lunes, 21 de noviembre de 2016

La templanza en el corazón de la Virgen María

 HOMILÍA  MES  DE  MARÍA  /  COLEGIO  MACKAY  /  AÑO  2016.

Iniciamos el día catorce de nuestro Mes de María. Como todas las mañanas, estamos meditando sobre los frutos del Espíritu Santo en el corazón de la Virgen María. Hoy nos corresponde detenernos en la templanza.

    PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ

Sin duda la frase que llevan inscrita en la insignia del Colegio se la saben de memoria: “vincit qui se vincit” (Publilio Siro), es una expresión en latina que dice relación con la necesidad de vencer permanentemente nuestras debilidades, en superarse a sí mismo cotidianamente, Por esto, “vence el que se vence”, lo cual no se puede entender sin el fruto del Espíritu Santo y la virtud de la templanza.

La templanza proviene de la palabra “fortaleza” que  significa –etimológicamente- “aquel que es capaz de sostenerse por sí mismo”. En la Santa Biblia encontramos en tres ocasiones la palabra “templanza”: En Hechos de los Apóstoles XXIV, 25; Gálatas V, 23; 2 San Pedro I, 6

La templanza es necesaria en diversos ámbitos de nuestra vida: en lo que pensamos,  imaginamos y observamos; en lo que comemos y bebemos; en lo que consumimos, y en el modo cómo usamos nuestro tiempo personal. En todas estas realidades, como en otras –por cierto- se requiere de procurar un uso medido, donde la templanza modere convenientemente lo que uno desea.

El Papa Juan Pablo II dijo a los jóvenes: “En el hombre el instinto no tiene la última palabra”, lo que significa que en virtud de la vocación a la santidad que tenemos desde el bautismo, y teniendo presente que nuestra vida sólo es buena si acaso estamos unidos a Jesucristo, quien dijo: “sin mi nada podéis”, es que –particularmente- durante la niñez y juventud se requiere de la formación de la voluntad,  para lo cual,  la vivencia de la templanza resulta no sólo conveniente sino necesaria. En efecto, dijo Jesús: “No me elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre Él os lo de” (San Juan XV, 16).

Entonces, unidos a Jesucristo podemos vivir la virtud de la templanza, tal como la Virgen María de manera plena la vivió, por lo cual recibió de parte del Señor un explícito reconocimiento: “¿Quién es mi Madre, quienes son mis parientes? sino los que cumplen en todo la voluntad de mi Padre que está en los cielos? (San Mateo XII, 50).

Así, el fruto del Espíritu Santo de la templanza va de la mano con el cumplimiento de la voluntad de Dios y de cada uno de sus preceptos o mandamientos, pues así se va moldeando nuestra conducta no según los propios deseos sino según el querer de Dios. Nuestros instintos se pueden equivocar, sólo Dios no se equivoca jamás, por ello, el hecho de buscar hacer su voluntad es lo mejor y lo más seguro para cada uno de nosotros.
 CERRO TORO VALPARAISO CHILE


Pero esta tarea es ardua, porque siempre cuesta el dominio propio, el Rey Salomón dijo que “era más fácil conquistar una ciudad que vencerse a sí mismo(Proverbios XVI, 32).  Por ello,  es necesario   trabajar permanentemente en el vencimiento personal. Algo semejante acontece, por ejemplo,  con los deportistas cuando desean alcanzar un premio: horas de entrenamiento, privaciones de diversos alimentos, evitar deambular por la noche (carrete). Sólo por ese camino llegarán a destacarse y ascender en el mérito, bueno, quien quiere alcanzar la santidad debe saber, que con la gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo,  moderar sus deseos para ser cada vez más perfecto.

¿Cómo podemos vivir este fruto del Espíritu Santo  a imagen de nuestra Madre Santísima en este Mes?

a). Para querer a los demás se requiere del dominio propio que va más allá de los deseos personales: Si buscamos hacer felices, hacer el bien, y ser generosos con los demás, desde las propias privaciones,  descubriremos cómo cambia nuestra vida pues constaremos que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos XX, 35). Nuestra Madre del Cielo, como suelen hacerlo nuestras madres de la tierra,

b). Procuremos descubrir tantas razones para estar felices y contagia la sana alegría a los que están junto a nosotros: No siempre podemos dar algo material pero siempre podemos compartir el gozo de saber que podemos hacer felices a los demás. El dominio de sí mismo es causa de una alegría interior que aleja toda melancolía insana y diluye las tristezas.

c) Por medio del dominio de uno mismo podemos edificar la paz: El hecho de llevarnos bien con todos implica una constante capacidad de sobreponernos a la tentación de responder con la “ley del talión” y no con la ley de la caridad a quien actúa mal con nosotros. Ser constructores de la paz requiere de un dominio personal que es necesario profundizar de modo permanente. Sin templanza personal y social no existe una paz estable.
                                  SACERDOTE JAIME HERRERA



d). Por medio de la templanza podemos avanzar en santidad: El ingreso al Cielo implica hacerlo por la puerta angosta dice Jesucristo: “Ancho es el camino de la perdición angosto el de la santidad” (San Mateo VII, 13). Dar el gusto a todos los deseos nos aleja irremediablemente del camino de parecernos a Jesús que al despojarse de todo se hizo para todos. Es el camino que siguió nuestra Madre santísima, la cual en todo momento se privó de su tranquilidad, de su seguridad, de su bienestar en bien de los demás: A Ain Karím fue corriendo, en Caná intervino; en Jerusalén acompañó audazmente; en el Calvario permaneció de pie por la fuerza de su fe. Imitemos a la Virgen en la vivencia de la templanza. ¡Que viva Cristo Rey!

    

      


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