TEMA
:
LA VIRTUD DE LA ESPERANZA EN LA VIRGEN MARÍA
FECHA:
SEXTA MEDITACIÓN / MES DE MARÍA
/ AÑO 2018
“El hombre es lo que espera”.
Por medio de la virtud de la esperanza ordenamos y purificamos lo que
hacemos hacia Dios, quien es el que lleva a plenitud todo lo que podemos
anhelar.
Actualmente
están muy de moda los gimnasios para fortificar el cuerpo. El club social y las
bibliotecas de antaño han dado paso a estos centros sociales del deporte, donde
quienes acuden a ellos se ejercitan de manera sistemática. Respecto de nuestra alma, también podemos hacer
“ejercicios”, por lo que el gimnasio
para fortalecer la virtud de la esperanza pasa por medio de:
a). El ejercicio de la oración:
Así como el acto de respirar es tan necesario para seguir viviendo, del mismo
modo la oración lo es para seguir esperando las bendiciones de que Dios
libremente quiera concedernos. Por medio del acto de rezar potenciamos el
anhelo vivo de esperar con seguridad lo que Dios nos dará para bien de nuestra
salvación.
Todo
aquello que sirve para que seamos santos Dios no dejará de concedernos si lo
pedimos con insistencia. El mismo Jesús nos invita a implorar al Cielo con la
certeza que lo pedido ya nos ha sido concedido.
Como un hijo que pide alimento a sus padres y estos se lo dan, el Señor no deja
de entregar a su medida lo que a la nuestra en ocasiones nos frenamos en pedir.
Dios va más allá de nuestra imaginación, Dios es más generoso que nuestras
bondades, pues Dios siempre puede más, porque es Dios.
El
acto de orar nos permite oxigenar el alma con el aire necesario para purificar
nuestras intenciones y con ello poder cumplir mejor y permanentemente la
voluntad de Dios.
Nuestra
Madre del Cielo, a la que veneramos especialmente durante este mes, nos invita
a crecer en el espíritu de oración para
fortalecer la virtud de la esperanza en medio de un tiempo de grandes desafíos
para los creyentes donde el “humo de
Satanás” parece cegar el horizonte con una maldad tan arraigada como extendida.
Mas, es la oración la que mejor “aquieta” nuestra alma en medio de tanta
confusión
b). El segundo ejercicio es la penitencia:
En tiempos de una cultura de la satisfacción y el placer, donde se privilegia
que la persona evite todo sufrimiento, el ejemplo de lo que hizo Jesús
durante su Pasión, y las diversas enseñanzas a “tomar la cruz de cada día” nos invitan a ofrecer de manera consiente
y voluntaria las horas de prueba e incertidumbre que muchas veces debemos
enfrentar, las cuales sin ser ofrecidas a Dios corren el riesgo de hacernos
caer en la nostalgia y en el vació
existencial que encamina a la desesperación. Es una realidad indesmentible
que las sociedades más esclavizadas por el consumo suelen tener altos índices
de insatisfacción y suicidios, toda vez que cuando el corazón del hombre
está lleno de sí mismo Dios no parece tener espacio alguno en su interior. Es
claro, y hemos de reconocer que “el
hombre necesita de Dios, de lo contrario queda sin esperanza”, lo
cual parece ser una característica de nuestro tiempo.
La
Virgen María en cada etapa de su vida fue capaz de repetir el acto de generosidad
dado el día de la Anunciación: “Hágase en
mi según tu palabra”, manifestando con ello su total conformidad hacia los
designios del Dios.
c). Buscar el Reinado Social de Cristo:
Cristo en todos y Cristo en todo. El liberalismo adolece de un error
esencial, semejante a cuando un virus fatal llega a un computador y lo deja
inservible, de modo semejante la separación de la fe y la vida hace que la vida
cristiana se diluya como agua en saco roto cuando el virus del liberacionismo y del liberalismo anida en nuestra alma y la
corroe.
Una
Patria a la altura de Dios implica aceptar que las leyes que Dios nos ha dado
impregnen nuestros códigos y constituciones, pues para el cat6lico no da lo
mismo una Nación creyente que una atea.
Lo dijo hace unos días un importante mandatario en el mundo: “Adoramos a Dios, no adoramos al estado”. Hace tres años un
mandatario latinoamericano consagró su Nación y su gobierno al Sagrado Corazón
de Jesús, al poco tiempo fue llevado a juicio y destituido de manera mañosa,
como recordando lo acontecido al presidente mártir de Ecuador, don Gabriel García-Moreno
que fue asesinado por orden de la masonería por haber hecho que su país
estuviese totalmente dedicado a seguir los dictámenes del Corazón de Cristo…lo
que para algunos es casualidad para quien conoce el valor de seguir a Cristo
tiene un costo que en los casos citados ha sido llegar a la plena configuración
con Cristo en sus padecimientos y odiosas persecuciones.
Digámoslo
fuerte y claro: El católico debe optar para que Cristo reine en toda nuestra
sociedad no de manera ornamental ni
como recurso de una moda temporal,
sino que en toda realidad como familia,
educación, leyes, y economía se difunda aquello
que Dios pide para este mundo. ¿Hasta cuando permitiremos que Cristo
permanezca arrinconado en las conciencias y cuatro paredes de nuestros templos?
El
ejemplo de la Virgen María que supo esperar ante toda adversidad, tuvo como
fundamento que Ella siguió un itinerario que nosotros podemos recorrer:
Certeza que el Señor está con nosotros:
La vida espiritual se nutre de esperanza porque el poder y la bondad de Dios no
defraudan a quien deposita toda su certeza y confianza en Él: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros?”. No hay seguridad mayor que podamos tener en este mundo que la
que nos brinda el Señor por medio de su gracia. Saber que Dios está con
nosotros nos hace crecer en la virtud de la esperanza, como a la Virgen que
dice: “Se alegra mi alma en Dios mi
salvador”.
La Esperanza nos hace seguir en camino:
El saber hacia dónde vamos y con quién vamos nos mueve a seguir nuestro caminar
hacia de bienaventuranza eterna. Por nuestra humana naturaleza afectada por las
consecuencias del pecado original es frecuente caer, pero por la gracia de Dios
es posible colocarse de pie y proseguir. Fray Junípero Serra, un santo
religioso franciscano, gran misionero en Estados Unidos, fundador de varias
ciudades en el estado de California, padecía una dolorosa enfermedad que le
hacía cojear, solía decir: “! Siempre
hacia adelante, nunca volver atrás”.
Participar de la Santa Misa:
La certeza de estar con Jesús cotidianamente, en la celebración de la
Eucaristía, nos permite tener el objeto de lo esperado ya presente en medio
nuestro. Así, Jesús Eucarístico es motivo de esperanza para esta vida y la
Eterna. “El que come de este Pan tiene
Vida Eterna y Yo le resucitaré el último día” (San
Juan VI, 52-59). Nuestra Madre del Cielo desde que
milagrosamente queda embarazada tuvo en su alma la virtud de la esperanza que
nada y nadie le arrebató jamás.
Es el momento de preguntarnos, en este día: “¿Cuáles son mis esperanzas? ¿Hacia dónde
tiende mi corazón? La estatura moral y espiritual del hombre se puede medir por
aquello que espera” (S.S. Benedicto XVI, 28
noviembre 2010). ¡Que Viva Cristo Rey!
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