MEDITACIÓN CUARTA / MES
DE MARÍA / AÑO 2017.
Las barandas de metal
ubicadas a orilla de playa cuando recién las hicieron estaban lisas. Con el
paso del tiempo se oxidaron y hoy lucen frías y ásperas…Algo semejante acontece
con la relación entre las personas que en la actualidad es predominante
en nuestra sociedad. De la frialdad se ha pasado a un trato áspero,
molesto, y agresivo.
Incluso al interior de
nuestro hogar, de nuestro colegio, de nuestra vecindad, quienes han de ser
tratados como hermanos, amigos de curso,
y vecinos, son tenidos –ahora- como “extraños”, como “rivales” y como “enemigos”.
En este cuarto día del
Mes de María la honramos como “Madre amable”. ¡Qué realidad más
ajena de nuestras calles y veredas; de nuestras acciones y palabras!
Cuando alguien nos dice
que una persona es amable, ¿qué es lo primero que pensamos? Alguien que por
su manera de ser con el prójimo se hace querer con facilidad por los demás;
alguien que resulta agradable escuchar; alguien que no se ofende con facilidad y sabe
perdonar y disculpar con rapidez. Un mismo empujón fortuito (casual) en un partido de fútbol puede tener doble
resultado: o sigue el juego tranquilamente o hay una gresca descomunal. Alguien
amable es aquel que anda buscando dónde servir, dónde ayudar sin avisar ni
promocionar. La virtud de la amabilidad es el fruto inmediato de un
corazón donde Dios vive. La amabilidad es el aroma de Dios, el perfume
que señala su presencia.
Esto lo vemos en el
episodio de la visitación de la Virgen María a su prima , toda vez que lo
primero que hizo al saber que era ensalzada en vistas a ser la Madre de Cristo,
fue ir con rapidez a visitar y servir a su prima Isabel. El carácter amable
viene del amor de Dios, que se rebalsa
hacia quien lo necesita con urgencia, por eso la persona amable siempre está
atenta a servir y no a ser servido.
¿Cómo
podemos imitar a María Amable a lo
largo de este Mes bendito?
a).
Testimonios del amor de Dios: La
amabilidad en la Virgen responde al amor que Dios tiene en Ella, por esto la
Virgen hace el bien “mirando a quien” y no esperando otra respuesta que el
Señor Jesús, sea más buscado, más encontrado y más amado. La amabilidad de
la Virgen nace, se nutre y se dirige hacia el amor de Dios, por ello es
diferente y superior a la simple cortesía y a la buena educación.
Ser amable es hacer
presente a Dios en medio nuestro, así lo enseña el Apóstol: “Si nos amamos unos a otros, Dios vive en
nosotros, y su amor a llegado a nosotros a la perfección”. ¡Qué bien lo
pasamos cuando tratamos amablemente a los demás! Constatamos que el ambiente
cambia, dan ganas de quedarse más rato compartiendo, surgen iniciativas en bien de los demás. Todo se hace “de buena gana” cuando se pide con
amabilidad.
Por el contrario, quien
vive imponiéndose, tratando con aspereza y desprecio a los demás se hace
simplemente insoportable. La vida social se ve quebrantada cuando olvidamos
el mandato de Jesús dado en la Ultima Cena: “Amaos
los unos a los otros como Yo os he amado”, es decir procurando practicar con frecuencia y naturalidad las
distintas obras de misericordia a que nos invita nuestra Iglesia Católica: visitando
a los amigos de curso enfermos, escuchando con tiempo a nuestros abuelos,
corrigiendo caritativamente a quien no se porta bien, consolando a quien está
afligido y angustiado porque la vida se le hace “cuesta arriba”.
b).
Ofrecer cada día un gesto amable: La virtud de la “amabilidad” no es algo que se pueda
practicar por instinto, sino que responde a una perseverante actitud que sólo se
logra luego de muchos vencimientos personales. ¿Recuerdan el lema de
nuestros dos colegios? …”Vincit qui ci
vincit”…Vence el que es capaz de vencer su egoísmo, el que mira más
allá de su propia existencia, el que es capaz compartir desinteresadamente. “Labor omnia vimcit”…El trabajo de
vencerse alcanza todo lo noble, bello y permanente. Es fruto de una labor que
lleva tiempo y exige dedicación, no es consecuencia de un simple entusiasmo o
de ganas pasajeras. Hay que “trabajar”
para tener un carácter amable.
Así lo han vivido los Santos que la Iglesia nos entrega como
los mejores ejemplos e intercesores:
San Francisco de Sales:
El que hoy conocemos como el “santo de la
amabilidad”, en su juventud poseía un carácter muy malo. Hoy diríamos era
de “mecha corta”, explotaba con
facilidad. ¿Cómo lo hizo? Primero: Hay que conocerse bien a uno mismo para
ver qué debemos mejorar; Segundo: Aprender a someter nuestra voluntad al deber
antes que al querer, priorizando, como enseña un antiguo refrán que “el deber siempre es antes que el placer”.
Tercero: Ser gentil con quien es inoportuno y dedicar tiempo suficiente para escuchar a los demás.
La virtud de la
amabilidad, que en este día destacamos de la vida de la Virgen María es
necesaria para la vida social. Las relaciones entre las personas se hacen muy
difíciles cuando hay que sobrellevar a una persona cargada de mentira,
malhumor, doblez. En los dibujos animados de “Los Picapiedra” aparece un
personaje que es el “mala suerte”,
sobre el que va siempre una nube de tormentas…donde él va hay un desastre. El
acto de ser amables con ellos sin duda ampliará nuestra capacidad de
mansedumbre con las demás personas y nos hará tener un carácter más amable
permanentemente.
c).
Pensar cómo Cristo trataba a los demás con amabilidad:
El
anuncio actual de las enseñanzas de Jesús y de nuestra Santa Iglesia requiere
de verdaderos testigos consagrados a la afabilidad, la amabilidad, la
cordialidad en su apostolado. Cristo
pasó haciendo el bien con amabilidad. En este sentido enseñaba hace unos años
el Romano Pontífice que “Bastaría una palabra cordial, un gesto
afectuoso, e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención
y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una
existencia, oprimida por la tristeza y por el desaliento” (S.S.
Juan Pablo II, 11 Febrero 1981).
Recordemos que hay una
canción del folclor que dice: “Verás como
quieren en Chile al amigo cuando es forastero”. Ser acogedores,
simpáticos, afables, amables con todas las personas es un imperativo para quien
opta por una vida verdaderamente católica, es hacer lo que Cristo hizo. Eso es lo que a lo largo de su vida hizo nuestra Madre Amable a quien honramos en este
cuarto día de su Mes Bendito. ¡Que Viva Cristo Rey!
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