HOMILÍA DE PRIMERA COMUNIÓN SAINT PETER’S SCHOOL 2016.
1. “Agua, oxígeno y alimento para
nuestra alma”.
Queridos padres de
familia, muy queridos niños y jóvenes: En este día Dios ha querido sumar la misma
naturaleza a la Santa Misa que ahora
celebramos. El tiempo festivo de la primavera, sumado a un sol generoso, nos
hace recordar aquel antiguo refrán que nos permitimos citar en esta ocasión: “donde entra el sol no entra el médico”,
lo que quiere decir que el sol tiene propiedades que nos evitan enfermar en
virtud de la misma luz irradiada.
Pues bien, de modo
similar afirmamos que donde entra
Jesucristo el demonio sale huyendo. Y esto es lo que acontece en esta
oportunidad, porque el día de vuestro bautismo Dios vino a vivir trinitariamente
en vuestra alma –El Padre, Hijo y Espíritu Santo- , y como donde hay agua hay
vida, de modo semejante, la gracia de Dios
ha regado lo más hondo de nuestro corazón
con su bendición desde ese momento, procurando aquel sacramento del bautismo “hacernos de Jesús”, repitiendo las
palabras del Apóstol San Pablo: “Ya no
soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas
II, 20).
¿Basta el agua para
tener vida? Por cierto que no, además, se requiere del “oxígeno” que purifica y vitaliza a la vez. Si respiramos es que
vivimos, en tanto que, si dejamos
permanentemente de hacerlo, simplemente es
porque hemos muerto. En los campos antiguamente se colocaba una vela encendida
a la nariz del moribundo, si acaso la llama se movía era signo que aún estaba vivo,
más si quedaba impasible la llama era señal clara de que el enfermo ya había
muerto.
Nosotros, antes de
acercarnos a recibir a Jesús Sacramentado, hemos “oxigenado” nuestra alma por medio del sacramento de la confesión,
el cual, fue directamente instituido por
Nuestro Señor para permitirnos acceder a su infinita misericordia que rejuvenece
los buenos propósitos, que nos hace estar atentos a las cosas de Dios y que nos
mantiene en estado de gracia inclinados
a la virtud.
El que se confiesa
siempre procura ser mejor, por esto, la
Iglesia nos recomienda acercarnos a la confesión de manera frecuente, ojalá de
manera mensual por lo menos, con el fin de lograr ir avanzando en el camino de
la santidad por medio del cual, como
católicos, hemos de procurar mantenernos
permanentemente.
Niños: Si ustedes
quieren llegar lejos en un viaje deben llenar
el estanque de bencina cada cierto tiempo, de modo similar, para llegar al Cielo –y estar con Dios- es
necesario el combustible de la gracia que recibimos y reavivamos por medio de la confesión sacramental.
Entonces, ¿Basta el
agua y el oxígeno para tener vida? Nuevamente responderemos que no, puesto que,
por mucho que bebamos y por mucho que
respiremos, igual permaneceremos
debilitados si acaso no nos alimentamos suficientemente. Así, llegamos a otro
antiguo refrán que afirma: “enfermo que
no come se muere”. En efecto, se requiere tener las calorías y nutrientes suficientes para
poder subsistir, en tanto que, es síntoma
de enfermedad grave, el abstenerse de
comer en forma permanente.
Uno puede dejar de alimentarse
un día, pero no puede abstraerse de hacerlo para siempre. Como católicos
tenemos el don inmenso de acceder al alimento que no se vence, que no se oxida,
y que no se desvanece, tal como es el
que Cristo nos prometió: “Yo les daré a
comer el Pan de Vida”.
De todas las enseñanzas
que Jesús nos entregó, la más extensa es aquella que se denomina el “Sermón del
Pan de Vida” que leemos en el Evangelio de San Juan. Por otra parte, son
múltiples los milagros que hizo Jesús en relación al valor del alimento, como
signo real del misterio insondable que instituiría en la Última Cena: Multiplicó
dos veces los panes y peces, una vez resucitado les pidió a sus discípulos algo
para comer; inició los milagros con la multiplicación del vino en Caná de
Galilea, agotado de calor y cansado de tanto andar pidió agua para beber,
sentenciando que, “si vosotros que sois malos dais cosas buenas a vuestros hijos,
¿Cuántos mayores bienes os dará vuestro
Padre de los cielos a quien lo implora con insistencia?”(San
Mateo VII, 11).
Por ello, hoy repetimos
la súplica del Padre Nuestro: ¡Danos el
Pan de cada día! (San Lucas XI, 3)
2. El misterio inmenso de Jesús en la
Santa Eucaristía.
Nuestra inteligencia
como nuestros ojos puede conocer hasta una realidad determinada. Miramos al cielo en una noche y vemos muchas
estrellas…aunque parecen ilimitadas, siempre es posible encontrar más y más. Y,
esta es una pregunta bíblica pues Dios le dijo a Abrahán: “Mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas. Así
será tu descendencia” (Génesis XV, 4-5).
Sabios griegos como Hiparco (127 aC)
encontró 850; Ptolomeo (151dC)
en Alejandría encontró 1022.
¿Cuántas estrellas ven ustedes en una noche despejada?
Con un telescopio podemos
descubrir muchas más de las trescientas mil millones de estrellas que tiene
nuestra galaxia. Que aunque no las veíamos a simple mirada no por ello dejaban
de existir. No todo lo que no vemos deja de existir, ni todo lo que no acabamos
de entender deja de ser verdadero.
Personalmente no he ido
a China, desde aquí no veo China, pero…
China existe; desde este lugar -aunque cerca- no escuchó el ruido de las olas pero
estas no dejan de bañar nuestras playas.
En el plano superior,
no puedo colocar en mi mano el amor que tengo a mis padres, como tampoco puedo
colocarle precio el cariño que profesamos a los amigos y hermanos, pero aunque ello
no es tangible, no se mide ni se pesa, es algo real que nadie puede negar su
existencia.
Hoy, ustedes niños,
pueden decir que Dios existe y lo han encontrado, toda vez que en el camino
recorrido por vuestros padres en la Catequesis Familiar y por cada uno de ustedes
en las clases de religión católica impartidas en nuestro colegio, han podido ir
descubriendo la presencia de Dios: y lo han encontrado...
a).
En la obra que ha hecho: Quienes aman a Dios suelen
percibir su presencia en cada realidad, en cada acontecimiento, por lo que nuestras
vidas no son tenidas como fruto del azar sino que somos guiados por la
manifiesta voluntad de la Divina Providencia. Por esto, hoy vienen a este
templo porque el Señor tuvo la iniciativa de invitarlos. Reconociendo que la
creación nos habla de El por su grandeza, por su perfección, por su belleza y
por su bondad. Realmente, ¡Todo lo que vemos nos habla de Dios! ¡Dios nos dejó
su huella y a cada paso lo encontramos!
b).
En nuestra alma desde el bautismo: ¡Uno vale lo que vale
su alma! Nunca acabaremos de tomar total conciencia de lo que implica que Dios
mismo haya querido crearnos y, aún
más, salvarnos viniendo a habitar en
nuestra alma desde el día de nuestro bautismo que es sin duda el día más
importante de toda nuestra vida. Bueno es recordar el cumpleaños, mejor aún
recordar y celebrar el día de nuestro bautismo.
c).
En medio de su Iglesia: Todo ser humano viene al mundo
desde la realidad de una familia, gracias a que Dios hace consocios a los
padres de familia para ser custodios e intérpretes del amor, del poder, y de la
voluntad de Dios, por lo que asumida tal
gracia se ha de reconocer tal responsabilidad. De manera semejante, al
momento de re-crearnos en la salvación por medio de Jesucristo, el Señor nos
invitó a participar de la familia de los redimidos que es la Iglesia, por lo
que no se puede aceptar a Jesucristo marginándose de la vida eclesial como
tampoco es posible aceptar a la Iglesia olvidándose de Jesucristo. Entonces, el
católico dice siempre: ¡Si a Cristo y Sí a su Iglesia! ¡Estoy con Cristo, estoy
con su Iglesia! ¡Vivo con Cristo, vivo con su Iglesia!
d).
En la presencia eucaristía: Queridos niños: El encuentro con
Jesús que hoy tienen, fue prometido durante la Última Cena y consumado en el
Calvario, cuando dijo Jesús: “Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los tiempos” (San Mateo
XXVIII, 20), ya previamente había anunciado que “el que come de este pan vive eternamente” (San
Juan VI, 51).
Así, la presencia de
Cristo es real y sustancial por esto imploramos con insistencia: ¡Danos el pan
de cada día! En unos momentos sobre nuestro altar, Jesús se hace presente: y lo
que es un poco de pan y un poco de vino, se transforman en el momento de la
consagración, en todo el cuerpo, el alma y la sangre de Jesús. ¡Jesús aquí
viene para quedarse!.
3.
¿Cómo es el amor de Dios nos tiene?
*
A prueba de dificultades: Sin duda no hay amistad más
confiable y fiel que la que nos brinda el Señor Jesús, porque Él mira más
allá de lo que tenemos, de lo que
podemos y de lo que gustamos. Su amistad
supera el muro de la adversidad, y
resplandece con mayor fuerza cuando todos vacilan, destiñen y huyen. Por eso, sabemos en quien confiar, y lo hacemos desde
hoy en Jesús Sacramentado: ¡El Amigo que nunca falla!
“Jesús está presente en la Eucaristía para ser encontrado,
amado, recibido, consolado. Dondequiera esté el sacerdote, allí está presente
Jesús, porque la misión y la grandeza del sacerdote es precisamente la
celebración de la Santa Misa” (14 de Junio de 1979, San Juan Pablo II).
*
Más allá del tiempo: En segundo lugar, Jesús Sacramentado
nos quiere siempre. Actualmente todo parece tener fecha de vencimiento…los amigos
pasan, los vecinos pasan, los colegas pasan, los compañeros de curso pasan…El
amor de Cristo no pasa nunca de moda, permanece vigente y aún más, aumenta en
la medida que procuramos serle fieles. Aunque lo olvidemos en ocasiones, el día
y noche está presente en el Sagrario intercediendo por cada uno de nosotros y
esperando nuestra visita, nuestra amistad y nuestra compañía. ¡No lo olvidemos!
¡No lo dejemos abandonado en las iglesias! Por el contrario donde exista un
templo, allí procuremos visitarle y acompañarle. En cada Santa Misa, cuando
Cristo viene, el tiempo se detiene porque la Eternidad llega.
“Prometí al Señor: ¡Quisiera estar siempre contigo! en la
medida de lo posible, y le pedí: Pero, sobre todo, está tú siempre conmigo. Y
así he ido adelante por la vida. Gracias a Dios, el Señor me ha llevado siempre
de la mano y me ha guiado incluso en situaciones difíciles” (Papa Benedicto XVI,
Catequesis a los niños de Primera Comunión).
*
En todo momento busca nuestro bien: Sin duda lo específico
de la Santa Misa es que se renueva lo que Jesús hizo en la Cruz por cada uno de
nosotros. Aquí revivimos con la Virgen María lo que aconteció en el Calvario.
Entonces, valoramos cada gesto del Señor como un acto de su amor ilimitado por
nosotros; de la misma manera, debemos
amar ilimitadamente a quienes están junto a nosotros cotidianamente, pues “la medida del amor es amar sin medida”. Sólo
así, “la vida del creyente es una ventana
que muestra a Cristo a los demás” (Romanos I, 16).
Finalmente, una mirada
a la Virgen María, en cuto templo consagrado estamos hoy: Sin duda, como enseña
el actual Obispo de Roma: “Se camina
mejor en la vida cuando tenemos la madre cerca” (26
de Mayo del 2013). Junto a ella, se alejan los temores, se
fortalecen las convicciones, se alegra el corazón y se expande la caridad hacia
los demás. Nadie queda excluido del corazón maternal de la Virgen María. Por
ello, imploramos por ustedes –queridos niños y sus familias- para este día sea
de bendición para todos sin excepción. ¡Que Viva Cristo Rey!
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