FECHA:
HOMILÍA MES DE MARÍA
/ COLEGIO MACKAY / 18/11/2016.
Si el exitismo se exige
en la vida social, y la visibilidad en las redes sociales, en el campo de las
relaciones personales, incluido por ejemplo el ámbito deportivo, se suele ver
como “atributo positivo” el ser agresivo y violento. Lo vemos en los partidos
de futbol con tanta frecuencia. Es bueno tener un sano espíritu crítico, para
corregir los defectos, pero ello no implica ser “criticón” lo que implica finalmente
que en la balanza son más las críticas que las soluciones.
Hoy nos detenemos en el
fruto del Espíritu Santo que es la mansedumbre,
el cual implica la capacidad de moderar la ira (los enojos y molestias) y el “apasionamiento ciego”, con el cual se nos permite cumplir
con la Bienaventuranza prometida por Jesús en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los mansos de corazón
porque recibirán la tierra en herencia” (San Mateo V, 5).
La mansedumbre no debe ser confundida con lo que habitualmente se
denomina como la “falta de carácter”,
sino que implica poseer un carácter “fuerte
y humilde” a la vez. Entonces, el hecho de ser manso no implica el ser de
personalidad débil. En palabras simples: ¡Ser manso no es ser menso!
El fruto del Espíritu
Santo de la mansedumbre es una realidad que nace de la fe y no es consecuencia
de un temperamento- Implica un modo de vivir, de ser no de sentir.
07:30 AM: SANTA MISA MACKAY MES DE MARIA 2016: A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA |
Una falsa mansedumbre, entendida como producto –estrictamente-
de una personalidad “sensible”
necesariamente conlleva a tener luego, una total falta de carácter, por medio de una
voluntad “anestesiada” por la
tentación de pretender “llevarse bien con
todos”, lo cual termina, a la postre, ocasionando el “llevarse mal con todos”.
La falta de un carácter
serio (recio y preciso) y de la verdadera mansedumbre
cristiana ocasiona que; no tengamos la determinación de defender la verdad;
que ocultemos nuestras convicciones y principios con el fin de tratar que
ninguna persona se moleste con nosotros. Entendámoslo claramente. ¡Ser manso no
es ser cobarde!
Cuando Nuestro Señor
enseñó las nueve Bienaventuranzas, delineó un camino de santidad que todo
bautizado debe procurar recorrer, dando oportunidad a quienes hasta entonces no
la tenían de alcanzar la perfección y permitiendo en todo tiempo seguir sus
mandatos. As{i, diremos que la mansedumbre
va más allá de la “buena educación”, implicando
un esfuerzo por convivir en paz con todos, especialmente en los momentos
de mayor dificultad y en las épocas de mayor crispación social tal como es la
que estamos viviendo en la actualidad…A comienzos del cristianismo era “uno contra todos”; luego vino el modernismo
liberacionista del “todos contra uno”,
para dar paso a la incipiente modernidad neopagana del “todos contra todos”.
Entonces, nos
preguntamos ¿Qué es la mansedumbre?: Si no es una virtud que podamos alcanzar
por nuestro exclusivo esfuerzo, entonces, la respuesta nos la entrega el Apóstol San
Pablo: “Vestíos, pues como escogidos de
Dios –santos y amados- de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad,
de mansedumbre, de paciencia” (Colosenses
III, 12). El Salmo XXXVII, en seis oportunidades recuerda que
los mansos y humildes que tienen a Dios heredarán la tierra, en tanto indica
que los violentos quedarán con las manos vacías. Una persona agresiva puede
ganar una batalla pero termina perdiendo la guerra, ,más, los que viven la mansedumbre aunque temporalmente pierden una batalla terminan
obteniendo la victoria.
En el Evangelio leemos
que Cristo, perfecto Dios y hombre a la vez, dijo de sí mismo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mi porque soy manso y humilde de corazón” (San Mateo XI,
28-29). Estas
palabras se reflejaron –patentemente- en sus acciones, particularmente en tres
momentos: Primero, al ser detenido en el Huerto de los Olivos ordenó determinadamente
a Simón Pedro no ser violento con quienes lo apresaban; segundo: Al momento de
ser azotado, ante el cúmulo de ofensas recibidas no emitió palabra alguna;
tercero: desde la Cruz nos reveló cuál
es la verdadera mansedumbre,
la cual es fruto del Espíritu Santo (Gálatas V, 22-23).
¿Cómo podemos crecer en
mansedumbre?
a).
Por medio de la vivencia de la fe: Puestos en las manos
de la voluntad de Dios recordamos que Aquel que pareció impotente, débil y
vencido en el Calvario; al tercer día salió fuerte, victorioso y triunfante…de
mayor perdedor a mayor ganador. (De loser a winner, winner winner, como dijo un
amigo y tocayo recientemente).
b).
Por medio de la vivencia de la esperanza: Sabemos que el
punto final de nuestra ida y de la historia le pertenece a Dios, por ello, el futuro es de Jesucristo en quien esperamos
siempre.
c).
Por medio de la vivencia de la caridad: Porque esperamos y
creemos es que somos capaces de aguantar y sobrellevar las injusticias y
menosprecios que eventualmente podemos recibir. El mal y la falta de amor al
prójimo se vencen con la práctica de la caridad cristiana que nos enseña Jesús por medio de la Virgen María
a lo largo de este Mes bendito. Viéndola a Ella se disipa todo rencor, toda
molestia, toda amargura, y aprendemos a vivir mansamente, tal como nos invita
el Apóstol San Pablo: “Os ruego que
andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda
humildad y mansedumbre, soportándoos
los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la humildad del espíritu en
el vínculo de la paz, un cuerpo y un Espíritu, como también fuisteis llamados
en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios IV,
1-4).
¡Que Viva Cristo Rey!
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