TEMA : ¡RECIBIMOS UN TROZO DEL CIELO!
FECHA: HOMILÍA PRIMERA
COMUNIÓN SAINT PETER’S SCHOOL 2023
1. “Crezcamos en todo hasta Cristo” (Efesios
IV, 15).
Queridos
niños: Por fin ha llegado el día de la Primera Comunión, para lo cual, se han
preparado a lo largo de este año con especial interés, y no han dejado de
contar con la ayuda de vuestros padres que, por medio de la participación en la
Catequesis Familiar han ido junto a vosotros buscando y encontrando al Señor
con el fin de que a partir de este día tengan una vida marcada por la presencia
del Señor en todo pensamiento, en cada palabra y permeando con su gracia cada
acción.
Por
ello, hemos hecho la señal de la cruz en
la frente, para implorar que todo lo que pensemos, recordemos y proyectemos
tengan a Dios en su origen y fin; hicimos la señal de cruz en nuestro corazón para que lo que sentimos y lo que queremos se funden en el amor de Dios,
y finalmente, hicimos el signo de la
cruz en nuestros labios para que las palabras dichas no dejen de profesar la
bondad y la verdad que emergen y convergen desde y hacia el Corazón de Jesús.
En
esta búsqueda de Dios no lo hacemos porque hemos autónomamente tomado la iniciativa,
sino más bien, dado respuesta consiente y libre a Dios apoyados en la luz de la
fe que ilumina nuestro entendimiento y el don de fortaleza que mueve nuestra voluntad a
buscarle.
Por
eso, no caminamos “a tientas”, como
buscando a un Dios huidizo que juega a las escondidas, sino por el contrario,
es Él quien ha venido a nuestro encuentro y se ha revelado –precisamente- para
que le encontremos…! Nuestro Dios no juega a las escondidas sino a las encontrradas!
El
gozo que cada uno experimenta al ser encontrado cuando se ha extraviado es
indescriptible, tal como lo vimos con aquellos jóvenes accidentados en la
Cordillera de Los Andes el trece de
octubre de 1972 permaneciendo setenta y dos días en la montaña, o el caso más
reciente, de un grupo de mineros que bajo seiscientos metros lograron no sólo ser encontrados sino
rescatados con éxito luego de setenta días. En uno y otro caso hubo lágrimas de
incertidumbre y temor que dieron paso a lágrimas de felicidad porque fueron
encontrados.
2. “¡Ya estamos, ya se posan
nuestros pies en tus puertas, Jerusalén!” (Salmo CXXII).
En
esta mañana de día Sábado, queridos niños, ustedes encuentran y son
descubiertos por el Señor Jesús, quien hace dos mil años hizo el sacrificio más
grande que un ser humano puede hacer por los demás, porque siendo el hijo
unigénito Dios de verdad, cada esfuerzo, cada desprecio, cada dolor que asumió
lo hizo en cuanto Dios y hombre a la vez, por ello, fue un acto único, perpetuo y pleno respondiendo
a sus atributos divinos: Todopoderoso, Eterno y Omnicomprensivo.
Hace
un instante les recordé el accidente
acontecido por unos jóvenes rugbistas uruguayos: Dos de ellos descendieron para
pedir ayuda, para lo cual, debieron
subir una montaña de cuatro mil metros sin los elementos especiales, caminar
cuarenta kilómetros en medio del frio y la oscuridad durante diez días,
llevando en sus hombros el recuerdo de sus catorce amigos que sobrevivieron a
la caída del avión.
Ellos
hicieron vida lo dicho por Jesús: “Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por los suyos”, y es inevitable
pensar que aquellos alumnos integrantes de un Colegio tradicional Católico e
integrantes del Old Christians Club, no tuviesen en sus corazones la imagen no
sólo de las palabras de Jesús sino de lo hecho por nuestro Señor el día de su
Pasión, donde entregó su vida para rescatar a los que vivían en tinieblas.
Recibir
la Primera Comunión implica subir junto a Jesús y ser partícipe de su entrega,
al punto de poder repetir cada uno en este día: “Jesús me amó y se entregó por mí”, asumiendo que el valor pagado
por el Padre Eterno para salvarnos pasa por la sangre derramada por su Hijo en
lo alto de la Cruz del Calvario. ! Valemos la Sangre de Cristo!
Este
acontecimiento -de manera misteriosa pero real- se revive en cada celebración
de la Santa Misa donde sobre el altar las especies de pan y vino se transforman
totalmente en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, pues el mismo que tenía poder
para resucitar al hijo de la viuda de Naim, de dar vida a la hija de Jairo y
revivir a su buen amigo Lázaro de Betania; es el mismo que tuvo poder para
cambiar seis tinajas agua en el mejor de los vinos en Caná de Galilea, o
multiplicar panes y peces para alimentar a una muchedumbre. Los cuatro evangelios –Mateo, Marcos, Lucas y
Juan- describen treinta y tres milagros, con la salvedad que “hay muchas otras cosas que hizo Jesús,” (San
Juan XXI, 25), y estas han sido escritas –especialmente- para
fortalecimiento de nuestra fe.
Como
en cada uno de esos milagros –Nuestro Señor-
tuvo la intención y el poder de
hacerlo, y es en la Ultima Cena donde nuevamente de manera voluntaria realizó
el mayor de los Milagros, del cual todos –sin excepción- fueron signo o señal
de lo que hizo en aquel Cenáculo de Jerusalén junto a sus Apóstoles, que
recibieron de manos de Jesús no un trozo de pan bendito sino al Autor de toda
bendición. ¡Es Jesucristo! A quien recibirán en unos momentos más, por ello, no hay un momento más sublime, ni más cercano,
para estar con Dios en este mundo que recibirlo sacramentalmente al momento de
comulgar, tal como lo harán hoy por primera vez.
Los
mejores hijos de la Iglesia que son los Santos tuvieron siempre un amor
entrañable por la Hostia Santa, haciendo esfuerzos heroicos y, en ocasiones
martiriales para poder estar con Jesucristo: San Tarsicio, Patrono de los
Acólitos el año 215 se negó a colocar en manos infieles la Hostia sagrada
optando por morir antes que entregar a Jesús; el Cardenal Francois Xavier Nguyen
Van Thuan fue tomado prisionera durante trece largos años en Vietnam y para
poder celebrar la Misa diaria colocaba un trozo de pan y un poco de vino en su
mano y repetía de memoria las oraciones litúrgicas, lo que hizo convertir a
Cristo y su única Iglesia a sus guardias.
Nuestra
gran Teresa de Los andes el día que recibió la Primera comunión escribió en su
diario de vida: “recibí un trozo del Cielo”, “me
sentí como estando en el Cielo”, y es que resulta imposible no experimentar
tal gozo y certeza cuando la fe es alimentada con la presencia del mismo
Jesucristo, tal como ustedes hoy recibirán, recordando que le pedirán al Señor
poder recibirle en el futuro con el mismo amor, pureza y deseo que le reciben
ahora; con la misma generosidad y rectitud de intención acoger sacramentalmente
en el futuro; y, no dejarán de tener presente las palabras pronunciadas por
Jesús en cada Santa Misa: “Esta es mi Sangre,
Sangre de la alianza, San Mateo
XXVI. 28). ¡!Qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum!
Niños: Nunca se acostumbren a
recibir a Jesús en la Hostia sin dejar de sorprenderse del amor que tiene para cada uno de nosotros;
nunca se acerquen a recibir la Hostia Santa teniendo la certeza de no estar con
el corazón limpio de haber cometido un pecado
grande (mortal); siempre acérquense a comulgar cuando perciban soledad y
debilidad, pues Jesús viene a nosotros para que tengamos “vida en abundancia” (San Juan X,
10). Que la Virgen Madre, la Mujer Eucarística a la que hoy veneramos
conceda la gracia de recibir a Jesús como si fuera la primera, única y última
vez en la vida. ¡Que Viva Cristo Rey!
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