martes, 14 de noviembre de 2017

“MADRE AMABLE”

 MEDITACIÓN CUARTA   /  MES DE MARÍA   /  AÑO    2017.


Las barandas de metal ubicadas a orilla de playa cuando recién las hicieron estaban lisas. Con el paso del tiempo se oxidaron y hoy lucen frías y ásperas…Algo semejante acontece con la relación entre las personas que en la actualidad es  predominante  en nuestra sociedad. De la frialdad se ha pasado a un trato áspero, molesto, y agresivo.

Incluso al interior de nuestro hogar, de nuestro colegio, de nuestra vecindad, quienes han de ser tratados como  hermanos, amigos de curso, y vecinos, son tenidos –ahora- como “extraños”, como “rivales” y como “enemigos”.

En este cuarto día del Mes de María la honramos como “Madre amable”. ¡Qué realidad más ajena de nuestras calles y veredas; de nuestras acciones y palabras!

Cuando alguien nos dice que una persona es amable, ¿qué es lo primero que pensamos? Alguien que por su manera de ser con el prójimo se hace querer con facilidad por los demás; alguien que resulta agradable escuchar;  alguien que no se ofende con facilidad y sabe perdonar y disculpar con rapidez. Un mismo empujón fortuito (casual)  en un partido de fútbol puede tener doble resultado: o sigue el juego tranquilamente o hay una gresca descomunal. Alguien amable es aquel que anda buscando dónde servir, dónde ayudar sin avisar ni promocionar. La virtud de la amabilidad es el fruto inmediato  de un corazón donde Dios vive. La amabilidad es el aroma de Dios, el perfume que señala su presencia.

Esto lo vemos en el episodio de la visitación de la Virgen María a su prima , toda vez que lo primero que hizo al saber que era ensalzada en vistas a ser la Madre de Cristo, fue ir con rapidez a visitar y servir a su prima Isabel. El carácter amable viene del amor de Dios, que se rebalsa hacia quien lo necesita con urgencia, por eso la persona amable siempre está atenta a servir y no a ser servido.

¿Cómo podemos imitar a María Amable a lo largo de este Mes bendito?

a). Testimonios del  amor de Dios: La amabilidad en la Virgen responde al amor que Dios tiene en Ella, por esto la Virgen hace el bien “mirando a quien” y no esperando otra respuesta que el Señor Jesús, sea más buscado, más encontrado y más amado. La amabilidad de la Virgen nace, se nutre y se dirige hacia el amor de Dios, por ello es diferente y superior a la simple cortesía y a la buena educación.

Ser amable es hacer presente a Dios en medio nuestro, así lo enseña el Apóstol: “Si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y su amor a llegado a nosotros a la perfección”. ¡Qué bien lo pasamos cuando tratamos amablemente a los demás! Constatamos que el ambiente cambia, dan ganas de quedarse más rato compartiendo, surgen iniciativas  en bien de los demás. Todo se hace “de buena gana” cuando se pide con amabilidad.

Por el contrario, quien vive imponiéndose, tratando con aspereza y desprecio a los demás se hace simplemente insoportable. La vida social se ve quebrantada cuando olvidamos el mandato de Jesús dado en la Ultima Cena: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, es decir procurando practicar con frecuencia y naturalidad las distintas obras de misericordia a que nos invita nuestra Iglesia Católica: visitando a los amigos de curso enfermos, escuchando con tiempo a nuestros abuelos, corrigiendo caritativamente a quien no se porta bien, consolando a quien está afligido y angustiado porque la vida se le hace “cuesta arriba”.

b). Ofrecer cada día un gesto amable: La virtud de la “amabilidad” no es algo que se pueda practicar por instinto, sino que responde a una perseverante actitud que sólo se logra luego de muchos vencimientos personales. ¿Recuerdan el lema de nuestros dos colegios? …”Vincit qui ci vincit”…Vence el que es capaz de vencer su egoísmo, el que mira más allá de su propia existencia, el que es capaz compartir desinteresadamente. “Labor omnia vimcit”…El trabajo de vencerse alcanza todo lo noble, bello y permanente. Es fruto de una labor que lleva tiempo y exige dedicación, no es consecuencia de un simple entusiasmo o de ganas pasajeras. Hay que “trabajar” para tener un carácter amable.

Así lo han vivido los Santos que la Iglesia nos entrega como los mejores ejemplos e intercesores:

San Francisco de Sales: El que hoy conocemos como el “santo de la amabilidad”, en su juventud poseía un carácter muy malo. Hoy diríamos era de “mecha corta”, explotaba con facilidad. ¿Cómo lo hizo? Primero: Hay que conocerse bien a uno mismo para ver qué debemos mejorar; Segundo: Aprender a someter nuestra voluntad al deber antes que al querer, priorizando, como enseña un antiguo refrán que “el deber siempre es antes que el placer”. Tercero: Ser gentil con quien es inoportuno y dedicar tiempo suficiente  para escuchar a los demás.

La virtud de la amabilidad, que en este día destacamos de la vida de la Virgen María es necesaria para la vida social. Las relaciones entre las personas se hacen muy difíciles cuando hay que sobrellevar a una persona cargada de mentira, malhumor, doblez. En los dibujos animados de “Los Picapiedra” aparece un personaje que es el “mala suerte”, sobre el que va siempre una nube de tormentas…donde él va hay un desastre. El acto de ser amables con ellos sin duda ampliará nuestra capacidad de mansedumbre con las demás personas y nos hará tener un carácter más amable permanentemente.



c). Pensar cómo Cristo trataba a los demás con amabilidad:
El anuncio actual de las enseñanzas de Jesús y de nuestra Santa Iglesia requiere de verdaderos testigos consagrados a la afabilidad, la amabilidad, la cordialidad en su apostolado.  Cristo pasó haciendo el bien con amabilidad. En este sentido enseñaba hace unos años el Romano Pontífice que  “Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso, e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia, oprimida por la tristeza y por el desaliento” (S.S. Juan Pablo II, 11 Febrero 1981).

Recordemos que hay una canción del folclor que dice: “Verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero”. Ser acogedores, simpáticos, afables, amables con todas las personas es un imperativo para quien opta por una vida verdaderamente católica, es hacer lo que Cristo hizo.  Eso es lo que a lo largo de su vida hizo  nuestra Madre Amable a quien honramos en este cuarto día de su Mes Bendito. ¡Que Viva Cristo Rey!



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