lunes, 20 de noviembre de 2017

“VIRGEN PODEROSA”.

NOVENA MEDITACIÓN   /   MES DE MARÍA   /   AÑO 2017.


Hablar de poder hay encierra múltiples cuestionamientos. Con frecuencia se ve el poder como algo nocivo, que –para muchos- es el origen de los males y perversidades de la vida actual.

Mas, de suyo diremos que el poder ejercido con la humildad y la confianza de un creyente puede ser un medio para obtener muchos bienes, espirituales y materiales, toda vez que si acaso, como dice el Evangelio,  “todo poder viene de Dios” entonces, es necesario recibirlo como una vocación particular que Dios concede a quien quiere.
En cada etapa de nuestra vida donde se presente la oportunidad de cumplir una misión ejerciendo el poder hemos de tener clara conciencia que en su búsqueda, consecución y entrega debemos guiarnos por las enseñanzas de Jesús quien señaló que  “no he venido a ser servido sino a servir”.

El que manda debe procurar comportarse como el que sirve, lo que conlleva una serie de virtudes que son necesarias para el ejercicio cristiano del poder. Sin el ejercicio de las virtudes irremediablemente el poder se termina transformando en un abuso.
Hay más alegría en dar que en recibir: La historia nos entrega múltiples ejemplos de quienes alcanzaron la santidad por medio de una vida colmada de virtudes en el ejercicio del poder.

En este día, al comienzo de una nueva semana del Mes de María, recordamos la letanía que dice: “Madre poderosa”, con la cual reconocemos que en virtud de haber sido constituida como la “llena de gracia” y a causa del papel insustituible como medianera universal de toda gracia que cumple en el camino de la redención,  ella todo lo que pide a Dios le es concedido, de modo similar a cómo una súplica materna recibe una respuesta favorable inmediata de un buen hijo.

Cuando los Apóstoles perciben (toman conciencia)  del valor de la oración al ver a Jesús rezar en todo momento, entonces el Señor les dice: “Todo lo que pidan en mi nombre con fe os será concedido”, añadiendo que hemos de implorar “con la certeza que lo solicitado ya nos ha sido ya concedido”.

Entonces, si esto lo aplicamos al valor de la plegaria de la Virgen en orden a obtenernos una gracia especial para cada día de este Mes Bendito, estamos seguros que le será totalmente concedido, pues –como dice hermosamente San Bernardo de Claraval- “nunca se ha oído decir que quien recurriese a la Bienaventurada Virgen María, su oración haya sido desatendida”.

El poder que la Virgen tiene es por participación. Porque ha sido elegida por el mismo Dios para ser reconocida como su madre, y habiendo permanecido tres décadas sujeto a la voluntad de sus padres en Nazaret, podemos decir que no hay una persona que haya sido participe de mayor poder que la Virgen María, y no la habrá por el hecho que solo Ella fue alzada por el Cielo como la Madre del Mesías anhelado y recibido en medio nuestro…! Jesús vino a los suyos y está en medio nuestro como el que sirve!

Por lo anterior, la Virgen María tiene poder porque Dios a Ella no le niega nada, tal como aconteció en el primer milagro realizado por el Señor en las Bodas de Caná de Galilea (San Juan II, 1-12).

Sin duda, una de las características de la maternidad es desvivirse por sus hijos, procurando darles lo mejor en todo aquello que sea posible. El espíritu de sacrificio de las madres llega frecuentemente al mismo heroísmo y en ocasiones hasta el martirio. La Liturgia en uno de sus himnos e imágenes propiamente eucarísticas suele representar a Dios como aquel “pie pelicane” (pelicano bueno) que de sus entrañas es capaz de alimentar a sus crías. Es lo que hace una buena madre, y que la Virgen cumple perfectamente con el encargo dado por su hijo en lo alto del Calvario: “Mujer, ahí está tu hijo” (San Juan XIX, 26).

Desde ese instante en el corazón de la Virgen esta la Iglesia entera, en cada uno de sus miembros bautizados, y cuantos están llamados a serlo, ejerciendo un particular cuidado en vistas al bien espiritual y material de sus hijos: “Semper vivens ad interpellandun pro fillis suis”…Su viva son sus hijos…Su vida es la Iglesia…Su vida somos cada uno.

La maternidad de la Virgen María es el fundamento de su poder: En el plano espiritual, como Reina del Cielo nos obtiene todas las gracias que son más necesarias para alcanzar la eterna salvación. Hay cosas que en ocasiones pueden parecernos necesarias y deseables pero que no necesariamente van a terminar favoreciendo nuestra perfección, nuestro crecimiento en una vida virtuosa, y nuestra llegada al Cielo.

Por eso, dejemos en manos de la Virgen Poderosa lo que sea imprescindible para que nuestra identidad católica recibida en el sacramento del bautismo…Ella nos conoce….Ella sabe lo que es necesario.



La letanía “Virgen poderosa” encierra una riqueza para nuestra vida espiritual, especialmente para estos días del Mes de María.

a). Vivir confiados: El hijo (creyente) de Dios y de la Virgen María, sabe que nada ocurre que Dios no lo permita, y por tanto que su madre no deje de velar por cada uno de nosotros. La nostalgia, el abajismo espiritual no deben tener cabida en el almas de quien se sabe protegido por la Virgen poderosa que todo lo obtiene de Dios Padre Todopoderoso. ¿Confías en Dios? ¡Pues, hazlo –también- en su Madre Santísima¡ Recordemos siempre que la ternura de la Virgen es el terror del infierno, porque por medio de Ella vino al mundo nuestro Divino Redentor.

b). Aprender a rezar el Santo Rosario: Para muchos parece ser la oración de nuestros antepasados y de los que llegan antes de iniciar la Santa Misa…Y es verdad, pero –también- ha de ser importante que aprendamos a rezarlo porque es la oración predilecta de la Virgen –Ella lo dijo en Fátima-…Es la oración predilecta de los Sumos Pontífices –así lo han dicho- …y es una oración que ha sanado enfermedades terminales, que ha convertido almas endurecidas y cegadas por el odio y la mentira, que ha sido más poderosa que las armas y ha evitado guerras. En realidad, es el arma mariana más efectiva que está puesta en nuestras manos e inserta en nuestros corazones.

Oración: “Virgen poderosa que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora: Haz que cumpla día tras día la promesa bautismal de rechazar a Satanás, a sus obras y seducciones, y sepa dar al mundo un ´gozoso testimonio de esperanza cristiana. Te pido, Madre Buena, que con el pode que Dios te ha dado, me acompañes al caminar y no me dejes solo nunca, así el mal nunca tocará mi alma, porque no puede acercarse a ti. Poderosa Madre y Reina del Cielo y de la tierra, cúbreme con tu manto bendito, bendíceme y lléname de gracia, para parecerme más a ti, fortalece mi fe para que yo pueda decir si a la voluntad de Dios como tú lo hiciste y a la hora de mi muerte llévame al gozo eterno del Cielo”. ¡Que Viva Cristo Rey!

                                                     




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