NOVENA MEDITACIÓN / MES
DE MARÍA / AÑO
2017.
Hablar de poder hay encierra múltiples cuestionamientos.
Con frecuencia se ve el poder como algo nocivo, que –para muchos- es el origen
de los males y perversidades de la vida actual.
Mas, de suyo diremos que el
poder ejercido con la humildad y la confianza de un creyente puede ser un medio
para obtener muchos bienes, espirituales y materiales, toda vez que si acaso,
como dice el Evangelio, “todo poder viene de Dios” entonces, es necesario recibirlo como una
vocación particular que Dios concede a quien quiere.
En cada etapa de nuestra
vida donde se presente la oportunidad de cumplir una misión ejerciendo el poder
hemos de tener clara conciencia que en su búsqueda, consecución y entrega
debemos guiarnos por las enseñanzas de Jesús quien señaló que “no he
venido a ser servido sino a servir”.
El que manda debe
procurar comportarse como el que sirve, lo que conlleva una serie de virtudes
que son necesarias para el ejercicio cristiano del poder. Sin el ejercicio de
las virtudes irremediablemente el poder se termina transformando en un abuso.
Hay más alegría en dar
que en recibir: La historia nos entrega múltiples ejemplos de quienes
alcanzaron la santidad por medio de una vida colmada de virtudes en el
ejercicio del poder.
En este día, al comienzo
de una nueva semana del Mes de María, recordamos la letanía que dice: “Madre poderosa”, con la cual
reconocemos que en virtud de haber sido constituida como la “llena de gracia” y a causa del papel
insustituible como medianera universal de toda gracia que cumple en el camino
de la redención, ella todo lo que pide a
Dios le es concedido, de modo similar a cómo una súplica materna recibe una
respuesta favorable inmediata de un buen hijo.
Cuando los Apóstoles perciben
(toman conciencia) del valor de la
oración al ver a Jesús rezar en todo momento, entonces el Señor les dice: “Todo lo que pidan en mi nombre con fe os
será concedido”, añadiendo que hemos de implorar “con la certeza que lo solicitado ya nos ha sido ya concedido”.
Entonces, si esto lo aplicamos al valor de la plegaria
de la Virgen en orden a obtenernos una gracia especial para cada día de este
Mes Bendito, estamos seguros que le será totalmente concedido, pues –como dice
hermosamente San Bernardo de Claraval- “nunca se ha oído decir que quien
recurriese a la Bienaventurada Virgen María, su oración haya sido desatendida”.
El poder que la Virgen
tiene es por participación.
Porque ha sido elegida por el mismo Dios para ser reconocida como su madre, y
habiendo permanecido tres décadas sujeto a la voluntad de sus padres en
Nazaret, podemos decir que no hay una persona que haya sido participe de
mayor poder que la Virgen María, y no la habrá por el hecho que solo Ella
fue alzada por el Cielo como la Madre del Mesías anhelado y recibido en medio
nuestro…! Jesús vino a los suyos y está en medio nuestro como el que sirve!
Por lo anterior, la
Virgen María tiene poder porque Dios a Ella no le niega nada, tal como
aconteció en el primer milagro realizado por el Señor en las Bodas de Caná de
Galilea (San
Juan II, 1-12).
Sin duda, una de las
características de la maternidad es desvivirse por sus hijos, procurando darles
lo mejor en todo aquello que sea posible. El espíritu de sacrificio de las
madres llega frecuentemente al mismo heroísmo y en ocasiones hasta el martirio.
La Liturgia en uno de sus himnos e imágenes propiamente eucarísticas suele
representar a Dios como aquel “pie
pelicane” (pelicano bueno) que de sus entrañas es capaz de alimentar a sus
crías. Es lo que hace una buena madre, y que la Virgen cumple perfectamente
con el encargo dado por su hijo en lo alto del Calvario: “Mujer, ahí está tu hijo” (San Juan XIX, 26).
Desde ese instante en el corazón
de la Virgen esta la Iglesia entera, en cada uno de sus miembros bautizados, y
cuantos están llamados a serlo, ejerciendo un particular cuidado en vistas al
bien espiritual y material de sus hijos: “Semper
vivens ad interpellandun pro fillis suis”…Su viva son sus hijos…Su vida es
la Iglesia…Su vida somos cada uno.
La maternidad de la
Virgen María es el fundamento de su poder: En el plano espiritual, como Reina
del Cielo nos obtiene todas las gracias que son más necesarias para alcanzar la
eterna salvación. Hay cosas que en ocasiones pueden parecernos necesarias y
deseables pero que no necesariamente van a terminar favoreciendo nuestra
perfección, nuestro crecimiento en una vida virtuosa, y nuestra llegada al
Cielo.
Por eso, dejemos en manos
de la Virgen Poderosa lo que sea
imprescindible para que nuestra identidad católica recibida en el sacramento
del bautismo…Ella nos conoce….Ella sabe lo que es necesario.
La letanía “Virgen poderosa” encierra una riqueza
para nuestra vida espiritual, especialmente para estos días del Mes de María.
a).
Vivir confiados: El hijo (creyente) de Dios y de la
Virgen María, sabe que nada ocurre que Dios no lo permita, y por tanto que su
madre no deje de velar por cada uno de nosotros. La nostalgia, el
abajismo espiritual no deben tener cabida en el almas de quien se sabe
protegido por la Virgen poderosa que todo lo obtiene de Dios Padre Todopoderoso.
¿Confías en Dios? ¡Pues, hazlo –también- en su Madre Santísima¡ Recordemos
siempre que la ternura de la Virgen es el terror del infierno, porque por medio
de Ella vino al mundo nuestro Divino Redentor.
b).
Aprender a rezar el Santo Rosario: Para muchos parece ser
la oración de nuestros antepasados y de los que llegan antes de iniciar la
Santa Misa…Y es verdad, pero –también- ha de ser importante que aprendamos a
rezarlo porque es la oración predilecta de la Virgen –Ella lo dijo en Fátima-…Es
la oración predilecta de los Sumos Pontífices –así lo han dicho- …y es una
oración que ha sanado enfermedades terminales, que ha convertido almas
endurecidas y cegadas por el odio y la mentira, que ha sido más poderosa que
las armas y ha evitado guerras. En realidad, es el arma mariana más efectiva que está puesta en nuestras manos e
inserta en nuestros corazones.
Oración: “Virgen poderosa
que con tu pie aplastas la cabeza de la serpiente tentadora: Haz que cumpla día
tras día la promesa bautismal de rechazar a Satanás, a sus obras y seducciones,
y sepa dar al mundo un ´gozoso testimonio de esperanza cristiana. Te pido,
Madre Buena, que con el pode que Dios te ha dado, me acompañes al caminar y no
me dejes solo nunca, así el mal nunca tocará mi alma, porque no puede acercarse
a ti. Poderosa Madre y Reina del Cielo y de la tierra, cúbreme con tu manto
bendito, bendíceme y lléname de gracia, para parecerme más a ti, fortalece mi
fe para que yo pueda decir si a la voluntad de Dios como tú lo hiciste y a la hora
de mi muerte llévame al gozo eterno del Cielo”. ¡Que Viva Cristo Rey!
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