TEMA : “EN
LA VIRGEN JUSTICIA Y MISERICORDIA SE DAN LA MANO”.,
FECHA:
MES DE MARÍA / DÉCIMO CUARTO DIA / MADRE CLEMENTÍSIMA.
La virtud de la clemencia
es la virtud que modera (templa) la debida justicia con la misericordia. Cuando
se hace objetivamente algo malo que merece un castigo justo, está esta virtud
que permite disminuir el castigo, merecido. Por ejemplo, una persona anciana
que ha sido condenada a cadena perpetua y en virtud de una enfermedad terminal
y edad avanzada se le permite seguir el
tratamiento en su casa…El alumno que no
pudo estudiar y se sacó una calificación en rojo y se le da una nueva
oportunidad para subir esa nota….el hombre que tiene una deuda al no poder
cancelarla plenamente y se le condona o
rebaja lo adeudado.
La virtud de la clemencia
suele ser característica entre quienes son madres, porque poseen una sabiduría
especial a la hora de administrar justicia y dar lo que corresponde a cada uno
de sus hijos sin caer en la “manga ancha
consentidora” ni en un “rigor
exasperante”. En cualquiera de los dos casos los hijos suelen tener una
conducta futura no deseada pero si inducida a causa de o haber –siempre-
permitido de todo o haber –permanentemente- encapsulado sus iniciativas.
Salvando las proporciones, y teniendo presente que toda comparación es siempre
limitada, podemos decir que la virtud de la clemencia es similar a una olla a
presión que cada cierto tiempo se destapa: la justicia aplicada con
misericordia siempre requiere de una dosis de clemencia, por lo tanto es una
virtud que ha de estar presente en la relación de las personas de modo
permanente.
Sin duda, el origen de la
virtud de clemencia surge del amor, por lo que entendemos que si una madre
quiere a sus hijos nunca dejará de ser clemente con ellos, especialmente con
los que son más díscolos y desordenados. Por tanto cuando el perdón total y la
disminución del castigo que corresponde son compatibles con el bien verdadero,
surge la clemencia.
Ahora bien, desde que el
hombre se rebeló contra Dios al cometer el pecado original, la humanidad está
en deuda con Dios a causa de ese pecado,
por lo que la Virgen como Madre Clementísima está siempre intercediendo para
que sea aplacada la justicia divina. El clamor de la Madre de Dios es mayor que
nuestros pecados, por esto, debemos tener confianza no sólo en su poder de
intercesión sino en su clemencia nacida del amor.
Nadie nos ama más que la
Virgen María, porque Ella como nadie ama a Dios sobre todas las cosas, sin
macha de pecado alguno. Al haber sido constituida por Dios como “llena de gracia”, su corazón en toda circunstancia tuvo a Dios
en su centro, como lo más importante, deseable y amable.
Sabemos que al partir de
este mundo, acontecida la muerte, sucederá de inmediato el juicio particular,
donde por un instante veremos cada una de nuestras acciones y recordaremos cada
uno de nuestros sentimientos, asumiendo conscientemente lo que hicimos y
pensamos, tal como dice la Escritura Santa: “Dios
pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos II, 6).
Es en ese momento
decisivo donde imploraremos de manera especial la intercesión y ayuda de la
Virgen Clementísima. En ese instante, ya no abra ocasión para el
arrepentimiento, la hora del mérito ya no existe, sino que sólo brilla la
justicia divina que al momento de su mayor resplandor hace notar la figura de
la Virgen María que como las Madre llena de clemencia intercede por su hijo
presentando todo lo de bien realizado a lo largo de la vida.
La misericordia ayuda en
las necesidades de los demás con múltiples beneficios (obras de caridad); la
mansedumbre modera la ira y evita la venganza; en tanto, la clemencia rebaja un
castigo merecido por la bondad. Por esto, recordando que la “clemencia” significa perdonar y ser
compasivo, tenemos presente lo dicho por el Profeta Joel: “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en
clemencia, y se conmueve ante la desgracia” (II, 13).
Mostrar clemencia no es
signo de debilidad sino que muestra fortaleza El perdón es el adorno de un
guerrero se suele afirmar. Entonces, el primero en pedir disculpas es el más
valiente, el primero en perdonar es el más fuerte, y el primero en olvidar es
el más feliz. Así lo hizo el Papa Juan Pablo II cuando visitó a quien le
disparo el 13 de Mayo de 1980 en la Plaza Vaticano: Fue y lo perdonó más la
sanción de cárcel debió cumplir por un cuarto de siglo hasta que salió en
libertad. La clemencia es cuando “justicia y misericordia se dan la mano”
¡Oh Virgen clemente, que
siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a
veces lacerada por el desamor y hasta desgraciadamente, por el odio y la
guerra, enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la
unidad y en la paz, para ser dignos hijos del ´púnico Padre celestial Amén ¡Que
Viva Cristo Rey!
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