TEMA : “MARÍA, VIRGEN PRUDENTE”
FECHA:
PRIMERA MEDITACIÓN MES DE MARÍA / AÑO 2018
Iniciamos
un tiempo especial. Un mes completo para recordar las grandezas de la Virgen
María. Lo hacemos entre el ocho de noviembre y el ocho de diciembre, con la
festividad de la Inmaculada Concepción. Durante estos días nos detendremos
en las virtudes llamadas “morales” y
las virtudes “teologales”.
La
virtud de la prudencia dispone la razón para discernir entre el bien
verdadero optando por los medios rectos necesarios. Ser prudente no implica
ser tímido o temeroso, ni actuar con doblez ni simulación. Mediante la
virtud de la prudencia se opta por algo bueno, se ciernen las dudas que hay, y se evita lo malo.
a). Optar por algo bueno:
Primero debemos saber en qué estamos, no viviendo como “pajaritos”, “pajarones” y
“pajarracos”, según corresponda. La virtud
de la prudencia nos inclina a optar siempre a favor del bien, aunque el
discernimiento de ello sea arduo para lograrlo. Es como afinar la vista cuando
todo se nos presenta borroso. Si vamos
por un auto en medio de la neblina uno debe conocer el camino y esforzarse por
ver nítidamente.
La
Virgen María como mujer y madre era “especialista”
en dar el consejo más oportuno para evitar exponerse en el riesgo de las
tentaciones y el pecado. Cuando tenemos un
problema mayor ¿Cuál es el criterio para acudir a una persona que nos
ayude? ¿Al más gracioso o payasito? ¡No!
¿Al más bueno para el deporte? ¡No! ¿Al que le va mejor en notas? ¡No! Con toda
seguridad iremos a pedir ayuda al que nos parece más prudente por reconocer
claramente lo bueno y además que sabiendo cuál es el bien es capaz de optar por
ello.
El
Papa Juan XXIII escribió que “es prudente
quien sabe callar una parte de la verdad cuya manifestación sería inoportuna; y
que callada no daña a la verdad que dice falsificándola; prudente es el que sabe
lograr los buenos fines que se propone, escogiendo los medios más eficaces de
querer y obrar; prudente es el que en todos los casos sabe prever y medir las
dificultades opuestas y contrarias y sabe escoger el camino del medio con
dificultades y peligros menores; el que habiéndose propuesto un fin bueno e
incluso noble y grande no lo pierde nunca de vista, logra superar todas las
dificultades y llega a buen término; el que en todo asunto distingue la
sustancia y no se deja importunar por los accidentes” (Diario
del alma, 13 de agosto del 1961).
Para
lograr la virtud de la prudencia se requiere aplicar dos criterios importantes: Primero, es necesario saber
esperar el momento más oportuno, más favorable, mas propicio los cuales se
distinguen por la serenidad y claridad en aquello que se opta. Por esto, la Virgen María guardaba todo en su corazón,
ajena a toda precipitación, agitación y turbulencia. En segundo lugar, la
prudencia sigue la voz interior de la conciencia, “de acuerdo a las exigencias de la justa moral” (S.S.
Juan Pablo II, 25 de Octubre de 1978).
Como
virtud que es, la prudencia ha de tener una “habitualidad” en nuestra conducta, es decir, ha de vivirse en
lo cotidiano, en el día a día con el fin de “acostumbrarnos”
a ser prudentes evitando ser impulsivos y sentimentales, donde termina reinando
finalmente las ganas, los gustos, los quereres y los deseos pasajeros.
El
Evangelio de San Mateo nos presenta la parábola enseñada por Jesús de cinco
personas “prudentes” y cinco “imprudentes”. Todos eran creyentes, pero sólo unos
cuantos colocaron su mirada en que el Señor vendría a cualquier hora, por ello
lo esperaron permanentemente. Del mismo modo,
la inminente llegada de la “recta
final” de la historia del mundo nos invita a la práctica de la virtud de la
prudencia como aquel que sabe que los últimos metros, los últimos tiempos, son
parte distinguen entre una obra maestra y una obra más.
Entonces
hoy nos podemos cuestionar: ¿Qué tengo que hacer para ser prudente? Simple.
Cuando vamos a hacer algo, o tengamos que tomar una decisión preguntarse… ¿Qué
haría Cristo en mi lugar? ¿Cómo lo haría Él? ¿Qué es lo que quiere el Señor que
yo haga en esta situación? ¿Cuál es su voluntad? Quien actúa prudentemente
estará bien con Dios, consigo mismo y con los demás. No tengamos miedo de
preguntar a Dios qué quiere de nosotros.
Nuestra
madre Santísima nos invita a crecer en las virtudes, a ser mejores cada día,
especialmente a lo largo de todo este Mes de María que iniciamos hoy, podemos pedir con toda confianza que nos
ayude a ser prudentes en el actuar.
¡Que
Viva Cristo Rey!
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