MEDITACIÓN DÉCIMA / MES
DE MARÍA / AÑO 2017
Hoy meditaremos sobre una
nueva denominación de la Virgen María. Es la Madre clementísima. ¿Qué implica
para nosotros una persona clemente?
Personalmente, tengo tres
hermanos: uno partió al cielo a meses de nacer y dos que son mayores,
distanciados como peldaños de una escala, un año cada uno. Muchas veces, cuando
los padres se veían obligados a aplicar algún castigo por la falta de uno de
ellos, pasado un tiempo, en calidad de
hijo mejor, tenía el poder tácito de
interceder para que el castigo impuesto fuese “aminorado”, es decir, que cumplida ya una parte de la sanción fuese cambiada por otra “forma
de sanción”. De algún modo, buscábamos el indulto de nuestros padres.
Indudablemente, hay que
reconocer que en toda familia se verifica un antiguo refrán: “niño pequeño, pequeño
problema; niño grande, gran problema”, por lo que una vez aplicado
al castigo nos sentíamos llamados a
interceder siempre en favor de nuestros hermanos…y lo hacíamos a pesar que nuestra
conducta no era de lo mejor, ni –ciertamente- la más edificante muchas veces.
Con insistencia, como
hermanos intercedíamos para que esa sanción fuese disminuida (mitigada). Algo semejante suele ocurrir al interior de una sala de clases: los
alumnos de un mismo curso–en general- imploran con una insistencia audaz para
que cuantos son merecedores –debidamente- de una sanción disciplinar, no sufran todo
el rigor de lo establecido por el reglamento interno y protocolos de
conducta del colegio.
Lo anterior, nos
demuestra que quien ama de verdad a una persona no desea que aquella, aun
siendo culpable objetivamente, sea rigurosamente
castigada. La clemencia es una es una virtud que nace del amor y se nutre de
él.
A este respecto diremos
que si uno puede interceder siendo un simple “pecador”, con otra persona, en este caso nuestros hermanos,
compañeros de curso, y amigos, ¿Cuánto mas no dejará de hacerlo la Virgen Madre
de interceder por quien ha sido merecedor de un castigo?
Recordemos que la Virgen Santísima
fue concebida sin pecado original, por lo que en ningún momento estuvo sujeta a
falta e imperfección alguna, según lo cual su poder de implorar bendiciones es,
por el querer de Dios mismo, sin duda de
un carácter ilimitado.
No sólo todos cabemos en
su corazón, sino que además, su corazón
palpita pidiendo que la misericordia vaya más allá de lo que en estricta
justicia merecen nuestros pecados.
En la actualidad, en la sociedad reina la aplicación de una
justicia que promueve el que ojalá (la aplicación del castigo) sea lo más estricta posible; donde se procura
que sea aplicada de manera inflexible y, en ocasiones, hasta se busca un espíritu inmisericorde. ¡Cuántas veces escuchamos a nuestro alrededor:
Ni perdón ni olvido!
Ante la explosión de la
violencia y de los delitos muchos claman justicia con el odio en el corazón. Nuestra
condición de católicos, que sabemos lo que dice la Santa Biblia y procurarnos identificarnos
con la persona de Jesucristo reconocemos que la venganza “nunca es buena consejera” porque “mata el alma y la envenena”...
La clemencia está íntimamente
unida a la misericordia: En efecto, la
clemencia es la virtud que templa el rigor de la justicia con la misericordia
(Santo
Tomas de Aquino), permitiendo conceder el perdón generoso al
culpable y la disminución del castigo merecido por las faltas cometidas.
La clemencia es una
virtud que nace del amor y se nutre de él, por esto, para
el católico es una necesidad nacida del amor a Dios y del amor de Dios el
interceder por cuantos, estando de nuestra parte, podemos morigerar los
castigos “de este mundo” y “del otro”.
Así, aquí podemos
promover que quien merece una pena muy dura, como es la pena de muerte tenga la
posibilidad de otra manera de purgar el mal cometido, por grave que éste haya
sido; quien padece enfermedad terminal o grave daño psiquiátrico pueda
purgar sus delitos en un centro hospitalario, en su hogar. Ensañarse con
quien ha cometido un delito grave es moralmente tan grave como el mal cometido,
y eso no es propio de quien se llana discípulo de Cristo. La pregunta que dice la Sagrada Escritura ¿Dónde está tu hermano? No sólo se la
hace a quien obra malamente sino que se repite a cada uno de nosotros hoy, al
recordar lo dicho por el Señor: “Lo que
hicisteis con estos a mi lo hicisteis”
De manera semejante, con
las almas de nuestros difuntos hemos de actuar clementemente, pues al orar por ellos e implorar por su eterno
descanso, aplicando los méritos obtenidos por el Señor en la Cruz, con la
celebración de la Santa Misa, abreviamos sino suprimimos su estada en aquel
lugar de purificación como es el purgatorio.
Como esta virtud actúa
eficazmente para obtener indulgencia entre una falta y el castigo debido, la
Virgen María como madre que es de
cada uno es la más virtuosa en lo que se refiere a la clemencia. ¡Nadie la
vence en generosidad!
El amor misericordioso de
la Virgen es el que permanece más cercano al de su Hijo. Sin duda, es la que mejor conoce el valor
que tiene nuestra alma para Dios….Si le costamos el precio de la sangre que fue
derrama en el Calvario por cada uno, “valemos
precio de su sangre” dice San Pablo.
Entonces cómo no reconocer
a la Virgen María como la Madre Clemente
si lo único que anhela es que la sangre derramada y los sacrificios hechos por
su Hijo y Dios sean eficaces para redimir a cada bautizado.
En algunos países los
presidentes pueden indultar a los condenados a muerte, pensemos cómo suplicaría
una madre para que su hijo no termine ajusticiado: en una silla eléctrica, en
un paredón, o en una horca. ¡Cuánto más insistirá la Virgen Santísima por
nosotros si a ella el Padre eterno nada le niega y todo le concede?
Oración: Oh Madre del
hijo pródigo, que aprendiste de Jesús a perdonar, a hacer una fiesta cuando
éste regresa a casa. Hemos huido de casa muchas veces, creyendo que la vida sin Dios es más
atractiva y emocionante, y hemos regresado cansados y heridos al lugar donde tú
nos has recibido, por lo que si en el Corazón de Jesús hay más alegría por un
pecador que regresa, en tu alma clementísima, hay fiesta por cada hijo que pasa
de la muerte a la vida y le recuperas para el cielo.
¡Que Viva Cristo Rey!
No hay comentarios:
Publicar un comentario