miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL DON DE CONSEJO EN EL CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA

HOMILÍA MES DE MARÍA    /   COLEGIO MACKAY   /   AÑO 2016.

Estamos celebrando nuestra Misa correspondiente al día vigésimo primero del Mes de María. Esta semana meditamos sobre los dones del Espíritu Santo en el corazón de nuestra Mare del Cielo. El tercer don es de consejo, el cual,  es una luz por medio de la cual el Espíritu de Dios muestra lo que se debe hacer en el hogar y en las vida presente, juzgando rectamente –en los casos particulares- lo que conviene hacer en orden al fin último sobrenatural. Siempre el don de consejo tendrá como objetivo que Dios sea: buscado, encontrado y amado sobre todas las cosas.


No es por tanto la capacidad humana de aconsejar al prójimo, sino que es el Don del cielo por el cual somos aconsejados (guiados) por el Espíritu Santo.

La carencia de este don en nuestra vida implica actuar con precipitación, obrando con demasiada prontitud y sin la debida consideración de las diversas realidades, cosas y circunstancias, sino que siguiendo exclusivamente el espíritu de un malsano activismo. Sin duda, lo anterior sirve de antesala para el surgimiento de conductas contrarias a lo que Dios quiere, como por ejemplo: la necedad, la terquedad, la grosería, y la ignorancia. Si actuamos inconsultamente al Espíritu Santo seremos como las aves que revolotean en círculos sin saber de dónde vienen, por dónde van, y hacia dónde deben llegar. El alma sin el don de consejo es un “tiro al aire”, un “tiro al vacío”.

Muchos vicios pueden encontrar raíz en la falta del don de consejo, pues,  las pasiones como acontece con la fuerza de un río turbulento hace actuar de manera impulsiva e impetuosa, lo cual,  termina llenando el corazón nuestro de: Intranquilidad, amargura e impaciencia temeraria.

Una vez recibido el don del consejo actuamos sin la premura ciega, la cual nos hace confiar en demasía en uno mismo –por orgullo y soberbia- olvidando la voz interior del Espíritu de Dios. Mas, de la misma manera el no recibir el don de consejo hace que uno sea lento en tomar resoluciones y decisiones oportunas. La sensatez no es tozudez, tampoco, es lentitud.

Don del Santo Consejo
¿Cómo vivir el don de consejo en nuestros días?
a). Por medio de la práctica de las obras de misericordia: La bienaventuranza prometida por Jesús al comienzo de su ministerio publico dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Enseña San Agustín de Hipona que “Dios no deja de ayudar con su gracia y dones a los que con su desprendimiento asisten al prójimo en cada una de sus necesidades”. El don de consejo apunta especialmente a los frutos de la bondad y la benignidad, por esto, tal como la Virgen permanece atenta a todas nuestras necesidades,  hemos de implorar recibir el don de consejo en nuestra confirmación.

b). En la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: Una vez que el Espíritu Santo vive en nuestra alma, y una vez que recibimos el sacramento de la confirmación, con sus siete dones sagrados, el don de consejo comienza a sensibilizarnos a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras intenciones y acciones según el Corazón de Cristo quien nos dice,  cada Primer Viernes de Mes: ¡Aprended de Mi! Sin duda, que es la devoción más segura según enseña el Magisterio Pontificio, toda vez que nace del centro del Evangelio mismo. Si Cristo es la buena noticia al mundo, entonces, su Sagrado Corazón es el que la hace amable, a la vez que,  constituye el Modelo de cada una de nuestras acciones y relaciones con Dios y su obra.

c). En los pequeños detalles de la vida diaria: El don de consejo nos inspira los medios adecuados (qué hacer)  y oportunos (cuándo hacerlo), para realizar –ordenadamente- el bien a los demás. Por esto, si realmente tenemos el deseo de servir al prójimo lo primero es prepararnos convenientemente para el sacramento de la confirmación. En efecto, si queremos dar consejos a los demás, nadie lo hace mejor que aquel que lleva en su alma el don de consejo, que opera “aconsejándonos para aconsejar”. Aún más, nos enseña Santo Tomas de Aquino que: “todo buen consejo acerca de la salvación de los hombres viene del Espíritu Santo” (Sobre el Padrenuestro).

Por medio del don de consejo vamos dejando de lado nuestra “lógica personal” (caminos propios y autonomías de rebeldías revolucionarias) , nuestros deseos más terrenales…tan llenos de falta a la caridad, prejuicios y ambiciones, llegando a preguntarnos antes de actuar y decir cualquier cosa: Señor Jesús, ¿Cuál es tu deseo? ¿Qué deseas de mi ahora y en esto?

Así lo experimentó el salmista cuando escribió: “Bendigo al Señor que me ha dado consejo; también de noche mi alma me instruye. Yo tengo siempre ante mí al Señor, está a mi derecha, no vacilaré” (vv.7-8).

Con el paso de los años, tomamos conciencia que son muchas las oportunidades en que nos desviamos del camino trazado por el Señor para nosotros. El sinnúmero de pecados y pequeñeces es prueba de ello…! Hasta setenta veces diarias nos olvidamos del Señor y su primacía! Y aun así, creemos tener la razón en todo. Mas, el Señor nos ha asegurado: “Yo te haré saber y te enseñaré el camino que debes seguir, seré tu consejero y estarán mis ojos sobre ti” (Salmo XXXII, 8).

El Espíritu Santo es el Consejero de nuestra alma, el amigo permanente que intercede por nosotros, y nos concede como un “instinto divino” para acertar el camino más seguro para obtener nuestra salvación y reconocer la Gloria de Dios.

Imploremos a la Virgen Santísima como Madre del Buen Consejo que nos señale el camino que debemos seguir, los peligros que hemos de evitar y los obstáculos que procuremos vencer. ¡Que Viva Cristo Rey!

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