TEMA
: “NUESTRA PRIORIODAD ES DAR A CONOCER A
JESÚS”
FECHA:
MES DE MARÍA / DIA XXVII° /
REINA DE LOS APÓSTOLES
Nuestra Madre del Cielo puede ser llamada Reina de los Apóstoles pues como nadie
Ella nos entrega a Jesús. La misión de todo “apóstol” consiste en cumplir el
mandato de Jesús dado a sus discípulos previo a su ascensión: “Id por todo el
mundo enseñándoles todo lo que yo os he enseñado y bautizándoles en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Si ser apóstol implica
una elección y envió de parte de Jesús, ¿cómo no ha de ser reconocida como “Reina de los Apóstoles” la Madre de
quien envía?
Si la misión del apóstol
es “formar” a Cristo en el mundo, en
la sociedad, en las almas, quien mejor puede hacerlo es la Virgen porque es la
Madre de Jesús, lo cual implica que es la que primero y mejor lo conoce y por
tanto puede darlo a conocer: ¡Ella nos trajo a Jesús! ¡Ella nos lleva a Jesús!
Un hermoso y serio texto
escrito por Don J.B.Chautard lo título “El
alma del apostolado es el apostolado del alma”, lo que encierra una gran
verdad que evoca la vocación universal a la santidad, la cual no puede
desarrollarse si acaso el bautizado no procura dar a conocer a Cristo a los
demás, si acaso no se esfuerza por hacer que el bien por él descubierto no sea
revelado al prójimo. Por ello, aunque suena fuerte es necesario decir que un
católico que no es apóstol es un apóstata.
Inmersos en la “cultura del individualismo”, donde todo
parece girar sobre cada uno en la búsqueda desenfrenada de la autorrealización,
de la autoformación, de la autosatisfacción, caracterizando nuestro tiempo con un homocentrisno,
el hablar de apostolado a muchos puede parecer algo incomprensible, pues cómo ofrecer un mensaje
que encierra certezas, verdades, tradición, fidelidad, y búsqueda del bien
común y de los demás
Por tanto el apostolado
es una realidad de exuberancia espiritual y personal por lo que “no puede ser verdadero apóstol quien no tiene una personal, profunda, y
ardiente vida espiritual” (S.S. Pablo VI, 31 Enero 1968).
En una realidad tan
adversa a la fe que el campo del apostolado se expande y hace necesario, por lo
que nadie sobra y todos pueden hacer algo para dar a conocer a Cristo y su obra,
a la vez que con urgencia se requiere la suma de todos cuantos priorizan a Dios
a lo largo de su vida.
En el libro de los Hechos
de los Apóstoles se relata que la Virgen se encontraba en el Cenáculo “con los apóstoles” (I,
14). No
era una reunión de familiares ni de simples amigos, vecinos, conocidos o
“territoriales”, sino que bajo la guía segura de la Virgen María estaban
reunidos como la nueva familia espiritual de Jesucristo, donde los lazos de la
fe y de la gracia resultaban más estables
que los de la carne: “! Aquel que cumpla la voluntad de Dios, ese es mi
hermano, mi hermana y mi madre” (San Marcos III, 34).
A lo largo de toda su
vida la Virgen Santísima no tuvo otro norte que dar a conocer el rostro de Dios
a los demás, no con palabras novedosas ni con actitudes camaleonescas de asemejarse a los tiempos, ni mendigando verdades y
certezas culturales, por el contrario, su vida fue ser testigo de la fidelidad
de Dios, que la eligió para ser la Madre,
que llena de gracia es un imán que atrae con su vida las almas hacia su Hijo
y Dios.
Cómo habrá sido para los
Apóstoles escuchar la voz de la Virgen, el tomo de sus palabras, el lenguaje
empleado, la mirada regada de pureza, que les habrá recordado a Jesús cuando
les hablaba con cariño diciéndoles: “No
os llamo siervos sino mis amigos”. Una madre suelo impregnar de sus
actitudes a sus hijos, sin duda que la Virgen lo hizo en muchos aspectos con
nuestro Señor, por lo que de modo semejante podemos imaginar cómo en los
Apóstoles que durante un tiempo –decisivo por cierto- tuvieron en su hogar a la
Madre de Dios han de haberse imbuido de la personalidad y del amor de la Virgen
Madre que tenía hacia Dios, Por ello, la misión de los Apóstoles tuvo como
fuente de fidelidad a la Virgen que honramos hoy, como “Reina de los Apóstoles”.
El Papa Juan Pablo II
dijo al respecto: “La Virgen se convierte
en educadora del pueblo cristiano en la oración y en el encuentro con Dios,
elemento central e indispensable para que la obra de los pastores y de los
fieles tenga siempre en el Señor su comienzo y su motivación más profunda”
(06 Septiembre 1995).
¡Entendámoslo con claridad! “!Ninguna riqueza mayor que Jesucristo puede darse a este mundo pobre y
orgulloso!” (Beato Santiago Alberione) Para un bautizado dar a conocer a
Cristo nace del conocimiento y del encuentro personal que se tiene con el
Señor, lo que le evitará tener una superficialidad y caer en múltiples infidelidades. El cultivo
de la santidad es el mejor programa para robustecer el apostolado, por lo que
La Virgen, llena de gracia y que vivió santamente por haber sido preservada del
pecado original, ejerce como verdadera Reina de los Apóstoles la misión de
guiar la Iglesia y sus fieles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario