TEMA : “LA
VIRTUD DE LA FORTALEZA EN LA VIRGEN”
FECHA: TERCERA MEDITACIÓN MES DE MARÍA
/ 2018.
Por
medio de la virtud de la fortaleza podemos permanecer firmes ante las
eventuales dificultades y mantenernos constantes en la búsqueda del bien. La
Virgen, habiendo sido exenta de modo excepcional y único de la culpa del pecado
original podía. No debe sorprender que Aquella que estuvo unida a su hijo como
madre verdadera pudiese contar con la gracia necesaria para resistir la
tentación y superar todo obstáculo que se nos presenta con una apariencia infranqueable. ¿Cuántas veces ante
lo que parece imposible de enfrentar uno
ha quedado abatido antes del inicio? Un equipo de futbol que se “auto considera” inferior con toda
probabilidad terminará cediendo y cayendo. Para el que cree en Dios no hay imposibles,
y esto no es un slogan publicitario actual, sino que hunde su certeza en lo
dicho por Jesús: “todo lo que pidan con
fe les será concedido”…”En el mundo tendréis tribulación, ¡ánimo! Yo he venido
al mundo“(San Juan XVI, 33).
Podemos
pensar que “naturalmente” la Virgen
María pudo sobrellevar el proceso de la pasión de Jesús, su crucifixión y muerte,
pero ello no fue algo “espontaneo”
sino que respondía al ejercicio permanente de su conducta. A lo largo de toda
su vida fue creciendo en entrega a la voluntad de Dios, lo cual implicaba que
fuese Dios quien libremente actuara en su corazón evitando ceder a impulsos,
ganas y un sinfín de demases, que terminan esclavizando el corazón.
Esto
reviste mayor gravedad cuanto más nos habituamos a dejarnos vencer por las
pasiones…aquel que es impulsivo responde impulsivamente: si no rezamos, no lo
haremos nunca, si no perdonamos, no lo haremos nunca, si no procuramos vivir la
santa pureza, no lo haremos nunca.
VIRGEN PUERTO CLARO CHILE
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La
Virgen María vivió constantemente la virtud de la fortaleza porque pudo
sobreponerse a todas las adversidades, menosprecios, persecuciones, y debilidades
a lo largo de su vida. En Nazaret
luego de la anunciación del arcángel Gabriel, sorteó las habladurías de la
vecindad; en Belén asumió el
menosprecio de ser alojada y tener que dar
a luz en medio un establo; en el
cenáculo de Jerusalén expectante a la
venida del Espíritu Santo, estuvo firme apoyando a los apóstoles.
Por
medio del ejercicio de la virtud cardinal o moral de la fortaleza la Virgen
Santísima fue capaz de sobreponerse ante
todas las adversidades sin ceder a la tentación del abandono, de la tristeza y
de nostalgia.
Una
de las más elocuentes y bellas imágenes que suelen plasmar la figura de la
Virgen es colocarla de pie junto a la Cruz, tal como lo describe el Santo Evangelio:
“Estaba de pie junto a la cruz”.
Mientras que la mayoría de los discípulos huían por cobardía y otros se dejaban
llevar por la desesperanza, la Virgen santísima supo estar erguida cuando más
arreciaba la prueba.
Desde
pequeña fue formada por sus padres para valorar el esfuerzo en las pequeñas
cosas. El éxito como la virtud sólo se logra con el hecho de procurar una
conducta determinada sostenida en el tiempo, haciendo que la perseverancia
pueda lograr más que sabidurías,
pergaminos y poderes.
Nuestra
Madre del Cielo al buscar el bien de los demás, tal como aconteció en medio
de las Bodas en Caná de Galilea, ejerce
una fuerza de voluntad en vistas a conseguir un bien concreto más allá de los
problemas y pesar de lo que pueda costar
en sacrificio, tiempo y perseverancia.
El
Mes de María en nuestra Patria lo rezamos en el último período del año, que entraña el cansancio propio del camino
recorrido durante ya largos meses, lo cual suele crispar las relaciones
afectivas, laborales y amistosas. Es verdad que ello acontece, que responde a
nuestra humana naturaleza, pero nosotros tenemos, desde el sacramento del bautismo
una “como segunda naturaleza”, por
medio de la cual el Señor nos concede su gracia para que integralmente podamos
superar estas limitaciones evidenciadas al culminar el año.
BENDITO MES DE MARÍA 2018 |
En
el caso de nuestra Madre del Cielo su fortaleza es suavidad y su suavidad
fortaleza: Es verdad que su ejemplo de vida nos puede parecer como
inalcanzable, y lo es, porque sólo a
Ella Dios la hizo y denominó como la “Llena de gracia”, siendo de nuestra
misma naturaleza humana –de carne y hueso- nos permite esforzarnos por crecer
en las virtudes, una de las cuales es la fortaleza tan necesaria como menguada
en nuestra “espiritualidad a la chilena”, que tiende aplicar, también respecto
de las cosas de Dios, la denominada “ley
del mínimo esfuerzo”, ocasionando una religiosidad acomodaticia y
superficial.
Sin
duda, la educación en Chile tiene una particular deformación respecto de la
voluntad. Luchar con ímpetu con el fin de cumplir el deber propio sólo se puede
por medio de la virtud de la fortaleza, de la cual la Virgen es ejemplar.
Ser disciplinados:
Es aplicar un método ordenado que favorezca la interacción con el prójimo. La
disciplina busca el bien de los demás, por ello es un destello de la caridad
fraterna. ¿Qué pasaría si cada uno tuviese su propia constitución? ¿Qué pasaría
si cada uno tuviese sus propias reglas del tránsito? ¿Qué pasaría si cada uno
fuese la norma para los demás? La disciplina implica madurez, por lo que no
hemos de ver cómo la vida no fue fácil, no lo es ni dejará de serlo, ante lo
cual se requiere de la virtud de la fortaleza tal como la llevó a la práctica
nuestra Madre Celestial.
Espíritu de sacrificio:
La palabra sacri-ficio tiene una
doble raíz originada de la lengua latina: “sacrum”
que refiere a lo sagrado y “facio” que
deviene del verbo hacer, en consecuencia el sacrificio dice relación con “hacer algo sagrado”. La búsqueda por el
camino de la fortaleza implica asumir un sacrificio que es agradable a los ojos
de Dios, de lo cual la Virgen María vivió de modo permanente como ofrenda
agradable al Señor.
Siempre
vemos que una madre es capaz de indecibles esfuerzos cuando se trata de lo
referente a sus hijos: de manera hasta heroica, cuida al que está enfermo, se
desvela por el que permanece encarcelado, vigila al que se encuentra debilitado.
Muchos santos han aprendido del ejemplo de la Virgen a ser fuertes ante la
adversidad, imprimiendo a sus actos no sólo la nobleza de la perseverancia,
sino la bondad de la caridad hecha martirio. Es esta fortaleza la cual,
inspirada por el amor que Dios infunde, ha movido a lo largo de toda la
historia de la Iglesia en dos milenios, a dar la vida por los más necesitados
en sus almas y en sus cuerpos.
Por
medio de la fortaleza el cobarde se vuelve valiente; el colérico se vuelve
paciente; y el flojo se vuelve fuerte. ¡Que Viva Cristo Rey!
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