entusiasmo etéreo el que nos mueve, sino el concreto amor de Cristo en
medio nuestro el que fundamenta nuestra esperanza y fe, a la vez que nos
impulsa a vivir la caridad fraterna como sello distinguible de cuantos
descubrimos a Jesús como el único: “Camino,
Verdad y Vida” (San Juan XIV, 6). ¡Que
Viva Cristo Rey!
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