viernes, 16 de noviembre de 2018


TEMA  : “LA VIRTUD DE LA FE EN LA SANTÍSIMA VIRGEN”.

FECHA:   QUINTA MEDITACIÓN  /  MES DE MARÍA  /  AÑO 2018

Desde el día de nuestro bautismo recibimos como tres semillas en nuestra alma que han ido creciendo en virtud de la oración, de la penitencia personal y del esfuerzo personal, aplicando lo dicho por Agustín de Hipona: “Quien te creo sin ti no te salvará sin ti”.
Las virtudes teologales son regalos de Dios no son –exclusiva- conquista nuestra; para crecer exigen nuestro compromiso y dedicación; están estrechamente vinculadas  entre sí, de tal manera que allí donde hay una de ellas están las tres…”todos para uno y uno para todos”, algo semejante pasa con las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad.
Por medio de la fe podemos ver que todo lo que nos pasa como lo ve Dios, evitando la superficialidad de pensar que las cosas pasan por el azar o la simple casualidad.
PUERTO CLARO VALPARAÍSO 2018
En todo momento la Virgen María fue creyente, y como nadie Ella se abandonó a los designios de Dios entendiendo que todo lo que le pasaba era porque Dios de manera misteriosa lo había establecido. En medio de las dificultades, que no fueron pocas, tuvo la serenidad de quien vive con fe lo cual nos invita en este día a repetir la plegaria hecha por los Apóstoles: ¡Auméntanos la fe!

  
a). La fe para estar con Dios: Por medio de nuestra inteligencia y voluntad la fe nos permite relacionarnos con Dios que es espíritu. Por medio de la fe tenemos certeza de estar con Dios, de tal manera que no puede haber nada más seguro para nosotros que aquello que conocemos a través de la fe, puesto que los sentidos pueden engañarnos, Dios nunca. A este respecto recordemos que el gran Apóstol San Pablo no tenía fe, aun mas, era experto perseguidor de los cristianos: “Dios le esperó camino a la ciudad de Damasco: Pablo –le dice- no pienses en encabritarte y dar forcejeos como un caballo desbocado. Yo soy Jesús a quien tú persigues. Tengo mis planes sobre ti. Es necesario que cambies. Se rindió San Pablo, cambió de arriba abajo la propia vida. Después de algunos años, escribirá a los fieles de la ciudad de Filipo: “Aquella vez, en el camino a Damasco, Dios me aferró; desde entonces no hago sino correr tras Él para ver si soy capaz de aferrarle yo también imitándole y amándole cada vez más”. La virtud de la fe lo transformó de perseguidor a seguidor de Jesucristo.
b). La fe es adhesión a Dios: El verbo adherir implica estar unido, “pegado” de modo permanente, asumiendo un estilo, un modo, una forma que mientras más pasa el tiempo más se solidifica. Por medio de la fe asumimos el “pensar” de nuestro Dios, descubriendo su voluntad en todo lo que está a nuestro entorno. Quien cree debe estar dispuesto a modificar su conducta, y muchas veces aquel que se aleja de creer fue porque no quiso tener el “estilo de Dios” en su vida. Se cree para vivir, tal como San Pablo nos lo recuerda: “El justo vive de la fe”. Como es nuestra fe, así será nuestra vida. San Agustín de Hipona al momento de convertirse pasó por una etapa de dilatar la respuesta al Señor. “! Qué difícil. Me encontraba en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera! Levántate,  Agustín”. Yo en cambio, decía: Si, más tarde, un poco más todavía”. Al fin el Señor me dio un empujón y salí. Ahí está, no hay que decir: Si, pero…Si, luego…Mas bien diremos: Señor, sí… enseguida. Ésta es la fe. Responder con generosidad al Señor…Pero, ¿quién es el que dice este sí? Aquel que es humilde y se fía enteramente de Dios”.
c). La fe hay que vivirla: Esto es que mientras más creemos más honda se arraiga nuestra convicción en lo que se nos ha revelado. Podemos aprender sobre la fe, podemos conocer testimonios de creyentes, pero el acto de fe es personal, y el asentimiento dado es una experiencia que resulta irrepetible. No hay dos personas que amen igual a Dios y sean igualmente amados por Dios, lo que implica una “originalidad” que conmueve el cielo y la tierra. Destacar el acto íntimo, personal e individual de la fe no implica desconocer su apertura hacia la vivencia en la comunidad de los creyentes. Constituye un deber de todo católico profesar, difundir  y propagar de manera pública aquello que se cree. ¿Cómo entender no hacerlo? ¡Cómo avergonzarse de Dios y su obra en medio nuestro!
PARROQUIA CERRO TORO 1965
d). La fe es compromiso: La virtud teologal de la fe invita a defenderla de toda desconfianza y falsedad, ocultas en herejías y apostasías. La cultura en que vivimos no es mayoritariamente creyente, por lo que exige de todo aquel que cree de un esfuerzo especial por dar testimonio en la vida cotidiana, no debiendo ocultar en el baúl de los recuerdos ni el cuarto de lo prescindible el maravillo don de creer. ¡La fe nos asegura que Dios no es moda! ¡Que Dios no es adorno! ¡Que Dios no es negocio ¡ tal como para muchos que se llaman “cristianos” parece serlo, traficando lo sagrado sin arrepentimiento alguno.



Todos debemos vivir preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan en la Iglesia y a la Iglesia, las cuales se extienden en nuestros días a graves situaciones de corrupción que afectan la vida del creyente pero que en modo alguno nos alejan de la certeza de ser amados originalmente por Dios.
e). Fe en la Iglesia: Este año de manera especial meditamos en las virtudes pues es la carencia de ellas la causa de tanta debacle moral. La Virgen María acepta ir a la casa de San Juan y luego acompañar a los discípulos a pesar que estos desconfiaron, renegaron y abanderaron a su Hijo en el camino al Calvario. Fue más la propuesta del perdón que la condena merecida por tanta miseria, de modo semejante,  debemos amar a la Iglesia a la luz de la fe.
Así nos lo recuerda el Papa Juan Pablo I –Albino Lucianni- en una de sus hermosas enseñanzas… ¿y si se diera el caso de que alguna vez hubiera gente mala en la Iglesia? Nosotros tenemos madre. Si una madre enferma, si mi madre se quedase coja, yo la querría más todavía. Lo mismo en la Iglesia: si existen defectos y faltas –y existen- jamás debe disminuir nuestro amor a la Iglesia”.
Al finalizar cada Santa Misa en el rito hermoso y edificante como es el denominado “extraordinario” (en latín), se termina con la recitación del capítulo primero del Evangelio de San Juan, en parte del cual se dice: “La verdadera luz que ilumina a todo hombre, vino a este mundo” (I, 9).
La virtud teologal de la fe no es efecto de la luz de nuestra inteligencia, sino que -más bien- es una “dilatación” de nuestro conocimiento mediante un conocimiento de Dios, realizada por medio de la revelación.
En este sentido, nuestra inteligencia se rinde por la fe ante la autoridad de Dios. Por medio de la virtud de la fe nuestra inteligencia va más allá de lo que el “razonamiento” por sí solo nos puede hacer descubrir.
¡Que Viva Cristo Rey!


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