TEMA : “
SERÉ BIENAVENTURADA PARA TODAS LAS GENERACIONES”
FECHA
: MES DE MARÍA / DÍA DÉCIMO SEXTO / DIGNA DE VENERACION
El acto de veneración se
tributa a una persona que sobresalle en alguna virtud o característica. El acto
de honrar a la Virgen en modo alguno se opone a la acusación que suele hacer el
mundo evangélico en orden a culpar al católico de rendir “adoración a una persona”. Mas, el primer precepto indica que hemos
de “adorar a Dios sobre todas las cosas”,
y luego en el libro del Deuteronomio se explicita en vistas a no hacer figuras
lo cual, tenía un sentido de prevención para evitar la idolatría a cosas, tal
como se hacía con frecuencia en los pueblos de Medio Oriente.
En efecto, los
egiptólogos cuentan hasta 1400 figuras adoradas de los cuales nueve son los
principales; griegos tributaban adoración a doce dioses que gobernaban el mundo
desde el Olimpo, en tanto que en
Mesopotamia había culto idolátrico a catorce dioses, para evitar la tentación
de idolatría tan extendida por entonces, existió la normativa de no hacer
figuras lo cual, incluso el mismo Dios dará luego prescripciones de
confeccionar figuras de ángeles que custodien el arca y de una serpiente para
que eviten morir en medio del desierto.
El acto de rendir culto y
tener veneración por alguien, en este caso la Virgen María nunca constituye un pecado, porque nada tiene que ver con darle Adoración.
Los católicos solo adoramos a Dios, a la Virgen expresamos un amor preferencial
y único por ser sólo Ella la única Madre de Dios,
La Santa Biblia cuenta y ensalza en siete
ocasiones diversas hazañas hechas por Dios por medio de quienes fueron fieles a
Él. Muchas veces leemos elogios a quienes vivieron santa y obedientemente a los
mandamientos de Dios. El libro de Proverbios señala que la mujer que teme a Dios “merece
alabanza, cántenle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben
en público” (XXXI, 30-31).
A lo largo de su vida
nuestro Señor no ocultó su cariño y obediencia hacia su Madre, al punto que
leemos que por ello será “ensalzada de
generación en generación”. Si nuestra santidad consiste en pareceremos cada
día mas a Jesús en sus sentimientos y acciones, y sabiendo que Él vivió “obediente en todo a su padre y madre”,
los cristianos veríamos mutilado nuestro
seguimiento a Jesús si acaso prescindimos de tributar el debido reconocimiento
a la Virgen por medio de nuestra devoción.
San Gabriel de la
Dolorosa, un religioso pasionista escribió en sus propósitos personales: “Ningún día pasará sin que ofrezca flores de
virtud que puedan coronar la cabeza virginal de mi Madre”. La oración
Inicial de cada día del más, nos recuerda que las mejores flores, las que la
Virgen más agradece, son el ejercicio perseverante de aquellas virtudes gratas
a los ojos de María nuestra Madre. Estos días son un período de conversión
donde podemos hacer propósitos de vida para crecer y mejorar en muchos aspectos:
en nuestra vida espiritual, en el apostolado, en la vida escolar, en la vida familiar,
y en el mundo laboral. Si buscamos, siempre encontraremos algo que mejorar.
Un signo característico
de este tiempo es colocar flores junto a la imagen de la Virgen Santísima, como
signo visible de cariño y reconocimiento: “Quisiera ser una flor, una flor sobre el
altar, para poder así sobre tu corazón reposar, oh flor del cielo, María, con
tu hijo divino, haz que yo sea siempre una flor en tu jardín” (antiguo
canto italiano).
El Catecismo de la
Iglesia enseña que los católicos damos “culto
de adoración” solo a Dios, reconociendo su grandeza, su bondad, su
eternidad. Como hay un solo Dios, existe solo una forma de culto que se llama “adoración”, y a nadie más se le da, lo
que implica estar a su servicio y ser obediente a todos sus preceptos sin
excepción, teniendo a Dios como lo primero en todo.
Hay una segunda forma de
veneración, que sólo se dirige a la Virgen María, que es digna de ser
reconocida como “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres”. Este
acto de culto mariano se llama “culto de
hiperdulía”, palabra que significa “más
que de simple dulía”, lo cual, hace
mención a la excelencia y perfección de la Virgen sobre el resto de los santos.
Rendimos un respeto profundo y tributamos gran admiración por las obras que
Dios hizo en Ella, por lo cual se cumple la promesa hecha en orden a que “todos
la llamarán bienaventurada”. Hiper (sobre
todo), doulos (hacerse siervo) recuerda
las palabras la Virgen Santísima al
Arcángel Gabriel: “He aquí la esclava del
Señor”.
Y la tercera forma de
culto es el tributado a los santos denominado “Dulía”, que es reconocer la
gracia de Dios en la vida de los mejores hijos de la Iglesia que son los santos
y beatos, a quienes mostramos reconocimiento y cariño especial como ejemplos de
santidad y en cuanto intercesores eficaces en el Cielo.
¡Que Viva Cristo Rey!
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