miércoles, 20 de diciembre de 2023

 

TEMA  :  “EN LA VIRGEN JUSTICIA Y MISERICORDIA SE DAN LA MANO”.,

FECHA: MES DE MARÍA / DÉCIMO CUARTO DIA / MADRE CLEMENTÍSIMA.

La virtud de la clemencia es la virtud que modera (templa) la debida justicia con la misericordia. Cuando se hace objetivamente algo malo que merece un castigo justo, está esta virtud que permite disminuir el castigo, merecido. Por ejemplo, una persona anciana que ha sido condenada a cadena perpetua y en virtud de una enfermedad terminal y edad avanzada se le permite seguir  el tratamiento en su casa…El  alumno que no pudo estudiar y se sacó una calificación en rojo y se le da una nueva oportunidad para subir esa nota….el hombre que tiene una deuda al no poder cancelarla plenamente  y se le condona o rebaja  lo adeudado.

La virtud de la clemencia suele ser característica entre quienes son madres, porque poseen una sabiduría especial a la hora de administrar justicia y dar lo que corresponde a cada uno de sus hijos sin caer en la “manga ancha consentidora” ni en un “rigor exasperante”. En cualquiera de los dos casos los hijos suelen tener una conducta futura no deseada pero si inducida a causa de o haber –siempre- permitido de todo o haber –permanentemente- encapsulado sus iniciativas. Salvando las proporciones, y teniendo presente que toda comparación es siempre limitada, podemos decir que la virtud de la clemencia es similar a una olla a presión que cada cierto tiempo se destapa: la justicia aplicada con misericordia siempre requiere de una dosis de clemencia, por lo tanto es una virtud que ha de estar presente en la relación de las personas de modo permanente.

Sin duda, el origen de la virtud de clemencia surge del amor, por lo que entendemos que si una madre quiere a sus hijos nunca dejará de ser clemente con ellos, especialmente con los que son más díscolos y desordenados. Por tanto cuando el perdón total y la disminución del castigo que corresponde son compatibles con el bien verdadero, surge la clemencia.

Ahora bien, desde que el hombre se rebeló contra Dios al cometer el pecado original, la humanidad está en deuda con Dios a causa de ese  pecado, por lo que la Virgen como Madre Clementísima está siempre intercediendo para que sea aplacada la justicia divina. El clamor de la Madre de Dios es mayor que nuestros pecados, por esto, debemos tener confianza no sólo en su poder de intercesión sino en su clemencia nacida del amor.

 

Nadie nos ama más que la Virgen María, porque Ella como nadie ama a Dios sobre todas las cosas, sin macha de pecado alguno. Al haber sido constituida por Dios como “llena de gracia”,  su corazón en toda circunstancia tuvo a Dios en su centro, como lo más importante, deseable y amable.

Sabemos que al partir de este mundo, acontecida la muerte, sucederá de inmediato el juicio particular, donde por un instante veremos cada una de nuestras acciones y recordaremos cada uno de nuestros sentimientos, asumiendo conscientemente lo que hicimos y pensamos, tal como dice la Escritura Santa: “Dios pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos II, 6).

Es en ese momento decisivo donde imploraremos de manera especial la intercesión y ayuda de la Virgen Clementísima. En ese instante, ya no abra ocasión para el arrepentimiento, la hora del mérito ya no existe, sino que sólo brilla la justicia divina que al momento de su mayor resplandor hace notar la figura de la Virgen María que como las Madre llena de clemencia intercede por su hijo presentando todo lo de bien realizado a lo largo de la vida.

La misericordia ayuda en las necesidades de los demás con múltiples beneficios (obras de caridad); la mansedumbre modera la ira y evita la venganza; en tanto, la clemencia rebaja un castigo merecido por la bondad. Por esto, recordando que la “clemencia” significa perdonar y ser compasivo, tenemos presente lo dicho por el Profeta Joel: “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia” (II, 13).

Mostrar clemencia no es signo de debilidad sino que muestra fortaleza El perdón es el adorno de un guerrero se suele afirmar. Entonces, el primero en pedir disculpas es el más valiente, el primero en perdonar es el más fuerte, y el primero en olvidar es el más feliz. Así lo hizo el Papa Juan Pablo II cuando visitó a quien le disparo el 13 de Mayo de 1980 en la Plaza Vaticano: Fue y lo perdonó más la sanción de cárcel debió cumplir por un cuarto de siglo hasta que salió en libertad. La clemencia es cuando “justicia y misericordia se dan la mano”

¡Oh Virgen clemente, que siempre has abierto tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el desamor y hasta desgraciadamente, por el odio y la guerra, enséñanos a crecer, todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del ´púnico Padre celestial Amén ¡Que Viva Cristo Rey!

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