“LA VIRTUD DE LA CARIDAD EN LA VIRGEN MADRE”
FECHA
: OCTAVA MEDITACIÓN / MES DE MARÍA / AÑO
2018
Llegamos
al día doce del Mes de María. Nos detenemos en la virtud teologal de la
caridad, la cual es el amor que viene de Dios, constituyendo la característica más
bella que encierra el corazón de Virgen Madre. Pasará la fe, pasará la
esperanza, pero la caridad es la que permanece para siempre (1
Corintios XIII, 8).
a). Se ama lo que alegra: El
camino para que sepamos cuál es el amor de una persona conduce a saber cuál es
la fuente de su alegría, de acuerdo a lo que nos enseña Nuestro Señor: “donde está tu tesoro, allí está tu corazón”
(San Mateo VI, 21). La
palabra “caridad” proviene de la expresión
latina “apreciar”, lo cual implica
afecto por aquello que tiene gran precio, algo “caro”, de “valor”.
Todos
buscamos y permanecemos felices donde están las personas que uno quiere, por
esto, nadie permanece mucho tiempo con
quien no ama, más bien lo procura evitar. ¿Dónde lo pasamos bien? ¿Con quién
deseamos estar? allí estará el corazón quizás anclado y cautivo por un vicio o
un amor falso ¡que los hay y muchos!. Ningún amor que habitualmente entristece es
verdadero.
b). Se ama lo que se conoce.
Los novios se unen en matrimonio y fundan una familia para toda la vida porque
son capaces de conocerse…de hecho nadie se casa con un desconocido, y las
experiencias de enamoramientos por redes sociales suelen ser un fiasco. Nuestra
Madre del cielo desde su infancia buscó conocer a Dios por medio de la oración,
por lo que en todo momento tuvo como norte amar a Dios y su obra creada. El
amor es inclusivo no excluyente, lo que implica que todo lo que Dios ha hecho
debe ser querido en tanto cuanto nos hace amar más a Dios. Cualquier amor que
nos aleja de Dios es un amor falso.
JESUS SANA EL ALMA Y EL CUERPO |
c). Se ama aquello en que se piensa:
Quien ama de verdad con frecuencia recuerda a su ser querido. La experiencia
nos indica que cuando uno ama a alguien lo suele tener presente en todo
momento, con frecuencia busca el modo de recordarle con una foto y cualquier otro
medio que le haga patente a esa persona querida. La Virgen María durante toda
su vida tuvo presente a Dios en su corazón pues dice el Santo Evangelio que
allí “todo lo guardaba” (San
Lucas II, 19) no para dejarlo en un baúl del pasado sino como motivo
permanente de búsqueda para amarle por medio de la obediencia a sus designios,
por medio de la oración hecha contemplación, y realizando las obras gratas a
los ojos de Dios.
d). Se ama lo que Dios ama:
Un criterio para purificar la rectitud
de intención de lo que amamos es que quien ama, ama todo: Esto implica que los
amores enfermizos suelen ser marcadamente celosos y autorreferentes, donde se utiliza la exclusividad para
desentenderse de los demás. Este tipo de amores lejos de ser prueba de madurez
es síntoma de involución o infantilismo afectivo.
En
este sentido, podemos decir que hay amores verdaderos y amores falsos. El amor
de la Virgen Santísima que tiene a cada uno de nosotros nace de la comunión con
el amor del Corazón de Jesús desde la cruz.
Por
ello, en lo alto del Calvario, con los
brazos abiertos Jesús –como desando abrazar a todos- el Señor concedía el perdón
a todos, en tanto que, en el corazón de
Virgen nadie queda fuera, y todo aquel que golpea
la puerta de su alma recibe una respuesta que en toda circunstancia nos
resulta acogedora y gratificante. Aun los hijos más díscolos e ingratos no
dejan de encontrar ayuda en sus madres. ¡Cuánto más la Virgen!
Así
acontece con el amor de una madre. Ningún hijo queda “marcando ocupado” cuando recurre a su madre, la cual ¡quien más! no
dejará de hacer lo indecible para satisfacer
los requerimientos de quien es el fruto de sus entrañas. En este sentido, como
hijos tenemos la convicción que ninguna persona va a querer algo mejor para
un hijo que la propia madre, de la misma
manera la Virgen Santísima vela por todos nosotros, quienes le fuimos
especialmente encomendados –por su Hijo y Dios-
en la hora tercia de aquel Viernes Santo cuando Cristo murió por cada
uno.
ALEGRES EN EL AMOR A DIOS |
Las
obras de caridad expresan el amor, como el eco de nuestra voz en un acantilado.
No se identificaban con ella pero la dan a conocer, por esto la virtud teologal
de caridad de la Virgen María la erige como puente
vinculante entre su Hijo y nosotros, habiendo sido constituida como
medianera universal de todas las gracias, lo es de modo privilegiado en todo lo
que se refiere a la caridad.
Como
Madre nos aconseja cumplir “todo lo que
Jesús nos dice” (San Juan II, 5) especialmente
respecto del mandamiento de “amar a Dios con todo el corazón y con todo
nuestro ser” (San Marcos XII, 28-34)
y “amar al prójimo como a nosotros Jesús
nos ha amado” (San Juan XV, 12). Como
virtud que es, ha de practicarse en la vida cotidiana desde dos premisas: en lo
cotidiano, de cada día, monótono, “viviendo
de modo extraordinario lo ordinario”, y “allí donde no hay amor, coloca amor y sacarás amor” (San
Juan de la Cruz, 6 julio 1591).
En
lo práctico durante este Mes Bendito de María dedicado a venerar a la Santísima
Virgen procuraremos amar como Ella
amó, pensar como Ella pensó; vivir como Ella vivió. “Últimos en todo, pero primeros en el amor”
(San Josemaría Escrivá de Balaguer Camino, 430).
En la familia:
Ceder parte de nuestro tiempo “propio y
“personal” compartir con los miembros del hogar que menos estamos durante
la semana. Visitando a los familiares enfermos. Reconociendo al menos un aspecto
positivo de cada miembro de la familia ante los demás. ¡Que esforzado! ¡Que
talentoso! ¡Que generoso! ¡Que oportuno! ¡Que gentil! ¡Que creativo! ¡Qué
estudioso! En ocasiones, damos como por
supuesto que estas virtudes son reconocidas, pero no siempre es así, y se hace
necesario que los demás miembros del hogar también lo sepan.
En la sociedad:
La Virgen María es reconocida como experta en momentos de crisis. Lejos de
restarse en la adversidad su presencia se acrecienta ante las tormentas que
pueden afectar a sus hijos. Por ello, la Iglesia como maestra y Madre, y cada
creyente estamos llamados a imitar a La Virgen que siempre bien a salvar. La
delicadeza en el trato debe manifestarse especialmente respecto de los
huérfanos, los ancianos, los enfermos y los más pobres. El día de Pentecostés
toda la Iglesia presente en los discípulos que oraban junto a la Madre de Dios.
Por esto, Ella nos enseña, nos protege y acompaña tal como hemos de hacerlo con
cada miembro de nuestra Iglesia, con cada persona más debilitada, recordando
que ningún bien es más necesario que creer en Jesús y ser dóciles a su gracia. Respecto de la sociedad durante este Mes
asumimos que siendo la familia la célula fundamental, por medio de la vivencia
de las virtudes “edificamos” como
Dios quiere nuestra Patria que cerca de Dios lo tiene todo y lejos de Él lo
pierde todo. ¿Alguna duda cabe al mirar lo que pasa hoy en Chile como
consecuencia del debilitamiento de la familia? ¿Pretendemos que con leyes
favorables al aborto, al divorcio, a la educación laicista, a la ideología generoicista, Dios dejará pasar “piola” la gravísima desintegración social que hoy es evidente? Dios
puede darnos tiempo para cambiar, pero su justicia no dejará de hace saber en
la Parusía y el juicio final.
La
Virgen Santísima nos invita a rezar con fe y fidelidad el Padre Nuestro,
repitiendo todos los días de este Mes: “Hágase
tu voluntad en la tierra como en el Cielo”. ¡Que Viva Cristo Rey!
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