miércoles, 20 de diciembre de 2023

 

TEMA  : “NUESTRA PRIORIODAD ES DAR A CONOCER A JESÚS”

FECHA: MES DE MARÍA / DIA XXVII° / REINA DE LOS APÓSTOLES

Nuestra Madre  del Cielo puede ser llamada Reina de los Apóstoles pues como nadie Ella nos entrega a Jesús. La misión de todo “apóstol” consiste en cumplir el mandato de Jesús dado a sus discípulos previo a su ascensión: “Id por todo el mundo enseñándoles todo lo que yo os he enseñado y bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Si ser apóstol implica una elección y envió de parte de Jesús, ¿cómo no ha de ser reconocida como “Reina de los Apóstoles” la Madre de quien envía?

Si la misión del apóstol es “formar” a Cristo en el mundo, en la sociedad, en las almas, quien mejor puede hacerlo es la Virgen porque es la Madre de Jesús, lo cual implica que es la que primero y mejor lo conoce y por tanto puede darlo a conocer: ¡Ella nos trajo a Jesús! ¡Ella nos lleva a Jesús!

Un hermoso y serio texto escrito por Don J.B.Chautard lo título “El alma del apostolado es el apostolado del alma”, lo que encierra una gran verdad que evoca la vocación universal a la santidad, la cual no puede desarrollarse si acaso el bautizado no procura dar a conocer a Cristo a los demás, si acaso no se esfuerza por hacer que el bien por él descubierto no sea revelado al prójimo. Por ello, aunque suena fuerte es necesario decir que un católico que no es apóstol es un apóstata.

Inmersos en la “cultura del individualismo”, donde todo parece girar sobre cada uno en la búsqueda desenfrenada de la autorrealización, de la autoformación, de la autosatisfacción, caracterizando nuestro tiempo  con un homocentrisno, el hablar de apostolado a muchos puede parecer algo  incomprensible, pues cómo ofrecer un mensaje que encierra certezas, verdades, tradición, fidelidad, y búsqueda del bien común y de los demás

Por tanto el apostolado es una realidad de exuberancia espiritual y personal por lo que “no puede ser verdadero apóstol  quien no tiene una personal, profunda, y ardiente vida espiritual” (S.S. Pablo VI, 31 Enero 1968).

En una realidad tan adversa a la fe que el campo del apostolado se expande y hace necesario, por lo que nadie sobra y todos pueden hacer algo para dar a conocer a Cristo y su obra, a la vez que con urgencia se requiere la suma de todos cuantos priorizan a Dios a lo largo de su vida.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles se relata que la Virgen se encontraba en el Cenáculo “con los apóstoles” (I, 14). No era una reunión de familiares ni de simples amigos, vecinos, conocidos o “territoriales”, sino que bajo la guía segura de la Virgen María estaban reunidos como la nueva familia espiritual de Jesucristo, donde los lazos de la fe y de la gracia resultaban más estables que los de la carne: “! Aquel  que cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (San Marcos III, 34).

A lo largo de toda su vida la Virgen Santísima no tuvo otro norte que dar a conocer el rostro de Dios a los demás, no con palabras novedosas ni con actitudes camaleonescas de asemejarse a los tiempos, ni mendigando verdades y certezas culturales, por el contrario, su vida fue ser testigo de la fidelidad de Dios, que la eligió para ser la Madre,  que llena de gracia es un imán  que atrae con su vida las almas hacia su Hijo y Dios.

Cómo habrá sido para los Apóstoles escuchar la voz de la Virgen, el tomo de sus palabras, el lenguaje empleado, la mirada regada de pureza, que les habrá recordado a Jesús cuando les hablaba con cariño diciéndoles: “No os llamo siervos sino mis amigos”. Una madre suelo impregnar de sus actitudes a sus hijos, sin duda que la Virgen lo hizo en muchos aspectos con nuestro Señor, por lo que de modo semejante podemos imaginar cómo en los Apóstoles que durante un tiempo –decisivo por cierto- tuvieron en su hogar a la Madre de Dios han de haberse imbuido de la personalidad y del amor de la Virgen Madre que tenía hacia Dios, Por ello, la misión de los Apóstoles tuvo como fuente de fidelidad a la Virgen que honramos hoy, como “Reina de los Apóstoles”.

El Papa Juan Pablo II dijo al respecto: “La Virgen se convierte en educadora del pueblo cristiano en la oración y en el encuentro con Dios, elemento central e indispensable para que la obra de los pastores y de los fieles tenga siempre en el Señor su comienzo y su motivación más profunda” (06 Septiembre 1995).

¡Entendámoslo  con claridad! “!Ninguna riqueza mayor que Jesucristo puede darse a este mundo pobre y orgulloso!” (Beato Santiago Alberione) Para un bautizado dar a conocer a Cristo nace del conocimiento y del encuentro personal que se tiene con el Señor, lo que le evitará tener una superficialidad y  caer en múltiples infidelidades. El cultivo de la santidad es el mejor programa para robustecer el apostolado, por lo que La Virgen, llena de gracia y que vivió santamente por haber sido preservada del pecado original, ejerce como verdadera Reina de los Apóstoles la misión de guiar la Iglesia y sus fieles.




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